125. Misericordia por servir según el deseo de Śrīla Prabhupāda



Śrīla Prabhupāda Uvāca 125
Septiembre de 1973; Bombay, India;
ISKCON Juhu

Me he referido muchas veces a mi temor de ir a la India con Śrīla Prabhupāda, principalmente debido a la enfermedad recurrente que me dificultaba hacer el servicio. Las diferencias culturales también jugaban una parte principal en mi disgusto de viajar a esa parte tan diferente del mundo. Yo no era el único que sentía aversión por quedarme en la India. Fui testigo de muchos que vinieron a esta tierra Santa, solo para irse al poco tiempo, debido a un cúmulo de problemas que incluían la mala salud, la falta de facilidades, conflictos personales con la conducción y el shock cultural.

Fui testigo de dos discípulos veteranos de Śrīla Prabhupāda que también afrontaron su limitación personal en la tierra Santa. Los relatos de fructíferas oportunidades de prédica en Occidente, los atraían para volver a los Estados Unidos. La prédica a los miembros vitalicios potenciales, parecía penosamente lenta en India. Los indios nos decían que no les estábamos contando nada que ya no supieran, después de todo, ellos crecieron oyendo sobre Kṛṣṇa. Los miembros vitalicios decían a menudo, “Oh, sí, conocemos a Kṛṣṇa”.

Śrīla Prabhupāda a menudo ilustraba el punto, diciendo que era como si nosotros los occidentales, estuviéramos a 100 millas de distancia de Kṛṣṇa, pero que bajo su guía nos estábamos dirigiendo hacia el Señor. Los indios están a 10 millas de Kṛṣṇa, pero desafortunadamente, se estaban alejando de Él.
Nuestro problema era hallar un camino para hacerlos dar la vuelta, para que pudieran encaminarse “De Vuelta al Supremo”. A veces no era animado.

Unos pocos discípulos se hallaban en las habitaciones de Śrīla Prabhupāda, argumentando con él para volver a Occidente. Uno de ellos dijo, “Somos como los hombres de negocios, juntando dinero y haciendo miembros vitalicios”. En cierto sentido era correcto, pero la diferencia estriba en que lo hacíamos para Śrīla Prabhupāda y para Kṛṣṇa, no para nuestro provecho personal.

Śrīla Prabhupāda era sensible a su frustración, mas con una voz tensa les dijo, “Pero yo quiero que se queden aquí. El deseo de su maestro espiritual es que se queden aquí, eso es lo mejor”. Los argumentos continuaron.

Uno de los sannyāsis dijo, “¿Acaso no es servicio ir a predicar a América?”. En América la prédica es muchísimo mejor”. Yo me hallaba sentado a un costado, sorprendido por la intensidad de mis hermanos espirituales. Era muy raro de ver. Los discípulos de Śrīla Prabhupāda parecían agitados. Estaban determinados a irse de la India y Śrīla Prabhupāda parecía más determinado a que se quedaran. Era evidente que Śrīla Prabhupāda consideraba la labor de prédica en la India como de suma importancia. Fue una lección que aprendí en mi primer viaje a la India con mi Guru Mahārāja.

Previamente, en Enero de 1973, en el piso de Kartikeya Mahadevīa, ocurrió una acalorada discusión entre Śrīla Prabhupāda y algunos de sus discípulos. Los dos sannyāsis que argumentaban con Śrīla Prabhupāda, también estuvieron presentes en esa discusión. Era sorprendente ver la determinación de Śrīla Prabhupāda, así como su maestría para conducir a sus jóvenes discípulos en el servicio devocional.

Śrīla Prabhupāda estaba encolerizado porque había recibido informes que los miembros vitalicios estaban pagando dinero pero no recibían los libros que les habían prometido. No se controlaba con propiedad lo que se hacía. Las quejas de los miembros vitalicios le llegaban regularmente en el correo a Śrīla Prabhupāda. Les dijo a los discípulos en la habitación, “Si no pueden hacer bien las cosas, nos limitamos a empacar y nos vamos de la India. Esto no es bueno. Todo debe ser hecho con mucho cuidado”. Todos pudieron comprender lo importante que era el servicio de distribuir estas literaturas trascendentales para Śrīla Prabhupāda. En definitiva, queríamos sinceramente complacer a Su Divina Gracia, pese a todos los obstáculos que se nos pusieran por delante.

Hoy, nueve meses después, Śrīla Prabhupāda estaba nuevamente discutiendo con esos mismos dos sannyāsis antiguos, para que se quedaran en la India. Y no iba nada bien. Yo me hacía un ovillo en un ángulo de la sala, al ver lo desconcertado que estaba Śrīla Prabhupāda. También podía entender lo duro que era quedarse en la India. Śrīla Prabhupāda dependía de esos hombres para asistirlo en esta muy importante obra, mas ellos simplemente no podían seguir más. Fue un combate muy duro. Una negociación intensa era lo que cabía esperar entre pares, no entre el maestro espiritual y el discípulo. Śrīla Prabhupāda quería que se quedaran, y eso era terminante. Sus discípulos argumentaban que necesitaban salir de la India para predicar. En ese momento había en Occidente un campo de prédica fértil. Finalmente, con aparente disgusto, Śrīla Prabhupāda dijo, “Está bien, limítense a cantar sus dieciséis rondas, sigan los cuatro principios regulativos y hagan cualquier cosa maldita que se les ocurra”.

Así fue como esta extraña conversación llegó a su fin. Nuestro muy magnánimo líder les dio permiso para servirlo, como fuera que pudieran. Fue evidente una vez más que Śrīla Prabhupāda nos consideraba a todos como voluntarios de su ejército trascendental. Depende de nosotros decidir cuán rápidamente obtenemos la misericordia y avanzamos por servir a nuestro maestro espiritual conforme a sus deseos. Elegimos a diario qué queremos hacer y cuánto queremos hacer en el servicio de nuestro Guru Mahārāja.

Una vez en sus habitaciones de Nueva Dvārakā, Śrīla Prabhupāda dijo, “En definitiva, todos debemos pilotear nuestro propio avión”. Śrīla Prabhupāda, aún estoy tratando de hallar mi camino de regreso al aeropuerto. Sin usted delante mio, es muy difícil encontrar el camino de vuelta. Usted nos ha dado todas las herramientas necesarias para ocuparnos en el servicio devocional, pero no creo estar calificado para pilotear mi propio avión de vuelta a Kṛṣṇa. Permítame servir a quienes están calificados para volar en su propio avión “De Vuelta al Supremo”. Ruego por que me permita ser su asistente de vuelo, mientras viaja alrededor del universo, liberando a las almas condicionadas.

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