127. Cocina bengalí, Aceite de semilla de mostaza, Pishima y Shukta



Śrīla Prabhupāda Uvāca 127
Septiembre de 1974; Calcuta, India;
ISKCON Calcuta

Durante la estadía en el Templo de Calcuta, en 1973, pude observar como Śrīla Prabhupāda gustaba de la cocina bengalí. Por increíble que parezca, durante todo el tiempo que fui siervo personal de mi amado Śrīla Prabhupāda, Su Divina Gracia no comió mucha prasādam típica bengalí. Incluso cuando permanecía en los templos de Calcuta y Māyāpur, regularmente honraba el prasādam hecho por sus devotos occidentales. El problema era que las maravillosas preparaciones bengalíes, a pesar de ser muy deliciosas, contenían mucho aceite de mostaza y Śrīla Prabhupāda había dicho, “Para mi es difícil de digerir”.

Cierto día en el Templo de Calcuta, Tamala Kṛṣṇa Mahārāja entró en el cuarto de Śrīla Prabhupāda y prestó reverencias. Sentado confortablemente detrás de su mesa, Śrīla Prabhupāda estaba deslumbrante como de costumbre. Tamala Kṛṣṇa Mahārāja preguntó, “¿No dijo usted que el aceite de mostaza es para ser usado externamente en el cuerpo y el ghi para ser usado internamente con la comida?”. Śrīla Prabhupāda sonrió y respondió, “Sí”. Tamala Kṛṣṇa Mahārāja continuó, “¿Entonces eso, no significa que no deberíamos usar aceite de mostaza en la cocina? A veces algunos devotos usan aceite de mostaza en la preparación de alimentos. Yo no creo que eso sea buena idea”. Śrīla Prabhupāda rió y dijo, “Bien, es verdad, pero el aceite de mostaza es muy delicioso. Hace que las verduras queden de primera. Por lo tanto, en Bengala, todos usan aceite de mostaza en la cocina. Es muy delicioso”.

A veces, cuando Śrīla Prabhupāda permanecía en Bengala, su hermana venía al templo a cocinar para él. Si bien por un lado esto era bueno, por el otro creaba muchos problemas. Todos sabían que la hermana de Śrīla Prabhupāda, Pishima, entraba en la cocina del templo contrabandeando aceite de mostaza debajo de su sari, para usarlo en la preparación de las comidas de su amado hermano. Como Śrīla Prabhupāda, Pishima tenía el hábito de escuchar lo que teníamos que decir y después hacer lo que ella quería. Śrīla Prabhupāda comía todo lo que ella le preparaba y ocasionalmente reclamaba luego, “La comida que me preparó me está haciendo sentir mal”.

Él inclusive bromeaba, “Creo que ella quiere matarme”. A veces yo le daba un reto, como de padre a hijo, diciendo, “Śrīla Prabhupāda, usted no se enferma cuando come las cosas hechas en su cacerola, pero cuando come las cosas que le prepara su hermana sí”. Él respondía con convicción, “¡Sí! No me des otra cosa. Déjame comer sólo lo que tú preparas. Si mi hermana me da algo puedes comerlo tú si quieres. Yo no lo quiero”.

Me sentí muy animado por su determinación de seguir mis valiosas instrucciones. Está claro que él nunca siguió las instrucciones de otros por mucho tiempo, especialmente en lo que respecta a su dieta. Siempre hacía lo que mejor le parecía. Cierta vez, uno de los sobrinos espirituales de Śrīla Prabhupāda, un brahmacārī bengalí, visitó a Śrīla Prabhupāda en su apartamento en Juhu. Él era un óptimo cocinero y se ofreció a preparar shukta, un plato amargo de legumbres. Estuve observando al joven devoto freír talentosamente grandes trozos de verdura, incluyendo melón amargo. Cuando acabó tenía un gran pote de sopa muy espesa y amarga. A Śrīla Prabhupāda le encantó, se deleitaba con cada probada. Él dijo, “Esta es la cosa más increíble. Śrutakīrti, tienes que aprender a hacer esto. Hazlo de esta manera. Está de primera”.

Nunca fui capaz de preparar aquel plato tan bien como el joven brahmacārī. Felizmente para mi, Śrīla Prabhupāda aceptaba las comidas mucho más simples que yo preparaba regularmente. Me sentí muy feliz al oírle decir que con mis comidas no se enfermaba.

Śrīla Prabhupāda, siempre quedo maravillado por la dimensión de su compasión. Usted regularmente aceptaba el servicio de cualquiera, sin importar las consecuencias que ello le traía. Nadie sabe de esto más que yo. Usted nunca desistió de mi y se que, mientras yo tuviera un deseo sincero de servirle, usted nunca va a dejarme. Por favor, déjeme adquirir un gusto por aquel shukta que usted comió y un gusto por el servicio devocional. Ambos son por demás amargos como para que yo pueda saborearlos con estos sentidos estropeados por vidas y más vidas comiendo cosas demoníacas.

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