3. Las glorias del Capítulo Tres


El Señor Viṣṇu dijo, "Mi querida Lakṣmī, en la ciudad de Janasthan, había un brāhmaṇa, de nombre Jada, quien nació en la dinastía de Kaushik. Ese brāhmaṇa, abandonó las actividades religiosas ordenadas en los śāstras, para la clase brahmínica, y adoptó muchas actividades irreligiosas. Era muy aficionado a apostar y a beber, a cazar y a visitar a las prostitutas. De esta forma, perdió su salud. Fue a los países del Norte, en un viaje de negocios. Mientras estaba allí, ganó mucha riqueza y decidió volver a Janasthan. Luego de haber recorrido una gran distancia, descubrió que estaba en un lugar muy desierto. Un día, cuando el Sol se ponía y todo era envuelto en la oscuridad, decidió ir a pasar la noche debajo de un árbol. Mientras descansaba, vinieron algunos ladrones y lo golpearon hasta morir, robándole su riqueza. Dado que Jada había abandonado todas las actividades religiosas y llevado una vida pecaminosa, después de su muerte, obtuvo la forma de un fantasma.
         El hijo de Jada era muy religioso y erudito en los śāstras Védicos. Cuando observó que su padre no había regresado a Janasthan después de tanto tiempo, decidió ir a buscarlo. Viajó por muchos días, aquí y allá, preguntando a todos los viajantes con los que se encontraba acerca de su padre. Un día, conoció a una persona que había conocido a su padre, y le informó lo que había sucedido. Cuando el hijo de Jada se enteró de la muerte de su padre, decidió ir a Kāśī (Benarés), a ofrecer piṇḍa (adoración), para la liberación de su padre de la condición infernal. La noche de su viaje, sucedió que fue a descansar al mismo árbol en que su padre había sido matado. En ese sitio, a la noche, celebró su adoración diaria al Señor Kṛṣṇa, y también recitó el Tercer Capítulo del Śrīmad Bhagavad-gītā. Al completar su recitado, se oyó un sonido fuerte proveniente del cielo. Cuando miró hacia arriba, vio a su padre allí, y frente a sus ojos, la forma de su padre cambió a un ser muy hermoso, que tenía cuatro manos y usaba un dhotī amarillo. Su cuerpo era del color de una nube de lluvia oscura, y la refulgencia de su cuerpo, brillaba en todas direcciones. En ese momento, su padre le ofreció reverencias. El hijo le preguntó al padre el significado de estos sucesos maravillosos. El padre dijo, "Mi querido hijo, tú recitaste el Tercer Capítulo del Śrīmad Bhagavad-gītā, y así me liberaste de la forma de fantasma que recibiera debido a mis actividades pecaminosas pasadas. Ahora, debes regresar a casa, pues el propósito por el cual viajabas a Kāśī (Benarés), ha sido alcanzado por tu recitado del Tercer Capítulo del Śrīmad Bhagavad-gītā.

         Cuando el hijo preguntó al padre si había alguna otra instrucción para él, el padre dijo, "Mi hermano tambien ha llevado una vida muy pecaminosa y está sufriendo en alguna parte de las oscuras regiones del infierno. Si tú quieres liberarlo, y a otros ancestros nuestros, que están sufriendo aquí y allá, en diferentes especies en el universo material, entonces, ten la amabilidad de recitar el Tercer Capítulo del Śrīmad Bhagavad-gītā. Por ese recitado, ellos lograrán una forma similar a la del Señor Viṣṇu e irán a Vaikuṇṭha.
        
         Cuando el hijo oyó las instrucciones del padre, replicó, "Si ese es el caso, entonces recitaré el Tercer Capítulo, hasta que todas las almas que están atrapadas en la vida infernal sean liberadas". En ese instante, su padre lo bendijo con las palabras, Así sea. Luego, llegó un aeroplano del mundo espiritual de Vaikuṇṭha, y llevó al padre a su destino.

         Seguidamente, el hijo regresó a Janasthan y se sentó frente a la Deidad del Señor Kṛṣṇa, y con el deseo de liberar a todas las almas condicionadas en la condición infernal, comenzó a recitar el Tercer Capítulo del Śrīmad Bhagavad-gītā. Mientras su recitado proseguía día tras día, el Señor Viṣṇu envió a Sus mensajeros, los Viṣṇudutas, al reino de Yamarāja, quien está a cargo de administrar el castigo a las entidades vivientes pecaminosas. Cuando los Viṣṇudutas llegaron frente a Yamarāja, le informaron que tenían un mensaje del Señor Viṣṇu, Quien está yaciendo en el lecho de Ananta-Śeṣa, en el océano de leche. Le dijeron que el Señor Viṣṇu preguntaba por su bienestar y tambièn le ordenaba liberar a todas las almas condicionadas que estaban sufriendo en el infierno. Cuando Yamarāja oyó esta instrucción del Señor Viṣṇu, de inmediato liberó a todas las almas condicionadas del infierno, y luego fue personalmente con esos Viṣṇudutas al océano de leche, conocido como Śvetadvīpa, para tener el darśana del Señor Viṣṇu. Cuando llegó allí, vio al Señor Viṣṇu yaciendo en la cama de Ananta-Śeṣa. Su cuerpo tenía la efulgencia de soles. Y Lakṣmī-Devī, la Diosa de la Fortuna, masajeaba Sus pies. Estaba rodeado por todos lados por ṛṣis, sabios y semidioses, guiados por el Señor Indra, quienes cantaban las alabanzas al Señor Viṣṇu. El Señor Brahmā, quien también estaba presente, recitaba los Vedas. Yamarāja cayó y ofreció sus respetos ante el Señor Viṣṇu, y pronunciò la siguiente plegaria: "Mi querido Viṣṇu, Tú eres el bienqueriente de todas las almas condicionadas. No hay límite para Tus glorias. De Tí han provenido los Vedas. Tú eres el tiempo. Y en el curso del tiempo, Tú destruyes todas las cosas. Tú eres la causa y el sustentador de los tres mundos, y Tú eres la Superalma en el corazón de todos, quien dirige sus actividades. Tú eres el guru del universo entero, y la meta de todos los devotos. Oh, el de los ojos de loto, por favor acepta mis reverencias una y otra vez. Tus glorias son infinitas".

         De esta forma, Yamarāja, con las manos juntas, ofreció sus respetos al Señor Viṣṇu. "En cuanto a Tus instrucciones, he liberado a todas las almas condicionadas del infierno. Luego, ten la amabilidad de ordenarme qué trabajo deseas que ejecute ahora". El Señor Viṣṇu replicó en una voz tan profunda como el trueno, y tan dulce como el néctar, "Mi querido Dharmarāja (Yamarāja), tú eres igual a todos. Y no necesito ordenarte tus deberes. Ten la amabilidad de regresar a tu morada, con todas Mis bendiciones, y continúa con tu deber".

         En ese momento, el Señor Viṣṇu desapareció de la visión de Yamarāja, y Yamarāja regresó a su morada. Luego que el brāhmaṇa hubiera liberado triunfalmente a todos sus ancestros y al resto de las almas condicionadas del infierno, vinieron los Viṣṇudutas y lo llevaron a la morada del Señor Viṣṇu, donde pudo ocuparse en el servicio de los pies de loto de la Suprema Personalidad de Dios, eternamente.