Hay una narración muy
instructiva, y es un hecho histórico. El emperador musulmán Akhbar una vez
preguntó a su ministro: —¿Hasta
cuándo duran los deseos lujuriosos?
El ministro replicó: —Hasta el
momento de la muerte.
Akhbar no le creyó: —No, no,
¿cómo puedes decir eso?
—Muy bien, a su tiempo le
responderé —concedió el ministro.
Un día el ministro se acercó
al emperador y le dijo: —Prepárese inmediatamente para venir conmigo. Y traiga
a su joven hija—. Akbhar sabía que su ministro era muy inteligente y que debía
haber alguna razón para esto. Fue con él, y el ministro lo llevó con una
persona que estaba a punto de morir. Entonces el ministro le pidió a Akhbar:
—Por favor estudie la cara del moribundo—. Akhbar notó que cuando él y su hija
entraron, el moribundo miró la cara de la joven. De esta forma, Akhbar
comprendió: «Sí, lo que él dijo es verdad. Hasta el mismo momento de la muerte,
está el deseo de ver el rostro de una muchacha joven». Esto se llama duṣpūreṇa: nunca es satisfecho. Esta
atracción del hombre por la mujer y la vida de familia continúa.
Clase en Vṛndāvana (10 diciembre 1975).
Historia
recordada de memoria por Satsvarūpa dāsa Goswami. La historia de Akhbar y su
ministro siempre ha sido para mí una de las más duras que he escuchado de Śrīla
Prabhupāda. Cada vez que la oigo atentamente, quedo anonadado. Solamente
sirviendo a Kṛṣṇa y a Śrīla Prabhupāda con todo nuestro cuerpo, mente y
palabras podremos escapar de una regresión de último minuto al apego material.
Como ya citamos a Śrīla Prabhupāda anteriormente en este volumen, a menos que
seamos madana-mohana o sea atraídos por Kṛṣṇa (‘El que confunde
a Cupido’), seremos madana-dahana, o
sea quemados en el fuego de Cupido, atraídos por una mujer.
Había una vez un mono que
estaba saltando de un lado a otro por el bosque cuando vio un gran árbol a
medio cortar con una cuña incrustada en el corte. El sistema de los leñadores
consistía en que a veces cortaban un gran árbol hasta la mitad, lo dejaban al
final de la jornada y después regresaban al día siguiente y cortaban el resto.
Entretanto, ellos dejaban colocada una cuña para conservar el corte. Así pues,
este mono se sintió muy curioso por este árbol medio cortado y se las arregló
para arrancar la cuña. El árbol se juntó de repente y le cortó el rabo.
Moraleja: preocúpate en lo tuyo.
Clase en Vṛndāvana (10 diciembre 1975)
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