Śrīla Prabhupāda siempre fue experto en la manera en que trataba con las
personas. En una ocasión su discípulo hindú Haridāsa entró en la habitación de
Prabhupāda, puso sus cuentas de japa
sobre el escritorio y le dijo que se marchaba. Prabhupāda le preguntó cuál era
su dificultad. Haridāsa explicó que aunque estaba luchando muy arduamente para
colectar dinero y hacer miembros vitalicios, nadie quería unirse, y simplemente
se le estaba poniendo demasiado difícil continuar. Prabhupāda dijo: —Ten
paciencia, ten paciencia...
Explicó que cuando el nuevo edificio se inaugurase la gente haría fila
colas para volverse miembros vitalicios. Entonces Haridāsa agregó que de todos
modos él no podía trabajar con los discípulos occidentales. Prabhupāda replicó
que cuando uno ordeña una vaca es de esperar recibir alguna coz, que los
occidentales estaban rindiendo mucho servicio y por lo tanto sus coces deben
ser toleradas, porque nosotros queremos la leche. De esta manera Haridāsa se
fue apaciguando, y renovó su determinación y entusiasmo.
Entrevista con Girirāja Swami
Cuando Prabhupāda llegó por primera vez a San Francisco en 1967, Mukunda
dāsa tenía barba. Su barba era compacta pero no era demasiado larga, porque la
mantenía recortada. Poco después de su llegada, Prabhupāda le dijo: —Pareces un
sabio—. Mukunda se sintió satisfecho, y no consideró necesario afeitarse la
barba. Más tarde, sin embargo, a medida que más discípulos se iban rapando,
Mukunda empezó a dudar. Un día se acercó a Prabhupāda.
—¿Le parece bien esto? —preguntó, e hizo un gesto hacia su barba.
Prabhupāda se palmeó su propio rostro bien afeitado y dijo: —A mí me gusta
esto—, y sonrió. Mukunda comprendió que la barba no era apropiada y al día
siguiente se la afeitó.
Entrevista con Mukunda Goswami
Śrīla Prabhupāda visitó Filadelfia en 1975. En aquel tiempo el templo
estaba situado en la sección alemana de la ciudad. Todos los devotos se
agruparon en el vestíbulo para recibir a Prabhupāda. Se ordenaron en dos
líneas, uno detrás de otro. Cuando Prabhupāda llegó, los devotos comenzaron a
arrojarle flores, y Prabhupāda lentamente caminó con su bastón hacia el grupo.
De repente una niñita de seis años llamada Sarina salió del grupo y
corrió hacia él. —¡Śrīla Prabhupāda! ¡Tengo una pregunta, tengo una pregunta!—.
Ella dijo que tenía dificultad en hacer las guirnaldas: cuando colocaba una
flor en la guirnalda, se confundía y no sabía qué flor colocar a continuación.
Prabhupāda bajó la mirada hacia ella y entonces tomó una hermosa y opulenta
guirnalda de su cuello y se la puso a la niñita.
—Observa esta guirnalda y así aprenderás.
Entrevista con Prabhupāda dāsa
Una vez, en la India ,
un empleado de correos trajo una carta dirigida a Prabhupāda que requería de
una firma para ser entregada. Tejās dāsa le dijo al empleado que él firmaría en
representación de Prabhupāda, pero el empleado dijo que no podía permitir eso.
Tejās le dijo que él era el secretario de Prabhupāda, que él podía firmar, pero
el empleado se mostró firme. Entonces Tejās dijo que le llevaría la carta a
Prabhupāda y regresaría con la copia de carbón firmada. De nuevo el empleado
rehusó, diciendo que en ese caso no sabría si realmente había sido Prabhupāda
quien la había firmado. Entonces Tejās le dijo al hombre que Prabhupāda era un
gran santo y que estaba muy atareado, y de nuevo le pidió que le diese la
carta. El empleado se negó. Finalmente, Tejās fue adonde Prabhupāda y le
explicó la situación. Prabhupāda accedió a ver al hombre, y Tejās entonces lo
dirigió hasta su habitación. El hombre permaneció allí unos diez minutos. Al
salir, sonriendo satisfecho, dijo:
—He visto al Swamiji.
Entrevista con Tejās dāsa
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