Clase de S.G. Vīrabahu Mahārāja
Bhagavad-gītā 4.20
Ciudad de Rosario, Argentina, Julio de 1994
Enviado por Gustavo
Medina
tyaktvā
karma-phalāsaṅgaṁ
nitya-tṛpto nirāśrayaḥ
karmaṇy abhipravṛtto ’pi
naiva kiñcit karoti saḥ
nitya-tṛpto nirāśrayaḥ
karmaṇy abhipravṛtto ’pi
naiva kiñcit karoti saḥ
[Bg. 4.20]
“Abandonando todo apego a los
resultados de sus actividades, siempre satisfecho e independiente, él no
ejecuta ninguna acción fruitiva, aunque está dedicado a toda clase de
actividades”.
Phala. Phala
significa fruto. Toda actividad en este mundo produce un fruto: karma-phala
(estos textos están en sánscrito). Karma (son actividades) phala-āsaṅgaṁ significa “apego al fruto de la actividad”.
¿Qué es lo que ocurre? Que, por lo general, todos hacemos algo con un objetivo,
con una motivación, con el deseo de obtener algo más. Toda actividad que
realizamos, por lo general, la hacemos con la idea de recibir un fruto. Por eso
se menciona tanto en nuestros libros este término —fruitivo, actividad
fruitiva. Actividad fruitiva pues, ya es fácil de entender, es aquella mediante
la cual estamos esperando un fruto. Nadie hace nada por nada —ésa es la idea.
Todo el mundo realiza sus actividades esperando una recompensa. Pero karmaṇy abhipravṛtto ’pi. En este texto se está
mencionando indirectamente que una persona con conciencia superior... Acabamos
de describir la conciencia general, la conciencia ordinaria: el estado de
conciencia general es que queremos recibir un fruto del trabajo. Y en este
texto la implicación indirecta es que ese deseo de obtener un fruto nos ata a
este mundo. En ese sentido, incluso si la actividad que realizamos es lo que se
conoce como una “buena actividad”, el fruto va a ser “bueno” pero va a ser
bueno en términos de este mundo. Y para nosotros recibir el fruto de eso que hacemos,
tenemos que estar o tenemos que venir a este mundo. Y en ese sentido, una
persona con conciencia superior —de ahí empato con esa idea— entiende que no
debe estar en este mundo porque no pertenece a él. Y a esa persona no le
interesa ni siquiera recibir los “buenos resultados” de sus buenas actividades,
porque para recibir ese buen resultado tiene que venir a este mundo, tiene que
estar en este mundo.
Esta filosofía de conciencia de Kṛṣṇa
nos explica la razón de la existencia, y todos estos textos hay que entenderlos
en función de esa explicación (de cuál es la razón de nuestra presencia en este
mundo, en primer lugar, y, más importante que eso, cuál es la razón de nuestra
existencia en general). ¿Cuál es la razón de que existimos en este mundo o en
cualquier otro? ¿Cuál es la razón de nuestra existencia? También, ¿cuál es el
origen nuestro? Todas esas son preguntas muy importantes para un ser humano
—especialmente para un ser humano, que es a quien le sirven estas respuestas.
La Cultura Védica (toda esta filosofía védica y este Movimiento Hare Kṛṣṇa que
la está presentando) tiene por objeto que el ser humano pueda utilizar esa
información de la mejor manera. Es decir, ¿cuál es esa información? Cuál es la
razón de nuestra existencia.
Este texto habla de actividades
porque todo el mundo está realizando actividades. Pero ¿cuál es el valor de
esas actividades si no sabemos ni siquiera cuál es la razón de nuestra
existencia? En inglés tienen un refrán —debe haber algo similar en español— que
es “poner la carreta delante del caballo”. La carreta debe estar detrás del
caballo pero tienen esta idea: poner la carreta delante del caballo. Entonces,
un poco vivimos todos así en este mundo. Y ¿cómo se aplica este ejemplo?
Vivimos realizando actividades. Nos sentimos impulsados a actuar y a realizar
actividades, cuando no sabemos todavía cuál es el propósito de todo ello.
Especialmente, cuál es el propósito de nuestra vida —de dónde venimos, a dónde
vamos. Sin embargo, mientras tanto, estamos muy activos. La Cultura Védica nos
da una advertencia. Nos advierte, hace sonar una alarma, nos llama la atención:
mejor averigüe cuál es la razón de su existencia antes de ocupar todo su tiempo
en actividades, porque al llegar a saber cuál es la razón de su existencia
quizás va a querer realizar unas actividades totalmente diferentes. Pero si
ocupa toda su vida en estar muy activo, muy ocupado —sin investigar cuál es la
razón de la existencia— puede perder esta gran oportunidad que constituye tener
la vida humana.
En la Cultura Védica se dice que
tener un cuerpo humano es algo muy especial. Y al investigar un poco nos
enteramos por qué la Cultura Védica hace esta distinción. En realidad, en todas
las culturas está esa distinción. En la Cultura Occidental se dice que el hombre
es un “animal racional”. Entonces, eso es lo que hace la diferencia —eso de
“racional”. En la Cultura Occidental se entiende eso. Muy significativo que la
Cultura Occidental también llama al hombre “animal”. Dice que es un “animal” y
eso es importante. Pero dice: es un animal “racional”. Y eso se supone que va a
establecer una gran diferencia (el que sea racional). Pero la Cultura Védica no
acepta eso así nomás (que el hombre —por el simple hecho de ser hombre— es un
animal racional y ya es diferente de los demás animales). La Cultura Védica va
un poco más allá y dice: el hombre es diferente de los animales, cuando utiliza
su capacidad racional para hacer algo diferente de lo que hacen los animales.
Porque si el hombre utiliza su capacidad racional para las mismas actividades
que realizan los animales, él es un animal —y se cae la palabra “racional”, se
queda nada más “animal”. No hay diferencia. Si ese carácter racional lo utiliza
para comer, dormir, aparearse y protegerse, entonces, no hay diferencia entre su
capacidad racional y cualquier capacidad similar que tenga el animal para
conseguir satisfacer esas necesidades. El animal también hace algo. También se
las “ingenia” podemos decir, utilizar esa palabra, la cual indica algún tipo de
raciocinio. “Instinto” se llama en el animal. Entonces, en qué se diferencia el
instinto animal mediante el cual está buscando satisfacer estas necesidades y
la capacidad de raciocinio humano, si el hombre está utilizando todo su poder
de raciocinio en satisfacer las mismas necesidades animales (es decir, igual
que lo que hace el animal). Entonces, las Escrituras Védicas pues, suenan la
alarma. Nos advierten de esta situación: que si no hacemos buen uso de este
raciocinio, se nos considera —y debemos darnos cuenta que es cierto— en el
plano animal.
Ahora bien, ¿qué hay de malo en estar
en ese plano animal? Que, al igual que el animal, quedamos en la misma
situación de no saber de dónde venimos y a dónde vamos. Y simplemente nos
interesa el momento, lo que llaman de ordinario “vivir el presente” (la gente
habla así “vivir el presente”, “vivir el momento”). Pero eso no se respeta como
vida humana en la Cultura Védica debido a que hay mucho más que eso: que un
hombre se mantenga en el nivel de un animal en relación con esto. Es decir, que
no sabe ni de dónde viene ni a dónde va, ni cuál es el sentido de su vida;
simplemente actuar, seguir la corriente, ocuparse, pero con qué objeto final,
no lo sabe. Y que un hombre haga eso, viva de esa manera, lo coloca en una
situación muy lamentable de muchísimo sufrimiento, de muchísimas angustias. Y
en esa condición de angustia (siendo la angustia principal el temor a la
muerte) el hombre se tiene que embriagar, enajenar. Vive de una manera en que
trata de olvidar el peligro inminente de la muerte que lo acecha. Y todo el
mundo vive sin querer pensar en estas cosas. No es parte de la vida diaria analizar
la situación peligrosa en la que nos encontramos, en la que todo el mundo se
encuentra. No hay ningún espacio en la vida diaria en que se pueda considerar
eso porque para la gente es una angustia innecesaria, ya que no pueden hacer
nada al respecto. ¿De qué sirve analizar cuán peligroso es este mundo? Es algo
así como enterarse de la enfermedad sin tener el remedio. Como a veces, cuando
el médico le avisa a un familiar que el otro familiar tiene una enfermedad
fulminante; y, muchas veces, cuando dicen que no hay nada que hacer, no le
quieren informar a la persona enferma. Porque, ¿de qué sirve? Nada más va a
servir para que se angustie y, de todos modos, no puede hacer nada.
Entonces, más o menos, vivimos así:
como creemos que no se puede hacer nada; como creemos que no es posible saber
de dónde venimos, a dónde vamos; como creemos que no podemos hacer nada en
relación con la muerte, entonces, preferimos no pensar en ello. Porque creemos
que es una angustia innecesaria. Pero las Escrituras Védicas nos dicen que no
es necesario engañarse de esa manera (como si no fuéramos a morir). Todo el
mundo vive como si la vida en este mundo fuera eterna. Hay otro decir —hay
tanta sabiduría popular que podemos analizar desde distintos puntos de vista.
Hay un decir que dice: “Vive cada día como si fuera el último”. Pero, claro,
nadie piensa verdaderamente que así sea. Esa es nada más otra señal, otra
muestra de cómo la gente trata de olvidarse. No quiere pensar en el futuro.
Porque el futuro para todo el mundo —dependiendo de cuál futuro; pero hay un
futuro (que es el futuro final) que es idéntico para todos— es, en un sentido,
bastante malo. Y ese futuro que es idéntico para todo el mundo es la muerte: mṛtyuḥ sarva-haraś cāham [Bg. 10.34]. Kṛṣṇa dice en
el Bhagavad-gītā con palabras
muy tajantes: “Yo soy la muerte que todo lo devora”. Y lo dice así para que
entendamos que nadie, ninguno de nosotros, puede salvarse de eso (de la
muerte).
Recuerdo en este momento: nuestro
maestro espiritual, Śrīla Prabhupāda, en los últimos días de su permanencia en
este mundo, se encontraba postrado por bastantes semanas. Y uno de sus
discípulos (que permanecía junto a su lecho) nos contó que unos días antes,
unas semanas antes quizás... Un discípulo joven en comparación con Śrīla
Prabhupāda. Este discípulo estaba mirando a su maestro, y lo había estado
atendiendo. Y en esa ocasión en particular Śrīla Prabhupāda, de repente, se
quedó mirándolo fijamente a los ojos —recuerda. Fue un momento muy
impresionante para él: Śrīla Prabhupāda se quedó mirándolo a los ojos. Y,
claro, en todo el mundo, en todo el ambiente, el sentimiento era que Śrīla Prabhupāda
se estaba por ir en cualquier momento. Todo el mundo se estaba dando cuenta de
eso y Prabhupāda mismo estaba hablando de eso. Por consiguiente, en ese
momento Śrīla Prabhupāda se quedó mirándolo muy fijamente, y le dijo: “No creas
que a ti no te va a pasar esto”. “No creas que a ti no te va a pasar esto”.
Entonces, es así: a todos nos va a tocar enfrentarnos con la muerte.
Y este Movimiento de conciencia de Kṛṣṇa
es un programa para adiestrarnos: para entender de qué se trata la vida y la
muerte, qué hay antes de la vida y qué hay después de la muerte. Toda esa
información se puede conseguir en estas Escrituras. Y todo comienza, todo ese
conocimiento empieza con el Bhagavad-gītā.
Y en ese contexto, podemos entender mejor este verso. Porque el devoto de Kṛṣṇa
también realiza actividades, pero las realiza con un estado de conciencia tal
que esas actividades no le producen reacción. Las actividades de alguien con
un estado de conciencia materialista le producen reacciones, y esas reacciones
lo atan a este mundo material; lo atan a la conciencia mediante la cual se
sufre en este mundo material. Pero el devoto de Kṛṣṇa, gracias a que dedica
todas sus actividades a Kṛṣṇa y no trata de disfrutarlas de un modo egoísta, no
trata de disfrutar del fruto de sus actividades de un modo egoísta, sino que
le ofrece todo el fruto de sus actividades a Kṛṣṇa, entonces, esa persona se
mantiene muy libre de todo tipo de cautiverio material. Y ése es el significado
de este texto: “Abandonando todo apego a los resultados de sus actividades,
siempre satisfecho e independiente, él no ejecuta ninguna acción fruitiva,
aunque está dedicado a toda clase de actividades”.
Los devotos de Kṛṣṇa —aquellas
personas que siguen esta filosofía, que viven esta filosofía— son muy activos.
También realizan actividades, pero el propósito de ellos es diferente del
propósito de la persona materialista. Y ése es el significado de este texto.
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