Bhagavad-gītā 1.14
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Todas las tradiciones religiosas teístas hablan de Dios, pero no todas invocan la misma imagen de Dios. Algunas tradiciones religiosas retratan a Dios como un supremo universal enojado que sentencia a la condenación eterna en las llamas del infierno a todos aquellos que no se dedican exclusivamente a Él. Tales nociones pueden tener una utilidad contextual limitada; pueden crear en las personas el temor de la ira de Dios y, por lo tanto, impulsarlas a obedecer sus mandamientos de moralidad básica.
Sin embargo, cuando tales nociones se presentan como no contextuales sino universales, alienan a las personas reflexivas tanto emocional como intelectualmente. Emocionalmente, las personas sensibles sienten repulsión por la estrechez de miras y la venganza de un Dios dispuesto a castigar a todos por el único delito de negarse a creer en una interpretación particular de un dogma particular que pretende ser la revelación completa y final de Dios. Intelectualmente, están consternados por la crudeza de agrupar a todos los no creyentes en una categoría mayorista de condenados al infierno sin tener en cuenta el condicionamiento cultural individual o la evolución espiritual.
El Bhagavad-gītā comienza revelando (1.14) una concepción diferente y refrescante de Dios: Kṛṣṇa en el papel de un auriga (chofer) de Arjuna, que representa a la humanidad. En el Gītā, Kṛṣṇa no está sentado en una alta nube moral juzgando a la humanidad, sino que acepta el papel de asistente de la humanidad. Él está persuadiendo a la humanidad para que elija un curso moral prudente al delinear lógica y filosóficamente las opciones disponibles para nosotros y sus consecuencias inherentes e inevitables.
Las preguntas nada sentimentales e intrépidas de Arjuna y las respuestas lógicas y filosóficas de Kṛṣṇa revelan un Dios que respeta la inteligencia humana. El Gītā revela un sofisticado sistema multinivel de profundización de la sabiduría y exaltación de la adoración que Kṛṣṇa crea y sostiene para proporcionar a todos los humanos un espacio, aunque sea gradual, en la vía espiritual progresiva. Lejos de condenar para siempre a los no creyentes, Kṛṣṇa siempre se esfuerza por redimirlos. Pasando por alto el odio hacia Él que impregna su corazón, Él, como la Súperalma, reside en ese mismo corazón esperando las veinticuatro horas del día la oportunidad de romper el hielo de su incredulidad.
Tal Dios es Kṛṣṇa. Aprender a amarlo es la experiencia más gratificante de la vida.
En el bando opuesto, tanto el Señor Kṛṣṇa como Arjuna, que se encontraban en una gran cuadriga tirada por caballos blancos, hicieron sonar sus caracolas trascendentales.– Bhagavad-gītā 1.14
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