Bhagavad-gītā 2.40
Supongamos que recibimos una enorme herencia, pero con una estipulación peculiar: una fecha de caducidad ineludible. Si la despilfarramos, disminuirá de forma natural. Incluso si lo invertimos en algún sitio, se transfiere a otra cuenta, donde también caduca pronto. Si un área de inversión puede hacer que ese tesoro sea nuestro para siempre, ¿no estaremos ansiosos por invertir allí?
Extrañamente, no estamos demasiado dispuestos a invertir con prudencia el tesoro que todos recibimos al nacer — el tesoro del tiempo en forma de nuestra limitada esperanza de vida. Esta riqueza de tiempo se agota con cada día que pasa, de hecho, con cada momento que pasa. Podemos dejar que nuestro tiempo se disipe en cosas triviales. O podemos utilizarlo para diversos fines materialmente valiosos; es como transferir el dinero a otra cuenta, pero incluso esa cuenta tiene fecha de caducidad. Todo lo material que conseguimos se pierde con la muerte; aunque hagamos cosas materialmente buenas, el bien resultante sigue siendo finito.
Entonces, ¿dónde podemos invertir mejor nuestro tiempo? En conseguir un activo que sea más sustancial y sostenible. Ese activo es nuestra propia conciencia cuando se apega a lo eterno. Ese apego se produce a través del crecimiento espiritual, en el que primero comprendemos que somos almas eternas y partes de un todo eterno, y luego nos esforzamos por vincular nuestra alma con el todo, nuestro Señor que todo lo ama. Esa vinculación puede hacerse tanto a través de actividades directamente devocionales como a través de la infusión de un estado de ánimo de servicio en todas nuestras actividades.
Mediante esa inversión devocional, obtenemos el tesoro del amor divino que nunca se pierde ni disminuye, que se convierte en nuestro activo eterno (Bhagavad-gītā 2.40). En última instancia, nos lleva a una vida de amor eterno con nuestro Señor.
Conclusión:
Cada día que pasa nos roba el tesoro del tiempo, a menos que lo utilicemos para crear el tesoro del amor divino.
Piénsalo:
- ¿Qué tesoro heredamos todos al nacer?
- ¿Cómo perdemos nuestro tesoro cada día?
- ¿Cómo podemos aprovechar mejor nuestro tiempo?
En este esfuerzo no hay pérdida ni disminución alguna, y un pequeño adelanto en esta senda puede protegerlo a uno del peligro más temible de todos. - Bhagavad-gītā 2.40
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