Bhagavad-gītā 2.40
Atesoramos nuestras pertenencias, sobre todo las que tienen un gran valor económico o un gran significado emocional. Muchas personas van incluso más allá y hacen de sus pertenencias el principal objetivo de su vida y su identidad.
Sin embargo, por mucho que apreciemos nuestras pertenencias, ¿cuánto tiempo pueden pertenecernos? Como mucho, toda la vida. A menudo, ni siquiera tanto. El paso del tiempo las devalúa, incluso las diezma. O son arrastrados por las vicisitudes del mundo. Las catástrofes naturales, como los terremotos, pueden despojar en un momento a miles de personas colectivamente. O terremotos más pequeños dentro de nuestros cuerpos -ataques de corazón, por ejemplo- pueden, en un instante desgarrador, desposeernos individualmente.
Aunque en el fondo sabemos que nada nos pertenecerá por mucho tiempo, nos sentimos impulsados a poseer.
¿Por qué? Porque nuestra naturaleza es poseer. Sólo tenemos que encontrar la pertenencia que no nos defraudará, que nos pertenecerá para siempre.
¿Existe tal pertenencia? Sí, existe responde la sabiduría del Gītā. El Bhagavad-gītā (2.40) señala este activo eterno– el progreso que hacemos en el camino hacia la trascendencia; la atracción que cultivamos hacia la realidad espiritual, en última instancia, hacia Kṛṣṇa. El tiempo ni siquiera puede agotar, y mucho menos diezmar, nuestros créditos espirituales; permanecerán con nosotros vida tras vida, aumentando cada vez que realicemos más actividades espirituales. Eventualmente, su balance acumulativo nos energiza con una irresistible atracción hacia Krisna. Esta atracción transforma nuestro viaje vital, que deja de ser una persecución condenada de pertenencias irrecuperables para convertirse en una peregrinación decidida hacia el amor eterno por Kṛṣṇa.
Y perseguir esta posesión espiritual no requiere que renunciemos a nuestras pertenencias materiales. Si las utilizamos al servicio de Krisna sin encapricharnos de ellas, pueden convertirse en ayudas, no en obstáculos, en nuestro avance espiritual.
En este esfuerzo no hay pérdida ni disminución alguna, y un pequeño adelanto en esta senda puede protegerlo a uno del peligro más temible de todos. - Bhagavad-gītā 2.40
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