Nuestras convicciones son mucho más importantes que nuestras posesiones


Bhagavad-gītā 16.13-14

El mundo nos define por nuestras posesiones: lo que vestimos, dónde vivimos, qué conducimos, por ejemplo.

Sin embargo, esas cosas son externas a nosotros, están en la periferia de nuestra identidad esencial… a menos, claro, que permitamos que definan nuestra propia concepción de quiénes somos.

Una identidad basada en las posesiones es inestable, porque las cosas materiales van y vienen, muchas veces por factores totalmente fuera de nuestro control. Esta inestabilidad puede llevar a algunas personas a extremos tan desesperados que terminan dejando todo de lado con tal de conseguir más dinero. El Bhagavad-gītā (16.13-14) indica que las personas impías, obsesionadas con el dinero, pueden llegar incluso a herir o matar, solo para alimentar su autoimagen.

Quizás estos extremos perversos nos parezcan ajenos, pero la necesidad de tener una autoimagen respetable no lo es.

La sabiduría del Gītā nos ofrece una base estable para construir nuestra identidad: el conocimiento de que somos almas espirituales. Cuando comprendemos que ni siquiera somos nuestro cuerpo —mucho menos las cosas asociadas a él—, podemos permanecer tranquilos incluso si perdemos posesiones materiales.

La verdad de que somos almas es una realidad inmutable, pero nuestra convicción en esa verdad no lo es.

Las convicciones basadas en las Escrituras pueden llegar a nosotros después de años, décadas o incluso vidas enteras de búsqueda. Y pueden desvanecerse en mucho menos tiempo si no las cuidamos mediante el estudio regular de las Escrituras y la compañía de personas que compartan nuestras convicciones. En comparación con el daño de perder posesiones materiales, el daño de perder nuestras convicciones puede ser mucho más profundo y duradero.

Por eso, nuestras convicciones basadas en las Escrituras son tan importantes como nuestras posesiones. De hecho, son nuestras posesiones más valiosas.

Proteger y fortalecer nuestras convicciones merece tanto —o más— tiempo, reflexión y esfuerzo que el que dedicamos a proteger nuestras pertenencias materiales. Después de todo, los frutos de invertir en nuestras convicciones perduran por mucho más tiempo... por toda la eternidad.

La persona demoníaca piensa: “Hoy tengo toda esta riqueza, y ganaré más siguiendo mis ardides. Todo esto es mío ahora, y en el futuro irá aumentando cada vez más. Aquél era mi enemigo y lo he matado, y mis otros enemigos también serán matados. Yo soy el señor de todo. Yo soy el disfrutador”. - Bhagavad-gītā 16.13-14

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