Capítulo Dos: Prema-vivarta

La belleza y los atributos trascendentales del Señor Caitanya acaparan mis recuerdos; mi corazón gime y mi pecho se inflama y convulsiona. Entre incesantes lágrimas el deseo de escribir domina todo otro pensamiento. Tomo la pluma y escribo haciendo a un lado mi temor y mi vergüenza.

Yo soy un paṇḍita —erudito— sólo por designación. No poseo verdaderamente ningún conocimiento, sin embargo tengo un fuerte anhelo de escribir sobre los pasatiempos trascendentales de Śrī Caitanya Mahāprabhu.
Una vez Svarūpa Dāmodara Gosvāmī me preguntó: “¿Qué estas escribiendo, Paṇḍitjī?”. Yo le respondí: “Sólo escribo acerca de lo que me es más querido. Deseo escribir en secreto los pasatiempos de Śrī Caitanya Mahāprabhu que están en mi memoria”.
Svarūpa Dāmodara Gosvāmī dijo: “Entonces escribe acerca de las características maravillosas del Señor. El mundo entero podrá obtener el mayor beneficio por leer eso”.
Yo le dije: “No se lo que es beneficioso para el mundo. Voy a escribir sobre lo que a mi me gusta”.

Entonces, conociendo mi excentricismo, Svarūpa Dāmodara Gosvāmī se marchó. A solas, me siento, medito en el Señor y escribo acerca de Sus pasatiempos. Personalmente, fui testigo de muchos de los pasatiempos del Señor, porque siempre he estado con Él. Algunas de estas cosas las escribo de acuerdo con mi propia personalidad.
Recuerdo a mi Señor, y mi mente y mi corazón se llenan de gran melancolía por Su ausencia, y mis ojos se deshacen en incesantes lágrimas. Escribo sobre Sus actividades en el orden con que vienen a mi mente.
Una vez el Señor, bromeando, me dijo: “Tu has sido por mucho tiempo la principal reina de Dvārkā, mientras que Yo soy un mendigo. ¿Por qué Me sirves? Podrías conseguir cientos de renunciantes como Yo para servirles”.
Yo le respondí: “Déjate de bromas y engaños. ¿Por qué no dices que soy simplemente una sirvienta a los pies de Śrīmati Rādhārāṇī? Le has robado el color a mi querida Rādhārāṇī; por eso eres un ladrón y yo he de capturarte y enviarte de regreso a la tierra de Vraja.
“Mi único deseo es servir a Śrīmati Rādhārāṇī, pero Tú me quieres mandar a la lejana Dvārakā, todo esto es pura astucia de Tus pasatiempos. Conozco de sobra Tus actividades de renunciante. Tú solamente quieres engañarnos y privarnos del servicio a Śrīmati Rādhārāṇī, para quedarte Tú solo con el servicio a Sus pies de loto”.

¡Oh, qué maravillosos son los pies de loto del Señor Caitanya! Son el tesoro más preciado en mi servicio devocional. ¿Adónde se ha ido, dejándome abandonado como un miserable solitario? Él se ha marchado, ¿y yo aún vivo? ¡Me desespero, sufro en esta terrible agonía de la separación!
Una vez, en nuestra niñez, tuvimos una riña en la escuela. Sintiéndome muy triste y herido me senté en la ribera del Ganges en Māyāpura y lloré por el resto del día y durante toda la noche. Mi Señor, el más misericordioso de todos los amos, fue a verme al despuntar del alba acompañado de Gadādhara Paṇḍita, y me llamó, gritándome: “¡Jagadānanda, esta ira no conduce a nada! ¡Vamos, háblanos, no seas tan obstinado!”.
Mi ira se esfumó con sólo ver Su extático rostro, y Le pregunté: “¿Por qué has venido en la oscuridad de la madrugada? Los caminos de Nadia están llenos de piedras. Debe haber sido una gran dificultad para Ti caminar a esta hora. ¿Has hecho todo eso tan sólo por mí?”.
El Señor dijo: “Ven, vámonos. La noche ha terminado. Ve a tu casa y come algo. Comprendo tu tristeza. También yo he ayunado todo este tiempo y dormí directamente sobre el piso de piedra.
“Gadādhara Paṇḍita vino a Mi casa, y juntos hemos venido a buscarte. Es bueno que hayas dejado tu insolencia. Ahora ve a tu casa, mañana podremos gozar de nuestros juegos de nuevo”.
Tomando los pies de Gadādhara me incorporé lentamente, pues me era imposible desatender la instrucción de mi Señor. Luego fui a la casa del Señor, comí un poco y me acosté a descansar por unas cuantas horas.
En la mañana, la madre Śacī y Jagannātha Miśra me dieron arroz y leche y me mandaron a la escuela con el Señor. Después de las clases fuimos a mi casa, y el Señor y yo nos sentamos y comimos juntos.
El amor que se siente por el ser amado después de haber reñido es como néctar puro, y yo sentí un intenso éxtasis. El Señor dijo: “Es por amor extático que t ú y Yo nos enojamos, pero nuestro amor aumenta con cada desacuerdo”.
Mi Señor Gaurāṅga es como la Luna. Sin adorarlo a Él, la vida no es más que una serie de ilusiones, pero por prestarle servicio devocional, uno puede experimentar un éxtasis supremo. El Señor es la magnanimidad personificada, y por eso ¿quién puede olvidarlo? Él incesantemente otorga misericordia a Sus sirvientes.
El Señor Caitanya es mi amo y señor. Nunca dejaré Su amparo. Él es el Señor de mi corazón. Quien pronuncia Su nombre  se vuelve mi amigo más querido y yo corro a abrazarlo.
¡Oh, Señor Caitanya!, Tú eres el tesoro más preciado de mi corazón. Rehúso ver la cara del infiel que nunca glorifica el nombre del Señor Caitanya; y si por casualidad veo el rostro de alguien que ha olvidado al Señor o irrespetado Sus pies de loto, se me arruina todo el día.
He de golpear con un palo a quien ofrezca respeto a algún otro sannyāsī, si no respeta a Śrī Caitanya Mahāprabhu; y pondré fuego en la boca de quien hable de cosas mundanas y frívolas, sin prestar atención al néctar de los pasatiempos de Śrī Caitanya Mahāprabhu.
Si por complacer al Señor Caitanya he de pasar tribulaciones, estoy dispuesto a enfrentar una angustia eterna; y si mi Señor renuncia al placer y a la alegría, entonces me ahogaré en un océano de pena.

Un día, cuando estaba yo completamente absorto en mis juegos, mi Señor entró en el denso bosque de la ribera del Alokānanda Gaṅgā. Gadādhara Paṇḍita y yo rápidamente nos percatamos y lo seguimos, mientras que un hermoso loro nos observaba desde la rama de un florido y fragante árbol de bakula.
El Señor vio al loro, y tomándolo en Su mano le dijo: “Tú eres el hijo de Vyāsadeva, así que debes hacernos una recitación de las glorias de Śrī Rādhā y Kṛṣṇa y acrecentar nuestra bienaventuranza”.
El loro, haciendo caso omiso de las palabras del Señor, comenzó a cantar: “¡Gaura-Hari!”. El Señor, fingiendo enfado, arrojó al loro por los aires.
El loro continuó cantando: “¡Gaura! ¡Gaura!” y empezó a danzar. Al escuchar la maravillosa canción del loro, de inmediato sentimos la ebullición de las emociones extáticas. El Señor de nuevo habló: ¡Oh, loro!, ésto es Vṛndāvana. Canta fuerte los divinos nombres de Rādhā y Kṛṣṇa para que todos puedn escucharlos”.
El loro respondió: “Vṛndāvana ha sido transformada ahora en Navadvīpa, y yo veo a Rādhā y Kṛṣṇa en la forma de Gaura-Hari. Yo soy un loro de este bosque, que sobrevive cantando el santo nombre de Gaura. Tú eres mi Kṛṣṇa, y aquí Gadādhara es mi Rādhārāṇī”.
Ofrezco mis postradas reverencias a los pies de aquellos que recuerdan los exquisitos pasatiempos de Śrī Caitanya Mahāprabhu.

Para mí, Śrī Gadādhara y Śrī Caitanya son Rādhā y Syama, y yo veo las treina y dos millas cuadradas (ochenta y tres kilómetros cuadrados) de Navadvīpa-dhāma como una réplica exacta de Vṛndāvana. Quien quiera que haga distinciones entre el Señor Kṛṣṇa —el hijo de la madre Yaśodā—, y el Señor Nimāi —el hijo de la madre Śacī— ha de ser evitado como el veneno.
Aquel que no puede ver Vṛndāvana en Navadvīpa es un tonto carente de lógica, cuya vida es solamente una carga para él.

Yo siento un amor incondicional por quien adora el santo nombre, la santa morada y los maravillosos pasatiempos y características de Śrī Caitanya Mahāprabhu.
Nadie, ni siquiera aquel que haya nacido en Bengala, sentirá jamás atracción en su corazón por los nombres, la morada y los pasatiempos trascendentales de Śrī Rādhā y Kṛṣṇa, si primero no se refugia en la forma, el nombre, los extáticos pasatiempos y la sublime morada del Señor Caitanya, todo lo cual es de naturaleza trascendental.