Cuando el ser viviente desea disfrutar separado de Kṛṣṇa, de inmediato la
potencia ilusoria del Señor (māyā) lo
atrapa en sus garras. Cautiva de māyā,
el alma se confunde y actúa como si estuviera poseída por una bruja.
El alma, o jīva, al olvidar su
posición constitucional perfecta y pura como sirvienta eterna de Kṛṣṇa, se
vuelve esclava de māyā. En esta
condición vaga eternamente en el mundo material, de un cuerpo a otro.
El alma pasa por muchos nacimientos. A veces es un rey; a veces un
ciudadano común. A veces es un brāhmaṇa;
a veces, un śūdra, un humilde obrero.
A veces estará sufriendo y a veces estará gozando. A veces nace como insecto y
a veces está en el cielo. Otras veces vuelve a esta Tierra y otras veces va al
infierno. A veces nace como semidiós, a veces como demonio; a veces es el amo y
a veces es el siervo.
Si en su vagar vida tras vida por el mundo material, la entidad viviente se
encuentra por casualidad con una persona santa, recibe entonces el conocimiento
de su verdadera identidad como alma espiritual pura, eterno sirviente de Kṛṣṇa.
Iluminada con este conocimiento, la persona no desea continuar en el enredo
material y se lamenta: “¡Cómo puede haber servido a la ilusión de esta energía
material por tanto tiempo!”.
Se arrepiente amargamente y clama: “¡Kṛṣṇa!, mi Señor, yo soy Tu siervo
eterno. Desde que dejé
el refugio de Tus pies de loto mi vida ha sido una total tragedia”.
El Señor Kṛṣṇa es tan misericordioso que si alguien lo importuna insistentemente
de inmediato lo libera del enredo material. Cuando la jīva se deshace del hechizo opresor de māyā y se esfuerza por prestarle servicio devocional al Señor Kṛṣṇa,
obtiene de nuevo el refugio supremo de los pies de loto del Señor, quien a su
vez la fortalece con Su potencia interna trascendental, y esta sobredosis de la
potencia espiritual del Señor reduce la influencia de māyā sobre la entidad viviente.
Lo único que se debe desear es poder cantar el santo nombre del Señor en
compañía de los santos y puros devotos. Este es el mejor y único medio para
superar la nesciencia.
Yo, Jagadānanda, el sirviente eterno del Señor Gaurasundara, he abandonado
todo otro refugio y me quedo con una sola esperanza: recibir el refugio de los
pies de loto de Śrī Gaurasundara.