ISKCON, Nueva Dvārakā, LA., California
Hoy mi esposa Kuśa
devī, mi hijo Māyāpuracandra y yo, tomamos un gorrioncito que estaba en el
comedero de aves trasero y lo colocamos en una jaula espaciosa, con agua y
comida. Parece enfermo y quizás esté muriendo mas no podía dejar que sucediera
sin tratar de brindarle alguna atención especial. Lo pusimos cerca de un CD que
toca continuamente Hare Kṛṣṇa, en caso que estuviera dejando su cuerpo. Veremos
si se mejora viviendo o muriendo.
A veces, nosotros los devotos quizás no respondemos de
ese modo. Siempre oí que es mejor no enredarse en los asuntos de otras
entidades vivientes. Al fin y al cabo, no somos nuestros cuerpos. Somos alma
espiritual, parte y porción constitucional de Kṛṣṇa y Sus sirvientes. Si servimos
al pájaro quizás debamos tomar otro nacimiento para obtener los beneficios
piadosos de servir a los pájaros. La siguiente historia quizás explique porqué
lo hicimos.
16 de Julio de 1972
Es la primavera de 1973 en Nueva Dvārakā, Śrīla Prabhupāda
hizo sonar su campanilla. Fui de inmediato a su habitación y ofrecí
reverencias. Al levantarme, sus ojos se agrandaron. Mirándome con mucho
interés, señaló el piso cerca de mis piernas y dijo, "¿Ves ese
bicho?" Mirando alrededor por unos momentos, finalmente detecté al pequeño
insecto. Asentí en señal de acuerdo, no teniendo idea de lo que seguiría.
Con una voz muy seria, Su Divina Gracia dijo, "He estado mirando ese insecto por algún tiempo y no se ha movido. Pienso que tiene hambre. Consigue una flor de prasādam y llévalo afuera. Colócalo en una planta para que pueda nutrirse un poco". Hice de inmediato lo que mi muy misericordioso Guru Mahārāja pidió y regresé a las instalaciones del sirviente.
Con una voz muy seria, Su Divina Gracia dijo, "He estado mirando ese insecto por algún tiempo y no se ha movido. Pienso que tiene hambre. Consigue una flor de prasādam y llévalo afuera. Colócalo en una planta para que pueda nutrirse un poco". Hice de inmediato lo que mi muy misericordioso Guru Mahārāja pidió y regresé a las instalaciones del sirviente.
Ninguno de nosotros volvió a referirse al insecto. Fue
meramente otra maravillosa ocasión en la cual él me mostró cuán
indiscriminadamente misericordioso es un devoto puro. Su Divina Gracia no
opinaba que fuera una pérdida de tiempo el mitigar trascendentalmente el
sufrimiento de incluso la más pequeña de las entidades vivientes. Ahora, tan
solo al contemplar el más pequeño de los insectos, me obligo a pensar en mi
amado Śrīla Prabhupāda. Por muy insignificante que pueda ser, si somos
afortunados para obtener la mirada del nitya-siddha,
nuestra vida se verá inmensamente beneficiada.
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