La sannyāsa de Mahāprabhu

En determinada ocasión, Mahāprabhu se volvió muy serio y solemne. Acostumbraba quedarse sentado en un lugar solitario, con la cabeza baja, mientras lágrimas fluían de Sus ojos. Esto hacía que los devotos estuvieran ansiosos. El motivo por el cual Mahāprabhu derramaba tantas lágrimas era que Él notaba que Su incursión para la liberación de las jīvas sufridoras no estaba haciendo el progreso esperado. Él había sido exitoso en atraer a las personas de corazón simple y colocarlas en el camino del bhakti, pero los ateos, los paṇḍitas, quienes se enorgullecían tanto de su erudición y los advaitistas o māyāvādīs, que consideraban ilusoria la Śrī Vigraha del Señor, permanecían sin ser afectados. Además, había quienes eran hostiles a Él, debido a la envidia. Ellos notaron que las personas empezaron a considerarlo Bhagavān y comenzaron a comportarse de esa manera frente a Él. Tales ateos comentaban: “¿Desde cuando Nimāi, el hijo de Śacī, Se volvió Bhagavān? Su felicidad no tiene límite, las ofrendas que las personas vienen a traerle tampoco tienen fin. Todo los días Él come queso, rasagullās y sandeśas hasta empacharse. Anda por la ciudad con un estilo de vida elegante, como si fuese el rey de Nadia. Tenemos que encontrar la forma de hacerle olvidar Su divinidad”.

Un día Mahāprabhu dijo a Nityānanda: “¡Śrīpāda! No puedo acabar con el sufrimiento de las jīvas permaneciendo como un jefe de familia, las personas pierden su fe y sienten envidia de Mí. Ellas están tramando golpearme para darme una lección. Si cometen una ofensa de estas contra Mi, van a terminar condenándose. Voy a tomar sannyāsa y a usar kaupīna, e iré a su casa a pedir donativos usando daṇḍa y kamaṇḍalu. Entonces, su corazón se va a derretir, tendrán fe en Mí y van a hacer hari-nāma. Como un sannyāsī, estaré libre para recorrer el país entero, pavimentando el camino para la liberación de las personas, dándoles hari-nāma”.

Nityānanda sintió como si fuese alcanzado por un rayo. Permaneció algún tiempo mirando a Mahāprabhu y después dijo: “¡Prabhu! No seas tan insensible. Piensa en esto: vas a tomar sannyāsa, a usar kaupīna y a pedir comida de puerta en puerta. Entonces, ¿qué va a ocurrir con Madre Śacī y con Tus devotos, quienes Te aman más que a su vida y alma?”.

Gaurāṅga respondió: “Śrīpāda, tienes razón. Fue a causa de ustedes que he vivido como jefe de familia y he pasado días felices haciendo kīrtana, pero eso no está dando buen resultado. Tú sabes cuantas personas aceptaron el hari-nāma y cuantas personas fueron liberadas de la prisión material. Tú mismo has hecho el voto de liberar a las almas caídas. Ahora, aconséjame por favor. ¿Debo permanecer en casa debido a Mi familia y Mis compañeros, o debo trabajar por la liberación de las jīvas?”.

Nityānanda no pudo responder. Él agachó la cabeza y comenzó a derramar lágrimas. Mahāprabhu tomó esto como el consentimiento para tomar sannyāsa. Él también debía recibir el consentimiento de Madre Śacī y de Viṣṇupriyā. No era una tarea fácil, pero debía hacer algo para obtener el permiso de ellas también.

Una noche Mahāprabhu partió de casa, atravesó el Ganges a nado, y fue para Katwa, donde Se encontró con Keśava Bhārati y tomó iniciación de sannyāsa. Inmediatamente después, Mahāprabhu salió corriendo en dirección a Vṛndāvana, mientras exclamaba: “¡Ah, Vṛndāvana! ¡Ah, Vṛndāvana!”.

Nityānanda, Candraśekhara, Govinda y Mukunda Lo siguieron. Nityānanda exclamó: “¡Prabhu! Espera que Yo también voy!”. Sin embargo, Mahāprabhu estaba tan absorto pensando en Vṛndāvana que no tenía conciencia exterior. Las palabras de Nityānanda no llegaban a Sus oídos. Nityānanda esperaba la ocasión en que la conciencia de Mahāprabhu volviese a ser normal para que, de alguna manera, Lo hiciese regresar, pues ya hacía tres días que Mahāprabhu no Se alimentaba. La oportunidad llegó cuando algunos vaqueritos fueron inspirados a exclamar: “¡Hari bol!”, cuando Lo vieron. Al oír “¡Hari Bol!, Mahāprabhu recobró un poco la conciencia. Percibiendo la presencia de los pequeños, Él dijo gentilmente: “Si, si. Continúen”.

Nityānanda entonces imaginó que Le preguntaría a los pequeños por el camino hacia Vṛndāvana. Hizo un gesto para que uno de los niños se aproxime. Susurró en el oído del pequeño que, si Mahāprabhu indagaba por el camino a Vṛndāvana, él debía apuntar al este, y el plan dio resultado. Después de preguntar a los pequeños la dirección a seguir, Mahāprabhu continuó hacia el este, por la orilla del Ganges. Entonces Nityānanda dijo a Candraśekhara: “Voy a llevar a Mahāprabhu a la casa de Advaita Ācārya en Śāntipura. Ve deprisa a decirle que pronto estaremos llegando por barco sobre esta orilla del río para llevar a Mahāprabhu a su casa. Después ve a Navadvīpa y trae a Madre Śacī y a los devotos para la casa de Advaita”.

Luego, Mahāprabhu llegó a un punto de la orilla del Ganges muy próxima a la casa de Advaita que se hallaba en la otra orilla del río. En ese momento, Nityānanda, quien Lo seguía de lejos sin que Él Lo percibiera, Se aproximó a Mahāprabhu, quien aun no estaba completamente consciente. Nityānanda dijo: “¡Prabhu! Soy Nityānanda”.

Él entonces Lo miró atentamente y dijo: “¿Qué? ¿Śrīpāda?”. Nityānanda respondió: “Si, Tu Nityānanda”. Sintiendo una agradable sorpresa, Mahāprabhu respondió: “¡Śrīpāda! ¿Cómo llegaste hasta aquí?” Nityānanda respondió: “También estoy yendo para Vṛndāvana contigo y estuve siguiéndote”. Mahāprabhu Se alegró al oír eso y dijo: “Has hecho bien en seguirme. Vamos a hacer un bhajana en Vṛndāvana en algún lugar tranquilo. ¿Vṛndāvana está muy lejos de aquí?”.

“Está muy cerca. Mira el río Yamunā allí” —dijo Nityānanda, mientras apuntaba hacia el Ganges. Mahāprabhu quedó alborozado. Preso de bhāva, Él corrió a sumergirse en el río. Después de salir del baño, con la ropa aún mojada, permaneció frente al río y comenzó a recitar una oración en honor del Yamunā. En eso, apareció Advaita Ācārya trayendo nuevas kaupīnas y ropas. Su corazón quedó emocionado al ver a Mahāprabhu en aquella condición. Él se emocionó al pensar que Mahāprabhu —cuyos cabellos ondulados arrebataban los corazones de las personas; aquel a quien las personas llamaban el rey de Navadvīpa, que caminaba con los devotos vestido como un príncipe— ahora estaba frente a él como un renunciado de cabeza rapada, hambriento y fatigado, después de una jornada de tres días sin alimentarse, esperando que Sus ropas se secaran en Su cuerpo, porque no tenía otra muda de ropa.

Advaita descendió del barco y Le prestó reverencias. Intentando reconocer a Advaita, Él dijo: “¿Tú eres Advaita Ācārya, no es así? ¿Cómo fue que apareciste aquí en Vṛndāvana?”. Advaita Ācārya dijo: “¡Prabhu! Ahora estás en la orilla del Ganges, a pesar de que Vṛndāvana sea donde Tú estás”. Al oír lo que Advaita dijo, Mahāprabhu recuperó totalmente la conciencia. Él miró enojado a Nityānanda y dijo: “¡Śrīpāda! Me has engañado. Tú dijiste que Me ibas a llevar hasta el Yamunā y Me has traído hasta el Ganges”. Śrīpāda quedó cabizbajo. Advaita Ācārya dijo: “Prabhu, Nityānanda no Te engañó. Después de Prayāga, el Ganges y el Yamunā corren juntos, el Yamunā corre al oeste del Ganges. Eso es lo que dicen los śāstras. Tú tomaste un baño en el Yamunā y no en el Ganges. Śrīpāda hizo bien en traerte hasta aquí. No has comido nada en tres días. Estás fatigado y exhausto. Acompáñame hasta mi casa, come y descansa, luego ve a Vṛndāvana. Vamos a acompañarte para que llegues con seguridad”.

Mahāprabhu Se calmó. Él vistió la kaupīna y la ropa seca traída por Advaita y entró al barco. Mahāprabhu Se sentó en el medio. Nityānanda y Advaita Ācārya se sentaron a Su lado como seguridad. Ambos estaban extremadamente felices al verlo sano y salvo en medio de ellos. Nityānanda estaba siempre alegre y siempre hacía que los demás danzaran de alegría. Hasta ese momento, Su mar de alegría estaba estancado e inmóvil. Ahora, surgía un viento favorable agitando aquel mar... y las olas de alegría comenzaron a levantarse. En Su buen humor, Él dijo a Advaita Ācārya: “¡Hey Ṭhākura! Estás llevándonos a tu casa. Espero que puedas darnos bastante comida”. Advaita estaba meditativo. Él simplemente asintió con la cabeza. Nityānanda insistió: “Vamos a ver si es cierto. Mira, el Prabhu y Yo no comemos ni una migaja desde hace cuatro días. Pero no te preocupes por el Prabhu. Él estuvo siempre bebiendo premāmṛta (el néctar del prema). Para Él no existe esta cosa de hambre o sed. Yo estoy muerto de hambre. Mi vida está pendiendo de un hilo. Por lo tanto, espero que tu comida sea compatible con Mi hambre”. Advaita Ācārya respondió: “¡Śrīpāda! Estoy tan endeudado contigo por la gran tarea que ingeniosamente me has hecho cumplir, que no sólo voy a darte comida, voy a darte hasta mi vida si así Lo quieres”.

Entretanto, el barco llegó a la orilla este. Para evitar la multitud, que ya se reunía para tener un darśan de Mahāprabhu, Advaita Ācārya se apresuró a llevarlo a su casa y al llegar cerró la puerta. Después que se ofreció el bhoga y fue hecho el ārati, Mahāprabhu y Nityānanda fueron invitados a sentarse a tomar prasāda. Sītā Devī, la esposa de Advaita Ācārya, había preparado un rico menú y todo fue servido en gran abundancia. Mahāprabhu dijo; “¡Ācārya! Has servido una cantidad enorme. Un sannyāsī debe comer sólo aquello que fuera suficiente para su sustento. Por favor, retira el resto”. Advaita dijo: “¡No Prabhu! Este artificio no va a funcionar. Se muy bien que tipo de sannyāsī eres Tu. Allá en Nīlācala comes montañas de bhoga de toda clase. Tu simplemente estás simulando ser un sannyāsī. Por cuatro días no has tomado ni una gota de agua. ¿Cómo puedes decir que comerás sólo un poquito? ¡Tu vas a tener que comer todo, sino voy a verme obligado a cometer suicidio!”.

Mahāprabhu, que es siempre sumiso con Su devoto, tuvo que obedecer. Advaita Ācārya no necesitó decirle nada a Nityānanda. Él estaba feliz de ver que Su hermano menor Se había olvidado de todo con respecto a la orden de sannyāsa (renuncia). De hecho, Nityānanda Prabhu estaba comiendo como un glotón. De esa forma, después de hartarse, dijo: “Se que no debería comer tanto. Hoy también debería ayunar. Pero nadie es culpado por eso. Una persona está obligada a lidiar con lo que está escrito en su destino”.

Advaita comentó: “Tú eres un sannyāsī. Vives de frutas y de hojas. ¿Cuándo has conseguido arroz, cereales y legumbres para comer? Debes agradecer a Tus astros por haber obtenido una refección substancial como la de hoy. Ahora levántate. No es bueno que un sannyāsī coma tanto”. Nityānanda, simulando estar enojado, arrojó arroz y dhal en el cuerpo de Advaita y dijo: “Toma tu arroz y dhal”. Advaita comenzó a danzar de alegría, diciendo: “¡Ja, ja, los restos del avadhūta están impregnados en mi cuerpo! ¡Estoy purificado!” Nityānanda respondió: “Era la prasāda del Ṭhākura. Por llamarla 'los restos de un avadhūta' has cometido una seria ofensa contra la prasāda. Ahora vas a tener que alimentar a cien sannyāsīs como Yo, para expiar esta ofensa”.

Al final de la tarde, los devotos de Advaita Ācārya llegaron y hubo danza y kīrtana como de costumbre. Después del kīrtana, Mahāprabhu fue a dormir. Nityānanda durmió junto a Él. A la mañana siguiente, Mahāprabhu dijo a Nityānanda; “¡Śrīpāda! En Navadvīpa los devotos deben estar debatiéndose con los dolores de la separación por haberme apartado de ellos. Ellos deben estar ansiosos por saber en dónde estoy y cómo Me encuentro. Ve para Navadvīpa, alivia su ansiedad y tráelos para acá”. Nityānanda preguntó: “¿Debo traer a todo el mundo?”. Mahāprabhu respondió: “A todos, excepto uno”.

Nityānanda ya había enviado a Candraśekhara para Navadvīpa. Él también partió hacia allí a la mañana siguiente. Navadvīpa queda aproximadamente unos diez kilómetros de Śāntipura. Después de recorrer la mitad del camino, Nityānanda quedó indeciso. Él comenzó a pensar en cual sería la condición de Śacī y Viṣṇupriyā. ¿Ellas aún estarían vivas o no? Este pensamiento hizo que Él quedara cabizbajo y desanimado. Con gran dificultad continuó la jornada y al llegar a Navadvīpa notó que los pájaros, los animales, los árboles y enredaderas, los pasajes y calles estaban todos en llanto. Cuando llegó cerca de la casa de Śacī se sintió engullido por el silencio del lugar. Él tomó coraje y entro en el jardín. Con voz gentil y apagada, llamó: “¡Ma!, ¡Ma!”. Śacī reconoció aquella voz y corrió para atenderlo, acompañada de Mālinī y otras señoras. Viṣṇupriyā salió a la puerta con Kāñcana. Al ver a Nityānanda allí, triste, silencioso y cabizbajo, Śacī preguntó afligida: “Habla, dime Nitāi, ¿dónde está mi Nimāi?”. “¡Ma, Él tomó sannyāsa! Ahora está en la casa de Advaita Ācārya en Śāntipura. Él Me envió a buscarte para ir hasta allá”.

Ella ya había oído hablar de la sannyāsa de Nimāi a través de Candraśekhara y se desmayó al saber de esto. Al oír la confirmación de Nityānanda, ella se desmayó de nuevo. Al recobrar la conciencia, dijo a Mālinī: “¡Vamos a la casa de Advaita Ācārya!” Pero enseguida dijo: “No, no iremos. No puedo ver a Nimāi como un renunciado. Voy a cometer suicidio arrojándome al Ganges”. Y comenzó a lamentarse: “¡Nimāi! ¡Nimāi!”, y salió corriendo a Śāntipura.

Al saber de la llegada de Nityānanda, muchas personas fueron a la casa de Śacī. Ellas se reunieron alrededor de ella y dijeron: “¡Ma! Espera, está viniendo un palanquín. Debes ir en palanquín. Iremos contigo y vamos a traer a Nimāi devuelta a Nadia”. El palanquín llegó. Muchas personas, devotos y no-devotos, incluso aquellos que eran hostiles a Mahāprabhu, se reunieron para ir a Śāntipura para verlo vestido como un sannyāsī. Mālinī y otras señoras llevaron a Śacī hasta el palanquín. Cuando ella iba a subir, vio a Viṣṇupriyā parada en la solera de la puerta con su amiga Kāñcana, y al ver hacia ella la vio con lágrimas en el rostro. Al verla de aquella forma, Śacī no subió al palanquín y se quedó allí parada cabizbaja. Ella ya estaba llorando, pero ahora las lágrimas comenzaron a caer más profusamente. Las personas no tardaron en comprender lo que ocurría entre ella y su nuera, y el motivo por el cual estaba llorando tan amargamente. Todos comenzaron a llorar. Śacī miró a Nityānanda y los dos quedaron confundidos. Nityānanda también estaba contemplando la escena y comenzó a derramar lágrimas. Aquella era una situación difícil para Él. Él permaneció desorientado por algún tiempo, sin saber qué hacer. Pero Se acordó de las palabras de Mahāprabhu: “Trae a todo el mundo excepto a una persona”.

Con la voz embargada de emoción, pero en un tono firme y alto, dijo: “Prabhu ordenó que no lleve a Śrīmati Viṣṇupriyā”. Śacī quedó atónita. Ella dijo: “Tampoco iré” y prefirió volver y permanecer llorando junto a Viṣṇupriyā. Las personas también quedaron inertes, derramando lágrimas. Viṣṇupriyā dijo a Kāñcana, con la cabeza en su hombro, triste y desesperada: “Toda Nadia está yendo a obtener un darśan de mi Prabhu, soy la única excepción. ¿Qué hice de malo? Mi único error es ser Su esposa, Su ardhāṅganī, Su mejor mitad. ¿Esa es mi buena fortuna o mi infortunio?”.

No obstante, los sollozos y las lágrimas de las personas hicieron que ella recordara las palabras de Prabhu, quien Le había dicho: “¡Viṣṇupriyā! Esta vez he venido para llorar y hacer llorar. Mis lágrimas y las tuyas harán que las personas derramen lágrimas. Sus lágrimas lavarán la suciedad de sus corazones y las volverán aptas para el kṛṣṇa-bhajan. Tu deber es el de cooperar conmigo en esta causa”. entonces ella dijo a Śacī: “¡Ma! Si tú no vas, Prabhu Se sentirá triste. Debes ir. Yo debo permanecer aquí. Él quedará resentido si Le desobedezco”.

Śacī entonces fue a sentarse en el palanquín. Cuando el palanquín llegó a la casa de Advaita, Mahāprabhu vio a Ma saliendo de él. Es costumbre que el sannyāsī no se postre delante de cualquier persona. Pero tan pronto como Ma descendió del palanquín, Mahāprabhu Se postró delante de ella. Ella Lo envolvió con sus brazos y lo besó repetidas veces, bañándolo con las lágrimas de sus ojos. Entonces, Lo hizo sentarse delante de ella y dijo: “Nimāi, ¿qué has hecho? Te has vuelto un renunciado. Ahora debes ir de puerta en puerta pidiendo donativos. Incluso las aves y los animales llorarán al verte. ¿Cómo yo, tu madre, podré soportar eso? Tu has sido tan mezquino conmigo. Al menos podrías haber pensado en aquella pequeña inocente. La has dejado joven, para ser cuidada por Tu madre, que está vieja y es viuda. ¿Qué tipo de religiosidad o de virtud es esa? ¿Sabes lo que ocurrirá con ella? ¿sabes lo que ocurrirá con Tus devotos, si van a vivir o morir sin Ti? ¿Por qué Te has vuelto tan insensible?”.

Prabhu agachó la cabeza avergonzado y comenzó a derramar lágrimas. Después de un tiempo, Él dijo, limpiando las lágrimas: “¡Ma! Nunca podré librarme de la deuda que tengo contigo. Aún después de tomar sannyāsa Mi amor por ti es el mismo. Debo hacer lo que tú decidas, después de la debida consideración. Incluso si dices que debo abandonar la sannyāsa e ir para casa contigo, obedeceré”. Ma se sintió un tanto aliviada. Nityānanda y los otros devotos también se sintieron más aliviados y seguros. Ellos imaginaron que Prabhu ya había prometido cumplir con lo que Ma dijese. Pero, ¿qué diría Ma? Ella diría: “Quieres matarme y mantener esta sannyāsa?”.