Śrīla Prabhupāda Uvāca 18
Carta
a un devoto sobre Śrīla Prabhupāda y el dormir
Śrīla Prabhupāda
habló en repetidas ocasiones acerca del dormir. Al volverme su sirviente por
primera vez, me llamó a su habitación tras tomar una siestita después del
almuerzo. Esto sucedió en el templo de Dallas, cuando Śrīla Prabhupāda fue a
observar la instalación gurukula. Me
preguntó si yo descansaba después del almuerzo. Dije que no. Esto no era algo
que se hiciera en esa época; luego él dijo, "No puedo dormir mucho de una
vez, por eso tomo una siesta después del almuerzo".
Para esa
época yo solo había estado con él unos pocos días, pero su humildad había
capturado mi corazón. En otra ocasión, cuando se aprestaba a descansar en la
noche, me dijo, "Toda vez que voy a descansar pienso, 'Ahora voy a perder
el tiempo' ".
Śrīla Prabhupāda
era tan sorprendente. Tras estar con él por dos años, una cosa supe con
seguridad y es que él nunca, nunca perdió su tiempo. Con 20 años, me costaba un
poco tratar de mantenerme a su nivel, viajando por todo el mundo para animar a
sus discípulos. En esa época contaba con 75 años. A veces, en el paseo de la
mañana, algunos de sus discípulos cabeceaban, mirándose entre sí, preguntándose
cuándo iría él a dar la vuelta para regresar, porque se cansaban de caminar.
En una
ocasión, Śrīla Prabhupāda tomó un vuelo corto desde el JFK. Dado que se trataba
de un avión de dimensión muy ancha, ese jet particular debía tener unos 10
asientos a través-, muchos devotos compraban boletos que los ubicaban en la
misma hilera que a Śrīla Prabhupāda. ¿Quién no querría la oportunidad de
sentarse cerca de su guru? Yo estaba al lado de Śrīla Prabhupāda, -mi deber más
afortunado como sirviente. A medida que el vuelo progresaba, desafortunadamente
algunos de sus discípulos comenzaron a cabecear. Era toda una visión, cabezas
rapadas hacia arriba y abajo, a través de la fila, como los muñequitos con
cabezas que se mueven, puestos en la ventanilla trasera de los automóviles. Prabhupāda
no estaba sorprendido por la exhibición tamásica y me permitió saber sobre
ello. "Mira eso" -dijo, "todos están bien despiertos, excepto
los devotos. Ellos están en Māyā, durmiendo. Todos los demás están despiertos.
Porqué no pueden permanecer despiertos". Por lo general, toda vez que Śrīla
Prabhupāda se dirigía a mí de ese modo, yo me quedaba callado. Temeroso de
decir algo equivocado, algo que quizás lo perturbara más, yo me limitaba a
estar sentado allí y esperar que él se detuviera, sin decir una palabra. Este
era uno de esos casos. Durante mi estadía con Śrīla Prabhupāda, aprendí que no existe
tal cosa como una buena razón. No había un punto que se presentara a Śrīla Prabhupāda
que él no pudiera derrotar, y yo no estaba lo bastante avanzado para hacer que
él comenzara a retarme, sobre un fundamento regular. Por consiguiente, ni
siquiera intenté el argumento que los devotos sólo duermen unas pocas horas en
comparación con los karmīs. Prabhupāda pasó unos minutos más
señalando que incluso los karmīs estaban despiertos, pero que sus
devotos no podían permanecer despiertos. Una cosa es segura. Mi cabeza no se
balanceó en ese vuelo.
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