Unos meses después de sus preguntas a Prabhupāda en Calcuta, Pañcadraviḍa
se le acercó en Bombay y le entregó en la mano un trozo de papel diciendo: —Es
una canción que he escrito.
—Muy bien —dijo Prabhupāda— déjala aquí, ya la veré después—. Pañcadraviḍa
dio gracias a Prabhupāda y se puso de pie para dejar la habitación, pero
Prabhupāda de repente habló de nuevo: —Ven aquí, vamos a ver esto.
Prabhupāda miró entonces las palabras de la canción de Pañcadraviḍa y
dijo: —Entonces... ¿puedes cantar esto?
—Sí, Śrīla Prabhupāda —dijo Pañcadraviḍa—. Tengo una guitarra.
Entonces Prabhupāda le pidió que trajese su guitarra para cantar con él
y su sirviente. Prabhupāda se puso la mṛdaṅga
en el regazo, su sirviente tocó los karatālas,
y Pañcadraviḍa empezó a rasguear las cuerdas para acompañar con su propia voz
la canción devocional que él mismo había compuesto.
Hace cinco
mil años
en este
mismo día
un niñito
azul aparecía
en esta
tierra oscura y llena de problemas,
en este
mundo oscuro y lleno de problemas.
Los hombres
galopaban en pesados caballos
buscando al
niño que había de matar al rey,
buscando al
niño que había de matar al rey.
«Nanda Mahārāja,
en el cuerpo de tu niño
puedo
encontrar treinta y dos signos de fortuna.
Me sorprendo
al pensar
cómo este
niño ha venido a nacer
en una
familia de pastores de vacas.
Cómo este
niño ha venido a nacer
en una
familia de pastores de vacas.»
Prabhupāda sonrió y disfrutó de la canción junto con sus discípulos.
Fuera de la habitación de Prabhupāda, un devoto le dijo a Pañcadraviḍa que
debía considerar que esa había sido la perfección de su carrera como
guitarrista, y que ahora ya era momento de olvidarse de la guitarra. Pero
Pañcadraviḍa conservó su guitarra durante otro mes aproximadamente, aunque los
demás brahmacārīs no apreciaban
excesivamente esto. Llegó un día en que decidió prescindir de ella. Aunque le
había costado doscientos dólares, aceptó, la vendió por cinco dólares a otro
devoto músico. La misma guitarra tuvo posteriores relaciones con Śrīla Prabhupāda
en Māyāpura. El nuevo propietario de la guitarra, un discípulo norteamericano,
por su temperamento violento, había causado considerables trastornos a la
comunidad de devotos, y casi todos los devotos sentían temor en presencia suya.
Prabhupāda oyó diferentes quejas y un día llamó al devoto ante él.
—Tú cantas muy bien —dijo Prabhupāda—. ¿Por qué no viajas por todo el
mundo, junto con tu esposa, cantando para atraer a la gente a la conciencia de
Kṛṣṇa?
Muy animado, el devoto pronto se fue de Māyāpura. Siguiendo la orden de Śrīla
Prabhupāda, se marchó cantando con su guitarra. Aunque los śāstras dicen que nadie puede conocer lo que piensa el ācārya, y aunque Śrīla Prabhupāda nunca
dijo que había alejado a un devoto problemático sugiriéndole que viajase y
cantase, todos los devotos de Māyāpura no pudieron menos que apreciar con qué
maestría resolvía los problemas Śrīla Prabhupāda
Entrevista con Pañcadraviḍa Swami
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