Mahāmāyā, la madre o el origen de este mundo material y los
semidioses delegados, no son más que energías o agentes externos de la Suprema
Personalidad de Dios. Bajo la dirección de la Personalidad de Dios, estos
agentes ejecutan sus respectivas
funciones en la administración de las leyes universales. Ésa es la información
que recibimos del Bhagavad-gītā, en
la que la Personalidad de Dios afirma que sólo bajo Su dirección la energía
material produce este mundo, y que por tanto, toda la administración de los
universos es en última instancia controlada por Él.
La energía interna de Dios es diferente. Eso también se explica en el Bhagavad-gītā: existe otra energía
permanente de Dios que nunca es destruida, ni siquiera después de la
aniquilación de toda la manifestación cósmica. Esa energía interna es
diferente de mahā-māyā, y se denomina
yoga-māyā.
El universo permanente es creación de yoga-māyā.
Aquellos que desean el servicio amoroso puro de la Personalidad de Dios tienen
que implorar por la misericordia de yoga-māyā.
Aquellos que desean la satisfacción de sus propios sentidos o los que desean
volverse uno con el Brahman impersonal porque se sienten desengañados de su
intento de complacer los sentidos, adoran respectivamente a mahā-māyā o a los semidioses regentes.
Las doncellas de Vraja adoraron a yoga-māyā
para obtener como esposo o amante al hijo del rey de Vraja, mientras que otras
personas encuadradas en el sistema del varṇāśrama-dharma
material adoran a mahā-māyā, la
Deidad superintendente del mundo material, para que alivie su aflicción. Existe
un abismo entre los resultados de estas dos variedades de adoración y el
intento de equiparar esas actividades diametralmente opuestas es como la
ictericia del ojo que te lo hace ver todo amarillo. Ésa es la visión de la
persona infectada por la ignorancia.