Personal
Su horario
normal
Prabhupāda seguía su propio horario y sólo en ocasiones se desviaba de
él. A las once o las once y media de la mañana era la hora de su masaje, pero
si tenía invitados y estaba predicando, no se paraba para respetar su horario.
O por la noche, seguía hablando, especialmente en Bombay, con algún miembro
vitalicio o abogado. Pero nunca fue caprichoso en cuestiones de tiempo, o sobre
dónde estar para servir a Kṛṣṇa. Una vez, tras pasear media hora a lo largo de
la playa de Juhu, el Dr. Patel (uno de sus amigos, que se había unido a nuestra
caminata) sugirió que regresáramos. Prabhupāda miró su reloj y dijo que era
demasiado pronto, la Deidad
de Rādhā-Rāsavihārī no daría su darśana
hasta que pasase otra hora. El Dr. Patel dijo: —Si usted regresa temprano, como
es un devoto puro, Kṛṣṇa puede dar Su darśana
más temprano—. Prabhupāda dijo que no había que considerar eso; no podemos
cambiar el horario de las Deidades para que sigan el nuestro.
Él nunca se iba solo, sin devotos acompañándole. Nunca se le oyó decir:
«Me voy unos cuantos días» o «Me voy a resolver un asunto privado que tengo» o
«Voy a tomarme unas vacaciones». Todo se hacía en el mejor momento consciente
de Kṛṣṇa. Incluso en su soledad se le podía oír cuando traducía el Bhāgavatam, o cuando cantaba el mantra Hare Kṛṣṇa en sus cuentas de japa. El silencio de su conciencia pura
no podíamos entenderlo nosotros, pero había vislumbres de ello cuando a veces
nos contaba un sueño que había tenido, o nos revelaba algo que hubiera estado
pensando en soledad.
En 1968, en Nueva York, tras quedarse hasta muy tarde por la noche,
Prabhupāda se levantó y viajó por la madrugada temprano a Boston. Allí escribió
una carta a su presidente de templo en Nueva York, que no había sido capaz de
levantarse la mañana en que Prabhupāda partió hacia Boston. —No me alabes
solamente —escribió Prabhupāda—: también haz lo que yo hago—. Prabhupāda siguió
su horario de un modo considerablemente estricto. Podían golpearle los
acontecimientos, noticias del ataque de algún demonio podían hacer que se
pusiera muy serio, pero aún así, con gran seriedad, iría a bañarse, o tomaría prasāda; a menos que el hecho fuese
excesivo y entonces, por la ansiedad, no iría a comer; o como en una ocasión en
que se quedó toda la noche preocupado por un discípulo líder que daba señales
de desviación seria. Una vez le enseñaron las fotos en color del primer Ratha-yātrā
en Los Ángeles, las miró con placer trascendental durante horas y no recibió su
masaje. La puntualidad era su factor fijo, con esas pequeñas excepciones que
nos enseñaban algo más allá del horario, pero lo común era que se cuidaba de su
programa de rutina.
No daba la imagen estereotipada del hindú que siempre llega dos horas
tarde a cada encuentro. Prabhupāda tenía la costumbre de mirar su reloj, y a
veces, cuando sus sirvientes no estaban listos para partir, salía de la
habitación y se dirigía al automóvil que esperaba, dispuesto a dejarlos atrás.
Pero no tenía la apariencia del karmī,
pies y manos encadenados a seguir un horario impuesto que no le deja libertad.
El Bhagavad-gītā describe los «principios
regulados de la libertad», y Prabhupāda estaba liberado, pero para enseñarnos a
nosotros, y para vivir del modo que era más eficaz para cumplir su servicio,
organizó cada minuto de sus veinticuatro horas. Había un momento en la
madrugada, cuando el aire era más fresco y el vecindario estaba más tranquilo,
que era mejor para darse un paseo para cantar japa. Había un momento —de acuerdo al horario de Sus Señorías— que
era mejor para saludar a las Deidades. Había un tiempo que era mejor para que
los devotos se reunieran, un tiempo apropiado para comer y mantener la salud, y
un tiempo razonable para responder cartas. Para reglamentar a sus hombres a que
se levantasen temprano, él se levantó temprano. Predicó a sus invitados en los
momentos que más les convenían a ellos. De esta manera marcó un horario a sus
actos trascendentales, no por el mero hecho de poner normas sino para llevar a
cabo su servicio a Kṛṣṇa, el mejor, el más constante, para extender y
solidificar su movimiento ISKCON en este mundo.
Satsvarūpa dāsa Goswami
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