Prabhupāda dijo que cuando su maestro espiritual Śrīla Bhaktisiddhānta
Sarasvatī estaba abriendo un centro de conciencia de Kṛṣṇa en Birmania,
acostumbraba a cocinar muy buenos purīs
en ghī, pero todos los inquilinos del
edificio salían tapándose la nariz con la ropa. Se quejaban: —¿Qué es lo que
cocina? ¡Qué olor tan insoportable!—. Pero estos mismos habitantes tenían un
preparado culinario favorito llamado nakil.
En cada puerta ponían un pote muy grande tapado, y todo animal que moría en el
pueblo: perros, gatos, ratas, lo que fuera, lo metían dentro del gran pote.
Después de dos o tres años, los cuerpos se habrían descompuesto, dejando una
sustancia líquida. Colaban el líquido, lo guardaban en una botella, y rociaban
un poquito sobre los alimentos en las ocasiones festivas. Cada vez que abrían
uno de aquellos potes, todo el vecindario se llenaba por días del hedor más
insoportable. A pesar de todo, preferían esto al olor del ghī puro.
—Así pueden ver —dijo Prabhupāda— cómo trabaja la naturaleza material.
Ella los toma de la oreja y los castiga. A ellos no se les permite comer
alimentos buenos. La naturaleza ordena: «Come toda clase de porquerías, como un
cerdo». Tales personas no pueden comer alimentos apetitosos como rasagullās y sandeśas. Prefieren
excremento.
Entrevista con Govinda dāsī
Śrīla Prabhupāda dijo que la única protección para una mujer es el
recato. En la era moderna las mujeres abandonan esta timidez, y eso tiene un
efecto devastador en la sociedad. Śrīla Prabhupāda recordó una experiencia
personal en la que una muchacha casta defendía su modestia contra las burlas de
otra muchacha.
En 1945 Prabhupāda fue testigo de la siguiente escena mientras viajaba en
tren: Una joven se había subido al tren y viajaba para visitar por vez primera
la casa de su esposo. Llevaba el rostro cubierto con un velo, pues seguía la
ceremonia que establece que tras la pubertad y tras el compromiso, la muchacha
va a la casa de su marido llevando regalos de su madre y su padre. Pero una
chica modernizada se burlaba de la muchacha de pueblo; se sentó cerca de ella y
le tiraba del velo. La chica de ciudad hizo esto una vez, y después lo repitió.
Pero cuando lo quiso hacer por tercera vez, la muchacha de pueblo le dio un
bofetón en la cara. —Eso es, has hecho muy bien —dijo Śrīla Prabhupāda, que
estaba sentado cerca en el mismo vagón del tren.
Años más tarde, contando esta historia, Prabhupāda la explicó: —La chica
de ciudad pensaba: «¿Qué tontería es ésta?», y quería criticar. Pero cuando la
otra muchacha le dio un buen bofetón, todo el tren se rió. El recato es la
única protección para ellas. Pero ahora no queda modestia. Ésa es la belleza de
la mujer, pero estamos rompiendo con ello; de este modo no hay belleza, no hay
atractivo.
Clase grabada (29 febrero 1976)
No hay comentarios:
Publicar un comentario