47. La protección para una mujer es el recato



Prabhupāda dijo que cuando su maestro espiritual Śrīla Bhaktisiddhānta Sarasvatī estaba abriendo un centro de conciencia de Kṛṣṇa en Birmania, acostumbraba a cocinar muy buenos purīs en ghī, pero todos los inquilinos del edificio salían tapándose la nariz con la ropa. Se quejaban: —¿Qué es lo que cocina? ¡Qué olor tan insoportable!—. Pero estos mismos habitantes tenían un preparado culinario favorito llamado nakil. En cada puerta ponían un pote muy grande tapado, y todo animal que moría en el pueblo: perros, gatos, ratas, lo que fuera, lo metían dentro del gran pote. Después de dos o tres años, los cuerpos se habrían descompuesto, dejando una sustancia líquida. Colaban el líquido, lo guardaban en una botella, y rociaban un poquito sobre los alimentos en las ocasiones festivas. Cada vez que abrían uno de aquellos potes, todo el vecindario se llenaba por días del hedor más insoportable. A pesar de todo, preferían esto al olor del ghī puro.

—Así pueden ver —dijo Prabhupāda— cómo trabaja la naturaleza material. Ella los toma de la oreja y los castiga. A ellos no se les permite comer alimentos buenos. La naturaleza ordena: «Come toda clase de porquerías, como un cerdo». Tales personas no pueden comer alimentos apetitosos como rasagullās y sandeśas. Prefieren excremento.
Entrevista con Govinda dāsī

Śrīla Prabhupāda dijo que la única protección para una mujer es el recato. En la era moderna las mujeres abandonan esta timidez, y eso tiene un efecto devastador en la sociedad. Śrīla Prabhupāda recordó una experiencia personal en la que una muchacha casta defendía su modestia contra las burlas de otra muchacha.

En 1945 Prabhupāda fue testigo de la siguiente escena mientras viajaba en tren: Una joven se había subido al tren y viajaba para visitar por vez primera la casa de su esposo. Llevaba el rostro cubierto con un velo, pues seguía la ceremonia que establece que tras la pubertad y tras el compromiso, la muchacha va a la casa de su marido llevando regalos de su madre y su padre. Pero una chica modernizada se burlaba de la muchacha de pueblo; se sentó cerca de ella y le tiraba del velo. La chica de ciudad hizo esto una vez, y después lo repitió. Pero cuando lo quiso hacer por tercera vez, la muchacha de pueblo le dio un bofetón en la cara. —Eso es, has hecho muy bien —dijo Śrīla Prabhupāda, que estaba sentado cerca en el mismo vagón del tren.

Años más tarde, contando esta historia, Prabhupāda la explicó: —La chica de ciudad pensaba: «¿Qué tontería es ésta?», y quería criticar. Pero cuando la otra muchacha le dio un buen bofetón, todo el tren se rió. El recato es la única protección para ellas. Pero ahora no queda modestia. Ésa es la belleza de la mujer, pero estamos rompiendo con ello; de este modo no hay belleza, no hay atractivo.

Clase grabada (29 febrero 1976)

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