«Una mañana caminábamos con Śrīla Prabhupāda por el Battery Park de
Nueva York. En aquella mañana en particular, Śrīla Prabhupāda no hablaba. Sólo
nos dijo:
—Canten Hare Kṛṣṇa—. Quiso que cantásemos japa, y él también cantó japa.
Por un golpe de buena fortuna, mi japa
aquel día empezó a salir bien. Así que estaba cantando mi japa con mucho entusiasmo, y Prabhupāda lo apreció. Con sus miradas
me animaba. Era una cosa íntima, confidencial. Yo me sentía extático, y Prabhupāda
me estaba mirando, reconociendo mi éxtasis. Como maestro espiritual mío, él me
animaba, y yo también lo miraba con gran gratitud y reverencia al entender que
todo mi éxtasis en realidad venía de sus pies de loto. Entonces, caminando por
el parque, de pronto comprendí que estábamos en Vṛndāvana. Por misericordia de
Prabhupāda, todo el parque se había transformado en el mundo espiritual. Sentí
que estaba en Vṛndāvana, y a medida que caminaba y cantaba más entusiastamente,
entendí que Prabhupāda, por su misericordia sin causa hacia mí, había manifestado
el mundo espiritual dentro de aquel parque de Brooklyn. Mi éxtasis aumentó al
darme cuenta de que Rādhā y Kṛṣṇa y Śrī Balarāma y los pastorcillos de vacas y
todo estaba de algún modo en aquel parque. Cuando me estaba dando cuenta de
esto, Prabhupāda me miró, y comprendí que me estaba dando su misericordia
especial. De alguna manera tuve esa visión maravillosa, mirándolo con gratitud
cuando él, aprobando mi canto entusiasta, me miró. Por supuesto, mi
entendimiento fue completamente insignificante comparado al entendimiento de
Prabhupāda, pero aún así yo era como su niño, y él me estaba animando en mi
éxtasis.»
Entrevista con Hṛdayānanda dāsa Goswami
«—¡Prabhupāda está aquí! ¡Prabhupāda está aquí!—. Todos corrían fuera
del templo y me uní a ellos. El automóvil acababa de entrar y la puerta se
abrió y salió Prabhupāda. Tan pronto como lo vi por primera vez, allí mismo
pensé «me quiero rendir» Vi a la persona que era todo lo que yo había estado
buscando. Tenía un gusto perfecto, un porte perfecto, todo en él era perfecto.
Yo siempre había estado buscando aquella perfección. Una vez pensé que la
encontraría en el duque de Windsor. Cuando lo vi personalmente, vi que no la
tenía. Pensé que la encontraría en John Kennedy. Fue asesinado. Resultó que no
era tan perfecto. Pensé que encontraría la perfección en Martin Luther King.
Estaba entrando en su movimiento, y entonces lo mataron. Pensé que la
encontraría en Bobby Kennedy. Lo mataron. Todos aquellos que yo pensaba que
tenían la respuesta morían asesinados. Era descorazonador. Siempre pensaba si
esta estrella de cine o este actor o escritor o líder social, alguno de estos
héroes, daría la talla. Pero ninguno lo hizo. Pero tan pronto como vi a Prabhupāda,
tan pronto como salió del coche, el modo en que estaba vestido, el modo en que
caminaba por la acera y entró al templo con un gesto especial en su mano, era
completamente aristocrático. Y yo supe que él era la persona a la que yo podía
rendirme.»
Entrevista con Bhāvānanda Goswami
«Estaba hablando con Śrīla Prabhupāda cuando otro devoto me trajo un
vaso grande con infusión. Yo la acepté, pero Prabhupāda preguntó: —¿Por qué
tomas una infusión?—. Usó un tono de suave reproche. Contesté que la tomaba
porque el devoto me la había ofrecido. Prabhupāda dijo que hay que tomar
infusión si uno está resfriado; de otro modo no se toma. Yo sostenía el vaso de
infusión en la mano, y en vez de dejarlo, miré a Prabhupāda y le pregunté:
—¿Entonces? ¿No lo tomo?—. Yo estaba pensando que no era una cosa
verdaderamente seria, y que a menos que Prabhupāda insistiese de verdad, yo
podía tomarla de todos modos. Prabhupāda entendió mi talante, que yo no me
estaba tomando el asunto muy en serio, así que prefirió ser indulgente y dijo
que por esta vez podía tomar, pero no más. Yo no quería seguir sentado allí y
beber despacio frente a Śrīla Prabhupāda, de modo que bebí el vaso entero muy
rápido. Pero entonces empecé a sentirme culpable.
»Encima, mientras hablaba a Prabhupāda, mi rostro empezó a transpirar
profusamente debido a la infusión caliente, y me sentí incómodo también por
esto. Pero Prabhupāda parecía fluir junto con todo, y yo tuve la fuerte
impresión de que él simplemente me estaba tolerando. Yo sabía que él nunca
comprometía sus principios, y aun así sentí que era muy maravilloso que él
quisiera experimentar nuevas cosas, diferentes cosas, en gente diferente, y que
era una persona muy indulgente y flexible. Consideré que esto era parte de su
grandeza, y creo que esto era principalmente porque yo sabía que él en
realidad, interiormente, no estaba comprometiéndose de ninguna manera. Pero
todos nos sentimos muy agradecidos y aliviados con el modo en que Prabhupāda se
relacionaba con nosotros.»
Entrevista con Mukunda Goswami
«Mi impresión más fuerte era que toda la vida de Prabhupāda era prédica.
Cada centímetro de su cuerpo y cada pizca de su pensamiento estaba dedicado a
predicar conciencia de Kṛṣṇa. Antes de irse a la cama predicaba, y descansaba
pensando en predicar. Tan pronto como despertaba por la mañana temprano, tenía
alguna idea trascendental sobre la prédica. Su vida entera era predicar. Y por
su ardiente deseo de difundir la conciencia de Kṛṣṇa, Prabhupāda manifestó una
personalidad perfecta, porque un predicador tiene que ser muy cuidadoso.»
Entrevista con Yaśomatīnandana dāsa
«Yo no sé cómo pude cocinar para Prabhupāda bajo condiciones tan
austeras. En Bhubaneswar, en diferentes lugares, me ponía a cocinar en una
pequeña choza en el campo. Yo estaba cubierta de hollín, del humo de la leña,
estaba llena de humo, y mis ojos estaban inyectados en sangre, lloraba
constantemente, y no podía abrir la puerta porque toda clase de hindúes se
metían a mirar. Si abría la puerta, se quedarían allí parados y me verían
cocinar, y esto yo no podía hacerlo: era la ofrenda de Prabhupāda. Así que de
vez en cuando, de improviso me ponía de pie, cuando ya no podía respirar ni con
dificultad, y de repente me oías porque prácticamente arrancaba la puerta. La
puerta volaba, abierta, y yo me ponía de pie allí y jadeaba, jadeaba. Intentaba
tomar aire, justo lo bastante para ir adentro a cocinar de nuevo. Kṛṣṇa me dio
el poder para hacer aquello en aquella época, porque yo no creo que nunca haría
de nuevo una cosa semejante, y no sé cómo pude haberlo hecho alguna vez.
»Iba a cualquier lugar donde estuviese Prabhupāda, incluso si no había
medios, y lo preparaba todo y cocinaba para él. Se trata de la asociación con
Prabhupāda. Era algo que está completamente más allá de este mundo material. Yo
no lo pensaba, yo quería esto todo el día. Seguía así, cocinando para él a todo
lo largo de la mañana. Cuando era el momento de servirle, mi sārī blanco ya estaba negro. En mi
rostro había hollín, tenía los ojos rojos, hinchados y abultados de tanto
llorar. Pero cuando iba a la habitación de Prabhupāda con su plato, él ni
siquiera movía una ceja. Era como si pensase que yo llevaba el mejor de los sārīs de seda o algo así. No importaba
qué estuviese ocurriendo, Prabhupāda se mantendría en su posición
trascendental, equilibrado.»
Entrevista con Pālikā-devī dāsī
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