Junio
de 1975; Honolulu, Hawai;
Nueva
Navadvīpa
Esta
mañana, Śrīla Prabhupāda hizo algo diría, inusual. Me llamó a su habitación a
eso de la 1.30 a .m.
Normalmente, Śrīla Prabhupāda hacía otro camino para no molestarme mientras
descanso. En algunos sitios, como el Kṛṣṇa Balarāma Mandira, tenía que pasar
por las habitaciones de los sirvientes para usar el cuarto de baño. Yo siempre
me despertaba al oír sus pies deslizándose al pasar al lado de mi cabeza y
ofrecía instintivamente mis respetos. Él se molestaba conmigo y decía, “No, no,
descansa”.
Fui a su
habitación, medio dormido y ofrecí reverencias. Alcé mi cabeza para ver a un Śrīla
Prabhupāda con la sonrisa de un hermoso niño. También visualicé una pila de
cintas grabadas sobre su escritorio. Él había estado traduciendo y por algún
motivo la máquina no funcionaba. No sé qué había pasado, pero había cintas por todas
partes. No brindó ninguna explicación. Con una sonrisa trascendental, dijo, “Mira
lo que ha hecho la máquina. ¿Puedes arreglarla?”. Pasé la siguiente media hora
enrollando la cinta de vuelta en el carretel y cargándola en la máquina del
dictáfono Uher. Al término de esa tediosa tarea trascendental, replicó
amorosamente, “OK, vé a descansar”.
Nueva Navadvīpa
fue el escenario de un pasatiempo muy peculiar. Al llegar aquí por primera vez,
Śrīla Prabhupāda fue a usar el cuarto de baño. El toilet no fluía con
propiedad. Vino un devoto con cierta experiencia de plomero y lo arregló. Le
explicó a Śrīla Prabhupāda que debido a que los caños no se habían usado por
algún tiempo, no fluía con propiedad. Śrīla Prabhupāda dijo, “Bueno, ¿ahora
funciona?”. El brahmacārī respondió, “Oh,
sí, Prabhupāda. Funciona bien”. Śrīla Prabhupāda no parecía convencido. Dijo, “¿Y
cómo sabes que funciona?”. El devoto contestó, “Lo oprimí y corrió el agua”. Śrīla
Prabhupāda no estaba satisfecho. Dijo, “Vé a la cocina y consigue algo de pasta
de capātī. Haz algunas bolitas y
colócalas en el toilet y si circulan bien, entonces sabremos con certeza que
funciona”. El joven brahmacārī
cumplió con las órdenes de Śrīla Prabhupāda y todos estuvimos felices al ver
que todo funcionaba como debía ser.
Śrīla Prabhupāda, estar con usted nunca era aburrido. Usted me enseñó la forma de no ser atrapado en las palabras de otro. Usted lo dijo muchas veces, “La prueba del pastel, es el sabor”. Ruego por que algún día pueda yo ejecutar algún servicio útil para usted.
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