Capítulo 1: Las cinco verdades esenciales



Sintiéndose atraído por el brillo ilusorio de la naturaleza material, el ser vivo acaba sumergiéndose en el mundo material, el cual está cercado de grandes peligros. De esa forma, habiendo entrado en contacto con el mundo material, el ser vivo originalmente puro termina acondicionándose a su atmósfera inferior y pierde su verdadera conciencia original, iniciando una ardua lucha por la existencia marcada por sucesivos nacimientos y muertes. Estando bajo la influencia de la energía ilusoria, el ser vivo permanece atado a las reacciones de sus actividades y es forzado, por las leyes de la naturaleza, a divagar entre diferentes especies de vida. De ese modo, a veces él es promovido a los planetas superiores donde, debido a su buen karma material, recibe un cuerpo elevado y consigue disfrutar de las delicias celestiales. Habiendo agotado su buen karma, el ser vivo vuelve a los planetas intermedios terrestres y recupera su cuerpo humano, donde se encuentra con las frecuentes dualidades de bien y mal, de placer y dolor, etc. Sin embargo, al no valorar la preciosa forma de vida humana, el ser vivo desafortunado acaba envolviéndose en actividades inauspiciosas y, de esa forma, es transferido a los planetas inferiores, donde nace en cuerpo indeseables y sufre en condiciones profundamente miserables.

Por lo tanto, aunque sea de una naturaleza superior —la energía espiritual eterna— el interés que despertó en el ser vivo de dominar y disfrutar de la energía material, lo fuerza a habitar en diferentes cuerpos constituidos de energía material inferior y lo sujeta a la influencia del implacable factor tiempo, el cual, a su vez, destruye todos sus planes materiales vida tras vida. De esa manera, debido al sufrimiento causado por la existencia material, el ser vivo finalmente llega al punto de recuperar su interés por la vida espiritual, y entonces comienza a indagar sobre la verdadera meta de la vida, volcando su atención hacia el conocimiento espiritual.

En ese auspicioso momento, cuando el ser vivo inicia su jornada rumbo al autoconocimiento, la intemporal filosofía védica asume un papel de vital importancia, pues los Vedas están destinados especialmente a quien desea librarse de las garras de la existencia material y decide recuperar su existencia eterna y plena de felicidad.

Por lo tanto, especialmente en esta era, cuando las personas son descualificadas para estudiar la inmensa vastedad de los textos védicos y tienen una corta duración de vida, el gran sabio Vyāsadeva recopiló el Bhagavad-gītā, donde encontramos a la propia Divinidad Suprema, el Señor Śrī Kṛṣṇa, narrando a Su discípulo Arjuna toda la esencia del conocimiento védico en apenas setecientos versos. De ese modo, al desear transmitir las enseñanzas del Gītā a las generaciones futuras, el Señor Kṛṣṇa hizo que Su eterno compañero, el guerrero Arjuna, representase el papel de una persona absorta en el sufrimiento material y formulase preguntas relevantes acerca de los verdaderos problemas de la vida. En verdad, a través de este diálogo sublime, el Maestro Supremo, el Señor Kṛṣṇa, está invitando a todas las almas sinceras a una jornada maravillosa rumbo al autoconocimiento, para que así puedan rescatar su conciencia original por la fuerza del conocimiento trascendental.

En la introducción del Bhagavad-gītā Tal Como Es, el renombrado autor A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupāda nos brinda una excelente visión sobre el tema completo del Gītā, haciendo una lúcida exposición sobre las cinco verdades básicas incluidas en el contenido completo de la obra: Las entidades vivientes (jīvas), la naturaleza material (prakṛti), las actividades ejecutadas por la influencia de la naturaleza material (karma), el control inevitable del tiempo eterno (kāla), y finalmente el Supremo, o sea, el Controlador Absoluto de los cuatro ítems anteriores (Īśvara).

El texto del Bhagavad-gītā se presenta en la forma de un interesante diálogo ocurrido hace cinco mil años, entre Kṛṣṇa y Arjuna, pocos minutos antes de una batalla devastadora. El poderoso guerrero Arjuna en aquel momento estaba actuando como un general del ejercito de los Pāṇḍavas, el cual representaba la naturaleza divina y actuaba según la voluntad del Supremo. Del otro lado estaban los Kurus, los guerreros impiadosos que actuaban contra la voluntad del Supremo e influenciados por la codicia querían usurpar el reino de los Pāṇḍavas, quienes eran los verdaderos herederos del trono. Además de esto, en aquel momento histórico el propio Supremo, el Señor Śrī Kṛṣṇa, que estaba viviendo en la Tierra y actuando como un amigo de Arjuna, se ofrece para conducir su cuadriga durante la batalla. En verdad, como sabía que Su amigo Arjuna encontraría grandes dificultades al controlar su mente y sentidos, y que, debido a flaquezas del corazón, manifestaría el deseo de abandonar su deber, el Señor Kṛṣṇa quiso acompañarlo para poder iluminarlo con el conocimiento trascendental y fortalecerlo con la determinación necesaria para solucionar sus problemas.

De este modo, constataremos que en el Capítulo Uno del Gītā, Arjuna abandona su arco y flechas y en un momento de completa desesperación, miedo y cobardía, se entrega al desaliento y quiere desistir de la lucha. Siendo reprendido por el Señor Kṛṣṇa, Arjuna reconoce su error pero sintiéndose incapaz de superar sus dificultades solo, pide auxilio al Señor Kṛṣṇa y se posiciona como un discípulo obediente. En ese importante momento, el Señor Kṛṣṇa comienza Sus instrucciones, no solamente para Arjuna sino para todos nosotros que al interactuar en el mundo material vivimos frente a constantes flaquezas y perplejidades materiales. Yendo directo al grano, al asumir la posición de maestro espiritual, el Señor Kṛṣṇa comienza detectando la causa original de todo el sufrimiento de Arjuna: el olvido de su verdadera naturaleza espiritual y la identificación excesiva con el ego falso, es decir, el concepto corporal de vida.

Así como Arjuna, bajo la ilusión del concepto corpóreo de la vida el ser vivo se juzga falsamente independiente y cree que posee una existencia separada del Señor. Tal ilusión que hace al ser vivo creer que posee una existencia separada del Señor es llamada māyā y es la única verdadera causa de las diferentes especies de sufrimientos y ansiedades materiales. Como veremos en los capítulos siguientes, el Gītā nos enseña que el ser vivo es parte integrante del Supremo. De esa manera, así como una partícula de oro también es oro, y una gota de agua exhibe las mismas cualidades encontradas en el océano inmensurable, de igual modo los seres vivos son partes integrantes del controlador supremo, el Señor Śrī Kṛṣṇa, y poseen en cantidad infinitesimal todas las cualidades del Señor Supremo. En otras palabras, porque la tendencia a controlar existe en el Supremo, todo ser vivo es un controlador diminuto y también posee la tendencia de controlar la naturaleza.

Por ejemplo, un pequeña criatura tiene la tendencia de imitar a su madre al verla cocinar. No obstante, ella aun no es siquiera capaz de alcanzar el fuego —esto para no hablar del peligro que una criatura corre al lidiar con el fuego sin la debida habilidad. Por lo tanto, para satisfacer la tendencia de cocinar de la criatura, la madre le regala una cocinilla de plástico y mantiene a su hijo ocupado en hacer comidillas de mentira. Del mismo modo, no siendo consciente de su posición insignificante, el ser vivo manifiesta la tendencia de imitar las actividades del Controlador Absoluto y, de esa manera, desea ocupar Su posición suprema.

Por este motivo, el Supremo decide crear este mundo material a donde lanza a todas las entidades vivientes que desean ocupar la posición de controladores. Bajo las garras de la energía material, el ser vivo cae víctima del ego falso y, bajo el completo control de la energía ilusoria, asume una identidad material temporaria que lo hace sentirse un importante controlador, satisfaciendo así su mentalidad infantil. En otras palabras, a través de este simple ejemplo podemos comprender que este mundo material no es más que un juego creado por el Supremo para que a través de diferentes vidas, el ser vivo se sienta un controlador poderoso y “satisfaga” su aspiración de volverse Dios —aunque todo ello no pase de diferentes juegos infantiles.

Como un científico, por ejemplo, el ser vivo desenvuelve gran conocimiento y consigue controlar diferentes aspectos de la energía material. Como un político exitoso, él asume una posición de gran influencia y consigue controlar diferentes situaciones. Como un gran empresario, el ser vivo es capaz de acumular una gran suma de riquezas y consigue controlar todo el mercado económico y, como un artista habilidoso, él desenvuelve mucha fama y llama la atención de todos, atrayendo a grandes cantidades de personas.

Actualmente, podemos observar que los seres vivos están intentando controlar el espacio o los planetas. Esto se debe a que, como ya dijimos, el ser vivo tiene la tendencia de controlar dado que ella existe en Kṛṣṇa. Sin embargo, tenemos que comprender que a pesar de la tendencia por enseñorearnos de la naturaleza material, nunca seremos el controlador supremo. En otras palabras, el verdadero controlador de la naturaleza es el Señor Supremo. Ella no actúa independientemente sino que siempre está actuando bajo la dirección directa e indirecta del Señor. Por lo tanto, ciertamente, por detrás de los fenómenos maravillosos que ocurren en la naturaleza cósmica hay un controlador, el Supremo. Una persona tonta tal vez crea que un automóvil, por ejemplo, sea capaz de correr sin que un caballo u otro animal lo empuje, pero el hombre sano conoce la naturaleza de la energía mecánica del automóvil y comprende que por detrás de la máquina hay un hombre, un conductor. De manera similar, el Gītā explica que el Supremo es el conductor bajo cuya dirección todo funciona. La naturaleza material es considerada en el Gītā como una energía de carácter inferior, mientras que el ser vivo es considerado una energía de naturaleza superior, y ambas energías están bajo el control del Supremo. La propia naturaleza material está constituida por tres cualidades: la modalidad de la bondad, la modalidad de la pasión y la modalidad de la ignorancia, y bajo la influencia de estas tres modalidades, el ser vivo ejecuta un sin fin de actividades piadosas o impías y queda atado a las estrictas leyes materiales. Además de esto, existe un factor importante —el tiempo eterno— que combinado con las tres modalidades de la naturaleza hace que el ser vivo ejecute sus actividades, las cuales son técnicamente conocidas como karma. La ejecución de tales actividades materiales son comparadas al sembrado de un campo y como existen desde el comienzo del desenvolvimiento del ser vivo en este mundo, son prácticamente ilimitadas, y cuando la simiente de nuestro karma fructifica nos deparamos con el sufrimiento o el disfrute de los respectivos frutos de nuestras actividades.

Bajo el control del tiempo, ésta manifestación material ocurre en un cierto intervalo, permanece por algún tiempo y entonces desaparece. No obstante, este ciclo ocurre eternamente. Por lo tanto, la naturaleza también es eterna, pero para satisfacer los diferentes deseos del ser vivo, ella manifiesta diferentes formas temporarias e ilusorias. En el Gītā aprendemos que esta naturaleza material es la energía separada del Señor Supremo y, de modo similar, las entidades vivientes también son energía del Señor Supremo, aunque no están separadas sino eternamente relacionadas con Él. Entonces, el Señor, el ser vivo, la naturaleza material y el tiempo están todos interrelacionados y son eternos. Solamente el karma es temporario. De esta forma, aunque los efectos del karma sean muy antiguos podemos modificarlos, en el caso de que aceptemos el conocimiento presentado por el Señor en el Bhagavad-gītā y comencemos a ejecutar actividades espirituales.

En Su posición, el Señor Supremo es la conciencia suprema y los seres vivos, como partículas integrantes del Señor Supremo, también son conscientes, pero de manera parcial. Debemos entender claramente que el ser vivo y la naturaleza material son energías del Señor Supremo, pero solamente el ser vivo es consciente. En otras palabras, la naturaleza material no posee conciencia y por ello es considerada una energía inferior —esta es la gran diferencia. A su vez, aunque el ser vivo sea una energía superior del Supremo, “a Su imagen y semejanza”, aun así, ella es conciencia infinitesimal, mientras que el Señor es conciencia infinita. Así, el argumento de que la entidad viviente puede volverse Dios y que además es supremamente consciente es infundado y no encuentra apoyo en los versos del Bhagavad-gītā. La distinción entre el ser vivo y el Señor es explicada claramente en todo el Bhagavad-gītā. Por ejemplo, mientras que el ser vivo está consciente de su propio cuerpo en particular, el Señor está completamente consciente de todos los cuerpos. Porque vive en el corazón de cada ser vivo, el Señor es consciente de todas las actividades groseras y sutiles de las diferentes entidades vivientes. Como el Alma de todas las almas, Él da instrucciones en el corazón de todo ser vivo para que satisfaga correctamente sus anhelos materiales y finalmente pueda volver a Él.

Otra gran diferencia entre el ser vivo y el Señor es que la conciencia del ser vivo puede ser cubierta por las circunstancias materiales, así como la luz reflejada a través de un vidrio colorido aparentemente asume cierto color. Sin embargo, la conciencia del Señor nunca es afectada materialmente. En un día nublado, un mero observador puede pensar que el sol está cubierto por las nubes, pero la realidad es otra. En verdad, el sol es muy poderoso y nunca puede ser cubierto por simples nubes. En otras palabras, así como el sol es responsable por la existencia de las nubes y nunca puede estar bajo el control de ellas, del mismo modo, la naturaleza material es una simple creación del Señor, el cual nunca puede ser afectado por ella. Por lo tanto, cuando viene a este mundo, el Señor Kṛṣṇa lo hace a Su beneplácito y Su conciencia nunca es afectada materialmente. Por ello, Él puede transmitir los trascendentales asuntos del Bhagavad-gītā de manera inmaculada.

Debemos purificar nuestra conciencia materialmente contaminada, pues, en conciencia pura, nuestras acciones serán acopladas a la voluntad del Supremo y experimentaremos la verdadera felicidad. Mientras estemos en este mundo no podremos detener todas las actividades, sin embargo, podemos purificarlas ajustándolas al deseo del Señor. Esto es denominado bhakti-yoga, la devoción amorosa, y es la cualidad original del alma pura en completa conciencia de Dios o conciencia de Kṛṣṇa.

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