Capítulo 5: Kāla, el tiempo



Al aceptar su residencia en el mundo material, la jīva queda bajo el control de kāla, el poderoso tiempo. Este kāla es el representante del Supremo que corroe todas las cosas en este mundo material y hace que todos los planes materiales de las jīvas se vengan abajo.

Por ello, en el Bhagavad-gītā [13.9] el Señor Kṛṣṇa declara que uno de los aspectos más importantes en el proceso de cultivo de conocimiento trascendental es la percepción de que las manifestaciones de kāla en la forma de nacimiento, vejez, enfermedad y muerte son condiciones extremadamente indeseables.

Tal percepción de la situación miserable de la jīva bajo el control de kāla es importante pues ayuda a la persona a desenvolver un gran ímpetu por practicar la vida espiritual y hace que la jīva pierda su interés por obtener diferentes cuerpos materiales. En lugar de ello, la jīva desarrolla el deseo de recuperar su cuerpo espiritual (el cual está absolutamente libre de kāla) y regresar al hogar, de vuelta al Supremo.

De ese modo, el Gītā [10.30] afirma: “... entre los subyugadores, Yo soy el tiempo”.

Las divisiones de las eras

Inclusive el Señor Brahmā, el semidiós responsable por la creación del Universo material, tiene una duración de vida limitada. En verdad, existen innumerables universos y en cada uno de ellos existe un Brahmā específico ayudando al Señor a llevar a cabo la creación material. Él vive apenas cien años, pero desde nuestro punto de vista, sus años son prácticamente interminables. El Gītā [8.17-20] afirma:

“En función de los cálculos humanos, el conjunto de mil eras constituye la duración de un día de Brahmā. Y esa es también la duración de su noche. Al comienzo del día de Brahmā, todas las entidades vivientes (jīvas) se manifiestan del estado no manifiesto, y luego, cuando cae la noche, se funden de nuevo en lo no manifiesto. Una y otra vez, cuando llega el día de Brahmā, todas las entidades vivientes (jīvas) pasan a existir, y con la llegada de la noche de Brahmā son aniquiladas irremediablemente. Mas, existe otra naturaleza no manifiesta, que es eterna y trascendental a esta materia manifestada y no manifestada. Esa naturaleza es suprema y nunca es aniquilada. Cuando todo en este mundo es aniquilado, esa parte permanece tal como es”.

Según el conocimiento védico, la manifestación cósmica está dividida en cuatro eras: Satya, Tretā, Dvāpara y Kali, y, para tener una idea de lo que ello significa, un día de Brahmā tiene la duración de la suma de mil ciclos de cuatro eras, lo cual es conocido como un kalpa. La era de Satya se caracteriza por la virtud y tiene una duración de 1.728.000 años. En la era de Tretā la virtud disminuye y dura 1.296.000 años. En la era de Dvāpara, además de disminuir la virtud, la religión se pierde y los vicios se infiltran, y dura 864.000 años. En la era que vivimos actualmente, la era de Kali, la desavenencia y la irreligión predominan y su duración disminuye a 432.000 años. Si sumamos los años de las cuatro eras y los multiplicamos por mil veces, tendremos un kalpa, o en otras palabras, un día de Brahmā —este mismo número le corresponde a su noche. Desde nuestro punto de vista, por lo tanto, los cien años de Brahmā representan 311 trillones y 40 billones de años terrestres. Así como los seres vivos son creados en el comienzo de la vida de Brahmā, en el final de su vida, todos los seres son irremediablemente aniquilados juntamente con la creación material y permanecen por un tiempo en un estado inmanifiesto. Y solamente cuando un Brahmā específico vuelve a nacer es que se manifiestan de nuevo.

Una persona inteligente no debe perder tiempo ejecutando actividades que la mantengan cautivada por el encanto de esta prakṛti y que la conserven, en constantes renacimientos, dentro de este mundo material. Debe despertar su interés por la morada de Dios, la cual está constituida de energía espiritual superior y está libre de la influencia de kāla, no teniendo nada que ver con la manifestación y la aniquilación de este mundo, que ocurren durante los días y noches de Brahmā.

La morada trascendental

En el texto védico Brahmā-saṁhitā hay una descripción vívida de la morada personal del Señor Kṛṣṇa, donde se describe que esta residencia es conocida como cintāmaṇi-dhama, o el lugar donde todos los deseos son completamente satisfechos.

En el comienzo del Capítulo Quince del Gītā, el Señor Kṛṣṇa recomienda que debemos desenvolver interés por buscar la morada eterna suprema y rendirnos a la Suprema Personalidad de Dios. Enseguida, Él comienza a explicar cómo se efectúa el proceso de rendición y este tema es el punto central del Bhagavad-gītā. Al aceptar el servicio devocional, la jīva atrae la misericordia del Supremo, que es el único que puede otorgarle la liberación.

Como veremos en los versos siguientes [Gītā, 15.5-6] la aceptación del servicio devocional sólo se hace posible para una persona que, debido a la inteligencia, se ha vuelto verdaderamente humilde y se ha librado del orgullo absurdo de juzgarse el señor de la naturaleza material:

“Aquellos que están libres del prestigio falso, de la ilusión y de la falsa compañía, que entienden lo eterno, que han terminado con la lujuria material, que están libres de las dualidades de la felicidad y la tristeza, y que, sin ninguna confusión, saben cómo entregarse a la Persona Suprema, llegan a ese reino eterno. Esa suprema morada Mía no está iluminada por el Sol ni la Luna, ni por el fuego, ni por la electricidad. Aquellos que llegan a ella, nunca regresan a este mundo material”.

En el Capítulo Siete del Gītā encontramos la información de que el necesitado, el afligido, el inteligente y el curioso que ejecutaron actividades piadosas se vuelcan a la adoración del Señor. De un modo general, cuando las dificultades surgen en las vidas de esas personas piadosas, ellas no encuentran otra alternativa además de buscar abrigo en el servicio devocional al Señor. Mientras que aquellos que están acumulando acciones impías no pueden aproximarse al Supremo. Por el contrario, tales personas no piadosas permanecen asociadas a las falsas actividades de la energía ilusoria material y nunca se rinden al Señor.

En verdad, a menos que la persona tenga la misericordia del Señor, no podrá admitir y entender que este mundo material es un lugar peligroso, lleno de calamidades. El síntoma de una persona verdaderamente inteligente es que ella desiste de hacer planes para ajustarse permanentemente a esas calamidades materiales. Al mismo tiempo, tal persona comprende que mientras esté en este mundo tendrá que hacer frente a los inevitables infortunios, los cuales son considerados como estímulos positivos para el progreso en la comprensión espiritual. Comprendiendo su posición como alma espiritual eterna, la persona debe mantenerse trascendental a las aparentes calamidades materiales, las cuales son comparadas a una pesadilla. En un sueño, por ejemplo, un hombre puede tener la sensación de que un tigre lo está engullendo. Ciertamente, él sufrirá por ello. Sin embargo, así como este “tigre”, el sufrimiento material es ilusorio, pues se trata únicamente de una pesadilla. Dado que son ilusorias, las calamidades de este mundo sólo podrán afectar a la persona que no comprendió la naturaleza ilusoria de este mundo material. Aquel que no se rinde al Señor, por lo tanto, no puede comprender la verdadera esencia de este mundo. Se ese modo, en vez de dedicar su vida al Señor, una persona tonta prefiere buscar su felicidad en este mundo lleno de peligros. Ella no tiene información acerca de la morada del Señor, la cual es eterna y plenamente bienaventurada, siendo libre de cualquier vestigio de calamidad.

Este mundo es comparado a un océano turbulento, el cual debe ser cruzado lo más rápido posible. La conclusión es que, mientras estemos en este océano, siempre estaremos en una situación peligrosa, a merced de sus violentas olas. Aunque estemos en un grande y resistente barco, en cualquier momento podrá surgir un imprevisto y tendremos que hacer frente a las situaciones más adversas. Por ello, nuestra única preocupación debe ser cómo atravesar lo más rápido posible este océano de peligros refugiándose en el Señor —el barco más adecuado para cruzar el océano de la ignorancia. El destino final debe ser residir en la morada del Señor, que no tiene nada que ver con el lugar donde existe peligro a cada paso. Dado que, mientras estemos en este mundo, no podremos evitar sus adversidades, debemos, entonces, con o sin ellas, cantar los santos nombres del Señor, especialmente el maha-mantra Hare Kṛṣṇa Hare Kṛṣṇa, Kṛṣṇa Kṛṣṇa, Hare Hare / Hare Rāma Hare Rāma, Rāma Rāma, Hare Hare, y dedicarnos al desenvolvimiento de nuestra conciencia espiritual para regresar al mundo espiritual, donde todo es iluminado por la potencia interna del Señor.

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