Parte I: Las actividades inusuales de Haridās
Haridās obtiene
las bendiciones del Señor Caitanya
Posteriormente, Śrī Caitanya hizo Su advenimiento en Navadvīpa.
Luego de ejecutar Sus pasatiempos infantiles, ingresar en la vida familiar y,
finalmente, aceptar sannyāsa, Él fue a vivir a Jagannātha Purī. Por
consiguiente, innumerables devotos viajaban frecuentemente a Jagannātha Purī
para encontrarse con el Señor. En cierta ocasión, Haridās también partió en
compañía de muchos devotos para encontrarse con Śrī Caitanya, pero, al llegar
a Purī, sintiéndose muy caído, Haridās prefirió no ir directamente al encuentro
del Señor. No obstante, cuando advirtió que Haridās no iba a Su encuentro, el
Señor Caitanya dispuso que los devotos fueran a buscarlo. Al encontrar a Haridās
sentado en un lugar a la vera del camino, los devotos preguntaron: “Querido Haridās,
¿por qué no fuiste al encuentro de Śrī Caitanya?”. Haridās respondió: “Soy un
intocable, pues pertenezco a una casta muy degradada, y no debo ir donde el
Señor Caitanya vive. Por allí circulan los siervos y sacerdotes de Jagannātha y
los demás devotos, y ellos quedarían muy impuros si yo los tocase
accidentalmente. Prefiero buscar un lugar aislado, en algún jardín, para
vivir”.
Al saber esto, Śrī Caitanya fue
personalmente al encuentro de Haridās y extendió los brazos para abrazarlo. Sin
embargo, Haridās suplicó: “Por favor, Prabhu, no me toques, pues soy muy
caído”. Sin considerar las suplicas de Haridās, Śrī Caitanya lo abrazó
diciendo: “¡Haridās! Voy a abrazarte para purificarme con el roce, pues no Soy
tan puro como tú, que vives haciendo millones de yajñas (sacrificios
védicos) y cantando los cuatro Vedas millones de veces cada vez que
cantas hari-nāma. ¿Quién puede ser más puro que tú?”. Aún así, Haridās
prefirió vivir y hacer bhajana en un jardín, a cierta distancia de
Gambhira, donde vivía Śrī Caitanya. Él no iba al templo de Jagannātha para
obtener el darśana de las Deidades, porque se consideraba un musulmán
impuro. Él estaba satisfecho de tener el darśana de la cima del templo,
donde está el sudarśana-cakra. Śrī Caitanya iba a verlo todos los días
después de tener el darśana de Jagannātha, no para darle un darśana
sino para recibir su darśana. Del mismo modo, Govinda, el siervo de Śrī
Caitanya, iba al encuentro de Haridās para darle mahā-prasāda de Jagannātha
todos los días.
En cierta ocasión trascendental, Śrī
Caitanya Se dirigió a Haridās de la siguiente manera: “Entiende, Haridās, que
tu cuerpo es mejor que Mi propio cuerpo y que tu nacimiento es más elevado que
el Mío. Mi corazón Se rompe al pensar que los musulmanes te torturaron. Por lo
tanto, Mi querido Haridās, oye la verdad acerca de ese pasatiempo. Cuando los
musulmanes te golpeaban, mercado tras mercado, Yo no pude soportar tu sufrimiento.
Con mucha ira, tomé mi arma sudarśana-cakra y descendí de Vaikuṇṭha para
cortarles el cuello a esos demonios. No obstante, aunque estuvieran tratando de
acabar con tu vida, tú continuabas con el corazón puro, pensando únicamente en
su bienestar. No los veías como agresores. Al contrario, tú simplemente los
veías como buenas personas. Puesto que orabas constantemente por su bienestar,
Yo no pude actuar contra ellos y, por eso, Mi arma sudarśana-cakra se
volvió impotente. Únicamente a causa de tu deseo, Yo no pude matarlos. Viendo
que estaban golpeándote cruelmente, Yo experimenté personalmente tus dolores y,
de ese modo, acepté los golpes que iban dirigidos a ti como si estuviesen
dirigidos a Mí mismo”. Mostrando marcas en Su cuerpo trascendental, el Señor Caitanya
agregó: “Mira, Haridās, las marcas de esos golpes aún están aquí. Yo
personalmente entré en tu cuerpo, no soportando ver tu sufrimiento”.
El Señor, más que nadie, sabe
glorificar a Sus devotos. ¿Qué no hará Él por la seguridad de Sus devotos? Por
la protección de Sus devotos, Él es capaz de engullir un incendio. El Señor
desea ardientemente volverse el siervo de Sus devotos. El Señor Kṛṣṇa no conoce
nada más allá de Sus devotos. Él considera que ni siquiera todos los incontables
universos juntos se comparan a uno de Sus devotos. Cualquier persona que no
esté satisfecha con los devotos del Señor es un maldito pecador. Su pasado debe
estar lleno de pecados. Oyendo de la boca de loto del Señor Caitanya la
descripción de Su gran misericordia, Haridās cayó inconsciente. Su conciencia
externa partió muy lejos. Él estaba inmerso en la bienaventuranza. Ni siquiera
respiraba. Entonces, el Señor ordenó: “¡Levántate, levántate, oh, Mi Haridās!
Satisfaciendo tus deseos, contempla Mi poder y opulencias”.
Con las reanimadoras palabras del
Señor, Haridās recobró su conciencia externa y no pudo dejar de contemplar la
encantadora forma dorada del Señor. Haridās lloraba, caía al piso y rodaba una
y otra vez. En un momento suspiraba, al siguiente, se desmayaba. Un grande y
maravilloso éxtasis se apoderó del cuerpo de Haridās y, aunque el propio Señor
Caitanya tratara de apaciguarlo, Sus esfuerzos eran en vano.
Haridās, entonces, dijo: “¡Oh,
Padre!, ¡oh, Viśvambhara!, ¡oh, Maestro!, ¡oh, Señor de los universos!, por favor,
sé misericordioso con este pecador. ¡Yo me postro delante de Ti! Yo no poseo
buenas cualidades. Soy bajo y degradado, y ni siquiera pertenezco al varṇāśrama.
Oh, Señor, ¿cómo puedo describir Tus pasatiempos y Tus glorias? Por verme, una
persona se vuelve pecaminosa; por tocarme, una persona debe bañarse
inmediatamente. Tú nunca abandonas a alguien que recuerda Tus pies de loto,
aunque sea como un gusano o un insecto. No obstante, puedes hacer que incluso
un poderoso rey descienda a una existencia inferior, si no se acuerda de Ti.
Con las palabras que acabas de pronunciar, no me estabas describiendo a mí,
pues yo nunca me acuerdo de Ti. En medio de la asamblea entre los Pāṇḍavas y
los Kurus, los pecadores intentaron desvestir a la gran devota Draupadī. En esa
situación tan peligrosa, ella meditó en Tus pies de loto y, por ese motivo,
asumiste el papel de su ropa. Puesto que se acordaba constantemente de Ti, ella
fue protegida y su sāri no tuvo límite. Ciertamente, las personas que
tenían un corazón pecaminoso no pudieron comprender lo que estaba pasando. ¡Oh,
Padre!, aunque sea un pecador que nunca pueda acordarse de Ti, por favor,
concédeme el refugio de Tus pies de loto. Mediante venenos, serpientes, fuego,
agua y piedras, el demonio Hiraṇyakasipu intentó matar a su hijo Prāhlada, mas Prāhlada
era Tu gran devoto y siempre estaba meditando en Tus pies de loto. Por el poder
de tal meditación, él estaba libre de todos los sufrimientos. Temerosos de Durvāsā
Muni, los Pāṇḍavas se acordaron de Ti, y Tú apareciste de repente ante sus
ojos. Dijiste, ‘Yudiṣṭhira, no te preocupes. Mira, Yo estoy aquí. Yo alimentaré
a los sabios. Quédate tranquilo’. Una migaja de alimento quedaba en la cazuela.
Para proteger a Tus devotos, con mucha alegría comiste tal migaja y, en ese
momento, Durvāsā Muni y sus asociados sintieron completa satisfacción, y perdieron
completamente el deseo de comer. Entonces, por el poder del recuerdo de Ti, los
Pāṇḍavas se salvaron. Acordarse de Ti trae resultados maravillosos. Por
acordarse siempre de Ti, cualquier persona se vuelve santa. Esto no es
sorprendente. Tú concedes la liberación a cualquier persona que Te recuerde
constantemente. Ajāmila era muy pecaminoso. Nadie era más pecaminoso que él.
No obstante, por acordarse de Ti, fue dotado de glorias ilimitadas.
Aterrorizado por los Yamadūtas, él amablemente miró hacia el rostro de su
pequeño hijo y por cantar su nombre, se acordó de Tu forma como el Señor Nārāyaṇa.
Cuando él se acordó de Ti, ese gran peligro fue destruido. El recuerdo de Tus
pies de loto trae toda la buena fortuna. ¡Oh, Señor!, por favor, no me
rechaces, aunque no pueda acordarme de Tus pies de loto. ¿Cómo puedo volverme
cualificado para acordarme siempre de Ti? ¡Oh, mi Señor!, sólo te pido una bendición.
Yo no deseo más que una bendición”.
Entonces, el Señor Caitanya,
satisfecho con la devoción de Su devoto, dijo: “Dime, dime, Haridās. No hay
nada que Yo no te dé a ti”. Postrando sus manos en señal de reverencia, Haridās
dijo al Señor: “Señor, soy muy desafortunado. Pero, aún así, tengo un gran
deseo. Deseo que mi alimento sea los remanentes de comida de Tus siervos, que
siempre adoran Tus pies de loto. Déjame en esa posición nacimiento tras nacimiento.
Por favor, permite que el deber prescrito de mi nacimiento sea saborear los
restos de los alimentos de Tus siervos. Permite que el remanente de los
alimentos de Tus siervos sea mi propiedad. Yo soy pecaminoso por nacimiento,
por ello no puedo acordarme de Ti. Por lo tanto, por favor, haz de mi vida un
éxito y permíteme comer los restos de comida dejados por Tus siervos. Existe
una ofensa que aún permanece en mi corazón: yo deseo ser una persona importante
y elevada, y éste no es un buen deseo para mí. ¡Oh, Señor!, ¡oh, Padre!, ¡oh, Viśvambhara!,
soy como una persona muerta. Por favor, perdona mis ofensas. ¡Oh, hijo de Śacī
Devī!, por favor, sé misericordioso conmigo. Vuélveme un perro y deja que viva
en la casa de Tus devotos”.
Haridās estaba saturado con amor y
devoción por el Señor. Una y otra vez, él imploraba con palabras suplicantes.
Su deseo aún no estaba satisfecho. Entonces, el Señor Caitanya finalmente dijo:
“Oye, oye, ¡oh, Mi Haridās!, cualquier persona que se sienta contigo, o que hable
contigo siquiera por una fracción de segundo, ciertamente ha de obtenerme. No
puede ser de otra manera. Cualquier persona que tenga fe en ti, tiene fe en Mí
también, y Yo estoy siempre en el corazón de esa persona. Tú eres Mi maestro y
Yo soy tu siervo. Tú siempre Me mantienes cautivo dentro de tu corazón. Yo te
concederé la bendición de servirme, y a todos los vaiṣṇavas, sin la
menor ofensa y con mucha devoción”.
Cuando el Señor dio esta bendición a Haridās,
un gran sonido de “¡Jaya, jaya!” explotó en el cielo! El nacimiento elevado,
una familia noble y riqueza material no pueden ayudar a nadie a obtener la riqueza
incomparable del amor al Señor Kṛṣṇa. Sólo el deseo intenso de obtenerlo, y
nada más, ayudará a tal persona. Un vaiṣṇava puede hacer su advenimiento
en cualquier familia. ¿Por qué no? Todas las escrituras señalan que un vaiṣṇava
es la mejor de entre todas las personas. La mejor evidencia de ello es el
propio Haridās, que nació en una familia musulmana. Él puede ver el poder y la
opulencia del Señor –cosa que incluso el Señor Brahmā y los semidioses no
pudieron. Cualquier persona que piense que un vaiṣṇava pertenece a
alguna casta es un ofensor. Él tendrá que nacer vida tras vida en condiciones
indeseables. De esa forma, sufrirá. Cualquier persona que oiga estas oraciones
de Haridās ciertamente obtendrá la riqueza incomparable del amor puro por Kṛṣṇa.
Las escrituras dicen esto: Cualquiera que oiga las narraciones de los devotos
del Señor, obtendrá devoción pura por Kṛṣṇa. ¡Glorias, glorias a Haridās! Recordándolo,
una persona destruye todos sus pecados. Algunos dicen: “Haridās es como el
Señor Brahmā”, y otros dicen: “Él es como Prāhlada”. En cualquier caso, es un
gran devoto del Señor que disfruta de pasatiempos con Śrī Caitanya y Sus asociados.
El Señor Brahmā y el Señor Śiva están siempre felices en compañía de devotos
como Haridās. Todos los devotos ansían tocar a Haridās. La diosa Gaṅgā anhela
que Haridās se sumerja en sus aguas. Para no hablar de tocarlo, la simple
visión de Haridās elimina completamente el karma que aprisiona a las
almas condicionadas.
Incluso naciendo en una familia baja,
un devoto del Señor Viṣṇu debe ser adorado. Todas las escrituras indican esto.
Si una persona nacida en una familia noble no adora al Señor Kṛṣṇa, ¿qué ganó
con su nacimiento? Él será arrastrado hacia el infierno. Así, para ser la
prueba viviente de tales declaraciones, Haridās hizo su advenimiento en una
familia baja. Prāhlada Mahāraja tomó nacimiento como un “demonio” y el gran
devoto del Señor Rāma, Hanumān, tomó nacimiento como un mono. Del mismo modo, Haridās
tomó nacimiento en una familia baja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario