La desaparición trascendental de Haridās



Parte I: Las actividades inusuales de Haridās

La desaparición trascendental de Haridās

Cierto día, Govinda, el siervo personal de Śrī Caitanya, con mucho entusiasmo, fue a llevarle a Haridās los remanentes de comida del Señor Jagannātha, pero, al aproximarse, se encontró con Haridās recostado de espalda y cantando los santos nom­bres pausadamente, con cierta dificultad. Govinda, entonces, trató de animarlo diciendo: “Por favor, levántate y acepta la mahā-prasāda que te traje”. No obstante, Haridās respondió: “Hoy observaré ayuno pues aún no terminé de cantar mi número prescrito de japa. Mas, me trajiste mahā-prasāda, ¿cómo puedo rechazarla?”. Por lo tanto, aceptando una porción pequeñita, Haridās comió ofreciéndole oraciones.

Al día siguiente, el propio Señor Caitanya visitó a Haridās y le preguntó: “Haridās, ¿estás bien?”, a lo que respondió: “Aunque mi cuerpo esté bien, mi mente e inteligencia no están nada bien, pues estoy perdiendo la capacidad de completar mi voto de cantar los santos nombres”. El Señor Caitanya replicó: “Ahora que has envejecido, puedes reducir tu voto diario de cantar los santos nombres. Ya estás liberado, y por ello no necesitas seguir muy estrictamente los principios regulativos. Tu papel en esta encarnación es liberar a las personas en general. Predicaste suficientemente las glorias de los santos nombres en este mundo. Por ello, reduce por favor el número fijo de veces que cantas el mahā-mantra Hare Kṛṣṇa”.

Haridās, entonces, dijo: “Hazme el favor de oír mi verdadera súplica. Nací en una familia inferior, y mi cuerpo es muy abominable. Vivo ocupado en actividades impuras. Por consiguiente, soy el hombre más bajo y condenable. No debo ser visto ni tocado, pero, aún así, me aceptaste como Tu siervo. Esto implica que me liberaste de una condición infernal y me elevaste a la plataforma de Vaikuṇṭha. Mi querido Señor, eres la Personalidad de Dios, completamente independiente. Actúas por Tu libre y espontánea voluntad. Haces al mundo entero danzar y actuar como mejor Te parece. Desde hace mucho tiempo tengo un deseo. Creo que muy brevemente, mi Señor, concluirás Tus pasatiempos en este mundo material, y espero que no me muestres ese capítulo final de Tus pasatiempos. Antes que llegue el momento, deja, por favor, que mi cuerpo caiga delante de Ti. Deseo sostener Tus pies de loto sobre mi corazón y ver Tu rostro de luna. Con mi lengua cantaré Tu santo nombre, ‘¡Śrī Kṛṣṇa Caitanya!’ Ése es mi deseo. Por favor, permite que abandone mi cuerpo en esas circunstancias. ¡Oh, muy misericor­dioso Señor!, si por Tu misericordia esto fuera posible, por favor, cumple mi deseo. Deja que este cuerpo, de nacimiento infe­rior, caiga ante Ti. Tú puedes concretar la perfección de todos mis deseos”.

Śrī Caitanya dijo: “Mi querido Haridās, Kṛṣṇa es tan misericordioso que Se ve en la obligación de ejecutar todo lo que deseas. Pero toda la felicidad que siento depende de tu compañía. No es justo que te marches y me dejes de lado”. Aferrando los pies de loto de Śrī Caitanya, Haridās dijo: “Mi Señor, no crees una ilusión. ¡A pesar de ser tan caído, ciertamente debes concederme esa misericordia! Mi Señor, existen muchas personalidades respetables, millones de devotos que son dignos de sentarse en mi cabeza. Todos ellos son útiles en Tus pasatiempos. Por lo tanto, si un insecto insignificante como yo muere, ¿cuál será la perdida? Si una hormiga muere, ¿qué perdida sufrirá el mundo material? Mi Señor, siempre eres afectuoso con Tus devotos. No soy más que un devoto de imitación, no obstante, espero que satisfagas mi deseo. Cuento mucho con ello”.

Como debía cumplir con Sus deberes de mediodía, Śrī Caitanya Se levantó para partir, pero combino que, al día siguiente, luego de ver al Señor Jagannātha, haría una nueva visita a Haridās. Tras abrazarlo, Śrī Caitanya partió para realizar Sus deberes de mediodía, y, con ese fin, fue a bañarse al mar. A la mañana siguiente, después de visitar al Señor Jagannātha, Śrī Caitanya, acompañado por todos Sus otros devotos, Se apresuró a ir a ver a Haridās. Śrī Caitanya y los otros devotos se colocaron frente a Haridās, que, entonces, ofreció sus respetos a los pies de loto de Śrī Caitanya y de todos los vaiṣṇavas. El Señor Śrī Caitanya preguntó: “Mi querido Haridās, ¿cuáles son las novedades?”. Haridās respondió: “Mi Señor, las mismas se resumen a la miseri­cordia que puedas otorgarme”. Tan pronto oyó eso, Śrī Caitanya, en el patio, dio comienzo al canto congregacional. Vrakes­vara Paṇḍita era el principal danzarín. Encabezados por Svarūpa Dāmodara, todos los devotos de Śrī Caitanya rodearon a Haridās e iniciaron el canto congregacional. Delante de todos los grandes devotos, tales como Rāmānanda Rāya y Sārvabhauma Battācārya, Śrī Caitanya comenzó a describir las santas cualidades de Haridās. Mientras describía los atributos tras­cendentales de Haridās, Śrī Caitanya parecía tener cinco bocas. Cuanto más los describía, más aumentaba Su inmensa felici­dad. Al oír sobre tales cualidades trascendentales, todos los devotos presentes quedaron pasmados de admiración. Todos ofre­cieron sus respetuosas reverencias a los pies de loto de Haridās. En ese momento, Haridās hizo que Śrī Caitanya Se sentara delante de él y, entonces, como si fueran dos abejas, fijó sus ojos en el rostro de loto del Señor. Seguidamente, asió los pies de loto del Señor y los colocó sobre su corazón y entonces, tomando el polvo de los pies de todos los presentes, lo colocó sobre su cabeza. A medida que bebía la dulzura del rostro del Señor, Haridās cantaba repetidamente ‘Śrī Kṛṣṇa Caitanya, Śrī Kṛṣṇa Caitanya’ y las lágrimas no dejaban de caer de sus ojos. Mientras cantaba los santos nombres de Śrī Kṛṣṇa Caitanya en pro­fundo éxtasis, abandonó su aire vital y dejó su cuerpo.

Al ver la muerte maravillosa de Haridās, quien, como ocurre con un yogī místico, determinó según su propia voluntad el momento en que debía abandonar el cuerpo, todos se acordaron de la desaparición del abuelo Bhīṣma. A medida que todos cantaban los santos nombres Hare Kṛṣṇa, se produjo un bullicio estridente. Śrī Caitanya quedó dominado por el amor extá­tico y, alzando el cuerpo de Haridās, lo colocó en Su regazo. De esta manera, lleno de amor extático, comenzó a danzar en el patio. Debido al éxtasis amoroso de Śrī Caitanya, todos los devotos quedaron desamparados y, en amor extático, ellos también comenzaron a danzar y a cantar congregadamente. Śrī Caitanya danzó por algún tiempo y, entonces, Svarūpa Dāmodara le informó de otros rituales aplicables al cuerpo de Haridās. Así, levantando el cuerpo de Haridās, lo colocaron en un vehículo que recordaba a un aeroplano; en tales circunstancias, el cuerpo fue conducido hacia el mar, acompañado del canto congrega­cional. Śrī Caitanya iba danzando al frente de la procesión, y Vrakesvara Paṇḍita, juntamente con los otros devotos, cantaba y danzaba detrás de Él. Tras bañar el cuerpo de Haridās en el mar, Śrī Caitanya declaró: “¡De hoy en adelante, este mar pasa a ser un importante lugar de peregrinaje!”. Entonces, todos bebieron el agua que había tocado los pies de loto de Haridās y, a continuación, untaron el cuerpo de Haridās con los restos de la pulpa de sándalo del Señor Jagannātha. Luego de cavar un hoyo en la arena, se colocó allí el cuerpo de Haridās. Sobre el cuerpo, colocaron remanentes del Señor Jagannātha, tales como Sus cuerdas de seda, pulpa de sándalo, comida y ropa. Rodeando todo el cuerpo, los devotos realizaron el canto congregacional, y Vrakesvara Paṇḍita danzó en gran júbilo. Con Sus manos trascendentales, Śrī Caitanya personalmente cubrió de arena el cuerpo de Haridās, mientras cantaba: “¡Hari bol! ¡Hari bol!”. Luego de eso, construyeron una plataforma sobre el lugar y, como protección, se colocó una cerca. Śrī Caitanya cantó y danzó alrededor de toda la plataforma y, a medida que los santos nombres de Hari resonaban, el universo entero se henchía con la vibración espiritual. Después, acompañado de Sus devotos, Śrī Cai­tanya tomó un baño de mar, nadando y divirtiéndose en el agua con mucha alegría. Tras circunvalar el túmulo de Haridās, Se dirigió al portón del templo de Jagannātha. La ciudad entera cantó al unísono, y el sonido estruendoso vibró ciudad adentro. Acercándose al portón del templo, Śrī Caitanya personalmente extendió Su mano y anduvo pidiendo prasādam a todos los comerciantes allí presentes. “Estoy pidiendo prasādam en pro de un festival en honor a la desaparición de Haridās”, decía el Señor, “por favor, hagan sus donaciones”. Al oír esto, todos los comerciantes inmediatamente se adelantaban con grandes cestas de prasādam, entregándolas alegremente al Señor Caitanya.


Luego de los arreglos finales, el Señor personalmente hizo que todos los devotos se sentaran en fila y, ayudado por cuatro devotos más, distribuía a cada devoto una cantidad de prasādam suficiente para cinco hombres. Todos se llenaron de prasādam hasta el cuello, pero el Señor no paraba de decir: “¡Continúa dándoles, continúa dándoles!”. Después que todos los devotos tomaron prasādam y se lavaron las manos y la boca, Śrī Caitanya decoró a cada uno de ellos con una guirnalda de flores y los untó con pulpa de sándalo. Dominado por el amor extático, Śrī Caitanya ofreció una bendición a todos los devotos, la cual oyeron con mucha alegría. Śrī Caitanya dio la siguiente bendición: “Todo aquel que haya presenciado el festival de desapari­ción de Haridās, todo aquel que haya cantado y danzado aquí, todo aquel que haya ofrecido arena al cuerpo de Haridās, y todo aquel que se haya unido a este festival para participar de la prasādam alcanzará muy en breve la misericordia de Kṛṣṇa. Se confirma, entonces, cuán maravilloso es poder ver a Haridās. Siendo misericordioso conmigo, Kṛṣṇa Me dio la asociación de Haridās. Debido a Su completa independencia, Él acaba de deshacer dicha asociación. Cuando Haridās deseó dejar este mundo material, estaba más allá de Mi alcance intentar detenerlo. De acuerdo con su voluntad, Haridās pudo abandonar su cuerpo y partir, exactamente como Bhīṣma, quien, como oímos de las escrituras, en otra ocasión simplemente murió por su propio de­seo. Haridās era la joya más preciosa que adornaba la cabeza de este mundo. Sin él, este mundo queda ahora desprovisto de su valiosísima joya”.

A continuación, dirigiéndose a todos los devotos, Śrī Caitanya dijo: “Digan todos ‘jaya, jaya Haridās’ y canten Hare Kṛṣṇa”.

Diciendo esto, Él mismo Se puso a danzar, mientras todos cantaban: “¡Jaya Haridās, jaya Haridās! Todas las glorias a Haridās, quien reveló la importancia de cantar los santos nombres del Señor”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario