35. Realizaciones: Cautivado por Prabhupāda



En Vṛndāvana hay un devoto llamado Viśāla, que a veces es una fuente de desahogo cómico ya que en su carácter tiene algunos rasgos humorísticos. Una vez vi cómo Viśāla se volvió como un niño delante de Śrīla Prabhupāda y lo complació.

Un día en particular, Prabhupāda estaba dando darśana en su habitación llena de hindúes, y de pronto entró Viśāla caminando con su mujer. Aunque Prabhupāda estaba predicando, Viśāla entró con tal conmoción, que la conversación de Prabhupāda se interrumpió. Algunas personas en la habitación miraron a Viśāla como el causante de la molestia, pero Viśāla continuó y rindió sus postradas reverencias a Prabhupāda en voz muy alta: —¡nama oṁ viṣṇu-pādāya kṛṣṇa-preṣthāya bhūtale śrīmate bhaktivedānta-svāmin iti nāmine!

Mientras Viśāla se volvía al foco de atención en la habitación, yo pensaba, «¡vaya, este chico realmente es algo fuera de lo común!». Luego Viśāla se incorporó y caminó hasta la mesa de Prabhupāda. Llevaba un pequeño canastillo de mimbre cubierto con una tela. Lo colocó delante de Prabhupāda, levantó la tela y exclamó: —¡Mi esposa ha preparado estas simplemente maravillosas para un maestro espiritual simplemente maravilloso!—. Viśāla lo dijo con una sonrisa de oreja a oreja y Śrīla Prabhupāda le respondió también con una gran sonrisa. Entonces empecé a pensar, «cómo me gustaría animarme a hacer algo así algún día. Me gustaría poder ser tan desapegado, tan desinhibido, al menos una vez, como para pararme frente a Prabhupāda y ser capaz de glorificarlo delante de todo el mundo. Si solamente pudiera decir alguna alabanza digna de Prabhupāda...». Porque usualmente yo tenía un gran debate yendo y viniendo en mi mente. Pensaba, «iré y le diré esto a Prabhupāda», pero más tarde pensaba «no, eso no es digno de él». Luego pensaba, «bueno ¿y qué tal esto otro?». Y pensaba entonces, «no, no está lo suficientemente bien». Y normalmente acababa sin decir nada, tan solo un largo silencio, y entonces cualquier oportunidad que tenía de ensalzar a Prabhupāda —el cual es el deber del discípulo— se me escapaba de entre las manos. Sin embargo Viśāla había llegado y lo había hecho de un golpe, sin ningún embarazo. Cuando Prabhupāda sonrió, todas las personas en la habitación se sintieron aliviadas. Al principio, cuando Viśāla había entrado, se había creado un silencio tenso porque él había interrumpido la reunión. Pero ahora, estando Prabhupāda complacido, todos los demás también quedaron complacidos. Entonces Viśāla hizo otra cosa fascinante. Se dio la vuelta y encaró a toda la habitación, abrió el pequeño bolso que llevaba al hombro y sacó algunas revistas De vuelta al Supremo. Empezó a predicar sobre Prabhupāda y sus libros y sobre las De vuelta al Supremo, y siguió adelante distribuyéndolas a todas las personas en la habitación. La cosa fue realizada tan primorosamente, que tenía él a toda la habitación por completo encantada y amigable. Prabhupāda simplemente se reclinó en su asiento y uno podía ver que estaba muy complacido con él. Viśāla continuó glorificando los libros de Prabhupāda y contó cómo los profesores en Occidente habían revisado y comentado los libros. Muchos de los hindúes en la habitación ni siquiera hablaban el suficiente inglés como para seguir todo lo que Viśāla estaba diciendo, pero debido a su ánimo, todo el mundo se sentía relajado. Luego, para terminar el acto, Viśāla hizo otra cosa que realmente barrenó mi mente. Se volvió a Śrīla Prabhupāda y le dijo: —Śrīla Prabhupāda, mi querido maestro espiritual, he leído todos sus libros excepto uno: el tercer volumen del Madhya-līlā del Caitanya-caritāmṛta—. En esa época estaban imprimiendo el Madhya-līlā y la única persona en Vṛndāvana que lo tenía era Prabhupāda, porque se lo acababan de enviar de Occidente. Tras un silencio, Viśāla dijo: —Śrīla Prabhupāda, ¿no me podría prestar el suyo?—. Los devotos en la habitación quedaron anonadados por esta osadía. Pero Prabhupāda simplemente llamó a Nava-yogendra y le dijo: —Dale el Madhya-līlā, volumen tres—. Con esto, Viśāla muy contento tomó el libro y salió tras este maravilloso intercambio con Prabhupāda.
Entrevista con Kuṇḍalī dāsa Adhikārī

Esta reminiscencia de Kuṇḍalī sobre Viśala dāsa es quizá la primera de este tipo en El Néctar de Prabhupāda. No es el recuerdo de su relación directa con Śrīla Prabhupāda, sino su apreciación de la relación de otro devoto con Prabhupāda. Sería bonito que más devotos se animaran a presentar tales reminiscencias para ayudarnos a expandir las historias genuinas, esenciales para El Néctar de Prabhupāda. Esto se halla también en la tradición del paramparā, tal y como en el Caitanya-caritāmṛta los devotos ofrecen sus recuerdos de la relación de otros devotos con el Señor Caitanya. Por ejemplo Kṛṣṇadāsa Kavirāja Gosvāmī nos cuenta la relación especial que Raghunātha dāsa Gosvāmī tenía con Svarūpa Dāmodara y cómo el Señor Caitanya reciprocaba con Raghunātha a través de Svarūpa Dāmodara. Algunos devotos que son reticentes a hablar de su relación con Prabhupāda, estarán más dispuestos a evocar los recuerdos e incluso a apreciar mejor los aspectos de la misericordia de Prabhupāda manifestada hacia todos sus discípulos.

«Un devoto me llevó a ver a Śrīla Prabhupāda —fue en Los Ángeles, en 1968— y entramos en su habitación. Cuando lo vi por primera vez pensé, “debo ser amable con este anciano y decirle algo cortés”. Lo primero que le pregunté fue: —¿Cómo se siente, señor?—. Prabhupāda inmediatamente señaló a sus Deidades y dijo: —Con Rādhā y Kṛṣṇa aquí, ¿cómo podría alguien no sentirse bien?—. No entendí de qué me estaba hablando o qué cosa serían las Deidades. Simplemente me senté allí y él comenzó a hablarme. Después de recibir su darśana quedé impresionado. Tenía unos cien dólares en el bolsillo y pensé que me gustaría hacerle una ofrenda. Así que saqué el dinero y se lo di. Él me abrazó y me tocó la cabeza, y en ese momento sentí que había encontrado a mi verdadero padre.

»Cuando dejé la habitación de Prabhupāda, me fui caminando por las calles pero todo lo que lograba pensar era en cómo hacer para quedarme con Prabhupāda. No tenía concepto alguno de lo que era la conciencia de Kṛṣṇa o el servicio devocional, pero Prabhupāda era una persona tan maravillosa, que con sólo estar con él una hora, mi corazón había quedado totalmente cautivado».
Entrevista con Dīnanātha dāsa Adhikārī

«Cuando vi a Prabhupāda por primera vez yo tenía ocho años. La primera vez que me dijo algo personal fue en un paseo de la mañana por la playa Venecia. Corrí hasta Prabhupāda y le dije: —Prabhupāda he encontrado estas caracolas. ¿Qué debo hacer con ellas?—. Prabhupāda se detuvo, me miró, clavó su bastón en la arena y dijo: —Déjalas y lávate las manos—. Fue sólo una pequeña instrucción, pero yo me sentí muy feliz de que Prabhupāda me hubiera dicho que las dejase y me lavase las manos. Inmediatamente corrí de vuelta al agua, dejé las caracolas y me lavé las manos. Luego regresé y seguí a Prabhupāda. No eran tanto las cosas que Prabhupāda hacía, sino el mismo Prabhupāda quien las volvía maravillosas. Simplemente estar junto a él era no solamente un honor, sino también un placer. Uno quería estar cerca de él, tocarle los pies, escucharlo. Uno quería verlo. Como en el kīrtana, los devotos se hacinaban alrededor de Prabhupāda y tenía que haber un guardaespaldas para abrirle el camino. Lo maravilloso era la forma en que él lo hacía todo.»

Entrevista con Raghunātha dāsa

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