23. Pequeñas gotas de néctar - Escenas de Māyāpura


Escenas de Māyāpura
Cada año en Māyāpura, los devotos cortan caña de azúcar, la exprimen y cocinan el jugo hasta que lo comprimen en gur (azúcar moreno). Un año, la caña de azúcar estaba apilada fuera de la cocina cerca de los āśramas de los gṛhasthas. Muchos de los niños y niñas del gurukula pasaban y tomaban pedazos de caña de azúcar, los masticaban y escupían la pulpa por aquí y por allá. En una ocasión, estos restos de caña de azúcar habían sido barridos y apilados cerca de la pila de caña de azúcar bhoga. Prabhupāda vio la pila de los trozos escupidos, y entonces comenzó a reprender a los devotos, la mayor parte de los cuales eran bengalíes. Les dijo que aunque se hacían llamar hindúes, habían venido al templo simplemente para irse al infierno. Entonces les preguntó qué es lo que había pasado con su cultura para que dejasen trozos escupidos cerca del bhoga de Kṛṣṇa.

Mientras Prabhupāda reprendía a los devotos, un bebé de dos años se acercó caminando y comiendo un trozo de caña de azúcar. Al verlo, un devoto bengalí de sesenta años le quitó la caña de azúcar de la mano y lo regañó. Inmediatamente el niño empezó a llorar. Prabhupāda dijo: —Uṣtādi bochā: Aunque tus ojos eran ciegos, ahora quieres ser el entrenador.

En Māyāpura, los bandidos atacaban el templo. Mezclaban explosivos con pedazos de hierro, y los envolvían con cuerda de yute. El resultado era una bomba del tamaño de una pelota de tenis que podía desmembrar o incluso matar a una persona.

Una noche, mientras Prabhupāda estaba en el templo de Māyāpura, los bandidos atacaron lanzando muchas de estas bombas caseras. Nadie resultó herido, mas al día siguiente Prabhupāda quiso un informe. Jayapatākā Swami le dijo que las bombas habían dejado esquirlas por todas partes, y le explicó la situación. Prabhupāda le dijo que consiguiese algunas pistolas, y contó una historia sobre Nārada Muni.

Nārada Muni una vez tuvo como discípula a una cobra. Después de que la serpiente se hizo discípula de Nārada, abandonó sus peligrosos hábitos. Sabiendo esto, los niños de la aldea la perseguían con palos. La serpiente se sentía muy perturbada. Nārada le preguntó qué es lo que andaba mal, y la cobra le explicó su dificultad. Entonces Nārada le aconsejó que cuando los niños vinieran a agredirla, alzara la cabeza y expandiera su caperuza como si estuviese a punto para atacar. Dijo que simplemente haciendo esto los niños se asustarían y se irían.

Entonces Prabhupāda instruyó a Jayapatākā Swami que consiguiera pistolas y las disparase frecuentemente al aire para asustar a los bandidos.

Los devotos adquirieron dos pistolas, y se dividieron en grupos para hacer guardia por las noches. A veces Prabhupāda se quedaba hasta tarde por las noches traduciendo y salía con una linterna para inspeccionar las guardias. Una vez Prabhupāda apuntó con su linterna a la cara de Śatadhanya Swami. Śatadhanya Swami había estado comiendo capātīs con gur (azúcar moreno). Prabhupāda le preguntó qué estaba haciendo, y Śatadhanya Swami dijo que estaba de guardia. Prabhupāda le cuestionó la respuesta, y Śatadhanya Swami le explicó que había estado fuera todo el día y que los devotos le habían guardado algo de comer. Prabhupāda le dijo que estuviese alerta.
Más tarde, esa misma noche, Śatadhanya Swami estaba patrullando con su pistola. Cuando bajaba las escaleras del templo, de alguna manera sintió que había alguien escondido debajo. Se agachó y enfocó su linterna entre los escalones, y allí estaba Prabhupāda. —¡Prabhupāda! —exclamó Śatadhanya Swami, y ofreció sus reverencias. —Sólo te estaba vigilando    —dijo Prabhupāda.

Entrevistas con Jayapatākā Swami

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