5. Epílogo - Dieciséis párrafos sobre el canto



5
Epílogo
Dieciséis párrafos sobre el canto

Él anhela, temprano en la mañana, pasar sus cuentas en la silenciosa habitación, más sus sueños reflejan una mente errante.

“El santo nombre es Kṛṣṇa Mismo”; él sabe que es cierto, lo ha sabido por más de una década.

A lo lejos escucha un tren, y cerca un ruido; alguien movién­dose; su mano derecha toma el rosario, y el pulgar y el índice toman la primera cuenta con inmediata esperanza.
Cantar con ofensas no puede producir gusto por el santo nombre puro, sólo una sombra del nombre. “Eso es lo que puedo es­perar”, piensa él, pero sabe que el poder del nombre lo puede vencer.

También grandes santos en lugares sagrados como el patio del Templo Rādhā-Damodara, Śrīla Prabhupāda bajo un mosquitero en su habitación de Bombay a las 3 a.m. habiendo recién terminado de dictar los significados del Bhāgavatam —los grandes santos can­tan. Y así otro devoto canta siguiendo sus pasos, sometiéndose pací­ficamente a la orden del guru y sabiendo en su corazón que es cierto. Él preferiría morir que abandonar esto. Pero han sido años; su mente y sus hábitos siguen evitando que el nombre puro penetre en sus oídos.

Incluso la sombra del nombre trae liberación, así como los pri­meros rayos del amanecer espantan a los fantasmas y los ladrones de la noche. “Más, aun vivo en la sombra del nombre”, piensa él. “¿Debo siquiera aspirar a levantarme?”. Permítaseme primero permanecer despierto, libre de deseo ilícito, pronunciando claramente Hare Kṛṣṇa, Hare Kṛṣṇa, Kṛṣṇa Kṛṣṇa, Hare Hare / Hare Rāma, Hare Rāma, Rāma Rāma, Hare Hare. Aun yo puedo ser transformado.

Las cuentas de madera pasan por sus dedos; principia el japa para el diminuto jīva, marcando y clamando por Kṛṣṇa en la soledad antes del alba.

Limpia el corazón del polvo acumulado por muchas vidas; extingue el fuego de repetidos nacimientos y muertes. No es tan fácil. Pero aun el nombre-sombra pronunciado por un devoto sombra, aun el primer paso vale un millón de veces más que cualquier otra cosa.

Tiene sus cuentas debidamente en su mano y el nombre en sus labios. Camina, pero se cansa. Pero si se sienta, se duerme. Dicen que aun el principiante tiene amor por Dios, igual que un mango verde, que es un mango aunque no un mango maduro.

Cansado, se sienta, cabecea, y descubre que su mente ha viajado a través de todo el universo de deseos humanos y subhumanos. Abofetea su imagen mental, y su atención retorna al nombre. Pero ese acto correctivo es ejecutado ad infinitum —¿dónde está la esperanza de que lo corregirá definitivamente? Aun si él no tiene tal esperanza, todavía está la bofetada correctiva, nuevamente, y tiene una voluntad y una resolución firme de corregir una y otra vez. De regreso al nombre, de regreso a Dios.

Tan sólo el pronunciar lo salvará, tal como salvó a Ajāmila. Salen a raudales tantísimos nombres, todos imperfectos de parte del cantor, como productos mal terminados de una línea de ensamblaje defectuosa —y sin embargo cada nombre mantiene su perfección.
Está confuso con su propia recitación desganada; está ilusionado por el ego falso, se tambalea, y busca descanso físico. “¿Cuándo tendré éxito?”.

Él es como un alpinista. Busca a tientas con la mano y trata de levantar su cuerpo, confiando en la firmeza de la delgada saliente de arriba. Su pie tantea, buscando una saliente segura más abajo, tras continúa escalando las escarpadas elevaciones de su mente. La cuerda alrededor de su cintura está firmemente sujetada arriba a lo lejos por el Señor, quien personalmente está levantando el alma — ¿por qué es entonces tan difícil?

Él canta como el guardia que hace su ronda, vigilando la pro­piedad, feliz en sus deberes, vigilando para asegurarse que su voz pronuncie sólo el nombre. Y con su linterna constantemente irrum­pe en la oscuridad de la mente errante. Como un guardia él canta sus rondas.

¡Guías del santo nombre, por favor concédanle la chispa adi­cional de misericordia a los cantores lentos de Tus santos nombres! ¡Ah, pero Tú ya has hecho esto! El Señor Caitanya Mahāprabhu se ha tomado molestias sin límites para liberarnos mediante el método más fácil y sublime. Depende de nosotros. ¡Si rehusáramos ahora! No, es inaudito. Debemos aceptar que no permaneceremos tan caí­dos.


El poeta vaiṣṇava declara que ha de haber sido maldecido por Yamarāja y que por lo tanto no tiene ningún gusto por las prácticas devocionales. Empero, también es cierto que Śrīla Prabhupāda ha venido a rescatarnos de nuestra propia aversión por el bhakti. Por su canto y su baile nos hemos atraído, y por su orden continuamos pa­cientemente, colocando el mahā-mantra sobre nuestra cabeza y as­pirando a servirle.

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