En 1977, la construcción del templo de Bombay marchaba lentamente. En
varias ocasiones Surabhi Swami le dijo a Prabhupāda que los contratistas de
mármol llegarían en 15 días. Śrīla Prabhupāda entonces contó una historia
acerca de un testigo profesional que trabajaba en el juzgado. Este testigo era
llamado repetidamente para varios testimonios, y por esto recibía honorarios.
Cuando estaba ofreciendo el juramento, el testigo siempre testificaba que su
edad era de sesenta años. Un día el juez señaló que durante años este hombre
había estado declarando que tenía sesenta años. El testigo replicó que un
hombre nunca debe cambiar su palabra de honor. De la misma manera, concluyó
Prabhupāda, Surabhi Swami no cambiaba su palabra de honor.
Diario de Tamāla Kṛṣṇa Goswami
En una visita a Teherán (Irán) en 1967, Prabhupāda contó una historia.
El Señor Śiva y su consorte Pārvatī una vez pasaban por una ciudad, disfrazados
como personas ordinarias. De camino se cruzaron con un mendigo en la calle.
—Este pobre hombre está pidiendo limosna —observó Parvatī—. ¿Por qué no
le das algo?
—Aunque le diera caridad, él no sería capaz de disfrutar. Es demasiado
desafortunado—respondió el Señor Śiva. Mas Pārvatī le pidió de nuevo que le
diese algo al mendigo, así que el Señor Śiva asintió: —Toma esto —le dijo al
mendigo y le dio un melón que dentro contenía un gran tesoro de oro y joyas.
Recibiendo el melón, el mendigo pensó: —¿Qué voy a hacer yo con esto?—, y se
deshizo del melón vendiéndolo por unos pocos centavos. Entonces Prabhupāda
explicó que nosotros somos tan desafortunado como el mendigo. Kṛṣṇa nos está
dando el conocimiento perfecto, pero como el mendigo, nosotros no lo estamos
aprovechando.
Conversación en Teherán, 10 agosto 1976
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