Otro tema importante es éste de la
intoxicación. En toda práctica de yoga
se le exigirá al estudiante mantener su cuerpo y mente equilibrados, lúcidos y
sanos. De lo contrario le será imposible tener acceso a las verdades
superiores. El yogi ya está esforzándose
por liberarse de la embriagante ilusión de este mundo, de la influencia de māyā o la energía ilusoria que nos hace
buscar el placer y la verdad en las cosas superficiales y efímeras. Él está
luchando por descubrir su verdadero yo y se aplica seriamente a su búsqueda
interna. No puede haber verdadera realización espiritual donde se permita la
satisfacción de apetitos inferiores como el de la intoxicación. Los maestros de
yoga nos dicen que por intoxicarse el
hombre pierde su capacidad de hacer austeridad y su fuerza de voluntad. No
encontraremos mayor discusión sobre este tema entre los devotos de Kṛṣṇa.
Tristemente algunos cristianos aprueban
el consumo del alcohol diciendo que Cristo tomó vino, y de esta manera abren
las puertas a todo tipo de bebida embriagante, qué decir de los estimulantes
como el té y el café, que crean dependencia, así como también el feo vicio del
cigarro.
Sin embargo ha sido probado que Cristo
nunca tomó vino. El reverendo Alvin V. P. Hart dice a este respecto: «En los
tiempos bíblicos a todo fruto de la vid se le llamaba vino, estuviera
fermentado o no».
Esto es lo que varios estudiosos están
diciendo ahora.
Hay trece palabras en hebreo y Caldeo,
y cuatro en griego. La palabra más común en griego era oinos. Sin embargo, éstas hacían referencia al jugo de uva.
En el Septuagint, la versión Griega de
la Biblia, la palabra hebrea para jugo de uva es traducida treinta y tres veces
como la palabra Griega oinos. Palabra
que también se usaba para indicar otros tipos de jugos, como de dátiles, etc.
Esto es lo que ya está en conocimiento entre los estudiosos del Antiguo
Testamento. El profesor Samuel Lee, de Cambridge, por ejemplo, admite que en
los tiempos bíblicos esta palabra no hacía referencia a un licor intoxicante
producido en base a la fermentación. Más bien se refería a un jugo que se
preservaba por un proceso de ebullición. Por esta razón no debemos pensar que
los profetas bíblicos aprobaron tomar vino. El vino en aquella época consistía
en jugo de uva sin fermentar».
Por otro lado, podemos encontrar varias
citas en la Biblia que nos previenen en contra del vino. No es entonces
correcto pensar que Cristo alguna vez lo hizo.
A modo de ilustración citamos
Proverbios 23,20: «No seas de los que se embriagan con vino, ni de los que se agitan
con carne». Y más adelante en 23,31-32: «No mires el vino: ¡Qué buen color
tiene! ¡Cómo brinca en la copa! Pero a la postre, como serpiente muerde, como
víbora pica». « ¡Ay de los campeones en beber vino, de los valientes en
escanciar licor!». Isaías 5,22. Nuevamente citando al reverendo Hart dice: «Definitivamente
el vino no fue aprobado en los tiempos bíblicos. Aprendemos de la Biblia que
las bebidas intoxicantes crean hábito (Prov.23.35), resultan en violencia
(Prov. 4.17), y a quienes los toman los distraen de Dios (Amos 6.6)».
«El sacerdote y el profeta se tambalean
con la bebida fuerte, están confundidos por el vino, titubean por la bebida
fuerte; sus opiniones se equivocan, y erran al dar sus juicios» (Isaías 28.7).
Cuando el arcángel Gabriel anunció a Zacarías que su esposa daría a luz un niño
le dijo: «El será grande a los ojos de Dios, no beberá vino ni otras bebidas
fuertes. Estará lleno del espíritu, incluso desde el vientre de su madre...». Este
niño desde luego sería Juan el Bautista.
Nos parece que en este punto ambas
tradiciones religiosas, tanto la
Conciencia de Kṛṣṇa como el Cristianismo, pueden darse
nuevamente la mano, a la luz de una misma convicción.
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