20. Solamente eres un poquito ladrón


Prabhupāda usaba términos muy fuertes cuando incriminaba a los materialistas. Los acusaba de ladrones, incluso a los grandes industriales. ­—Todo pertenece a Kṛṣṇa —decía— pero los capitalistas (y los comunistas) se están tomando para sí mucho más de lo que Dios les ha dado—. A veces, cuando los discípulos oían las críticas de Prabhupāda, quedaban preguntándose cómo iban ellos a repetir semejantes cosas a los no devotos. El mismo Prabhupāda habló con hombres de negocios, y en tales ocasiones, los devotos podían ver su brillante forma de explicar a hombres centrados en sí mismos el concepto de īśāvāsya, una sociedad centrada en Dios.
En una caminata matutina alrededor del lago White Rock, los devotos señalaron a Prabhupāda la mansión de uno de los magnates del petróleo más ricos del mundo. La blanca construcción en la amplia propiedad era apenas visible en la distancia, al otro lado del lago. Prabhupāda no lo tuvo muy en cuenta mientras caminaba siguiendo la orilla, que estaba limitada por las altas hierbas de palma que allí crecían, mientras el camino que seguían estaba esparcido con papeles y latas de cerveza. Un devoto contó cómo había intentado acercarse al multimillonario del petróleo para darle el Bhagavad-gītā, pero que el único éxito que había conseguido fue darle una copia a un guardia amistoso que había a la entrada.
—¿Qué le dirían —preguntó Prabhupāda— si de veras les permitieran verlo?
Con Prabhupāda estaban paseando unos diez devotos, y uno de ellos habló.
—Yo le diría que aquí en Dallas tenemos una escuela y que somos verdaderos ciudadanos modelo.
—¿Qué más le dirían? —preguntó Prabhupāda.
Una devota contestó que lo invitaría a visitar el templo, y otro dijo que le llevaría prasāda.
—No —dijo Prabhupāda— le tienen que decir: «Usted es un gran ladrón. Se ha apropiado de una gran cantidad de petróleo que le pertenece a Dios. Por eso ahora tendrá que ser castigado».
Los seguidores de Prabhupāda se sintieron incómodos, al no haberle dado a Prabhupāda una respuesta tan contundente, y estaban también un poco sorprendidos. Mientras proseguía el tranquilo paseo matutino, Prabhupāda dijo que llegaría el día en que el señor de la muerte vendría a buscar al multimillonario del petróleo, y los guardias de la entrada no lo podrían detener. A esa hora, sin tener en cuenta que pudiera ser el hombre más rico del mundo, la muerte se lo llevaría para que afrontase su karma.
No mucho después de la visita de Prabhupāda a Dallas, el multimillonario de Texas murió. Algunos de los devotos recordaron la palabras de Prabhupāda, y cómo nunca fueron capaces de acercarse a aquel hombre. Uno de los devotos que estaban en la caminata era Dayānanda dāsa, que años después recordó vívidamente el episodio completo, cuando fue testigo del trato de Prabhupāda con un rico industrial. 
La escena ocurrió en Māyāpura, y Prabhupāda estaba dando su paseo matutino en la azotea del edificio de residencias. Jayapatākā Swami presentó a Prabhupāda a un destacado industrial que había venido a visitarlo desde Calcuta.
Hablando en inglés, Prabhupāda le dio la bienvenida agradablemente.
—Encantado de conocerlo —dijo Prabhupāda—. Gracias por venir a Māyāpura... Y ¿de qué es su fábrica?
El empresario, un hombre grueso vestido con dhotī, camiseta y kurtā inmaculadamente blancos, habló en voz alta.
—Fabrico vidrio —dijo.
—Hmm —reflexionó Prabhupāda—. ¿Y de qué se hace el vidrio?
El hombre caminaba ahora al lado de Prabhupāda, en compañía de otros devotos y amigos, dando vueltas por la azotea, hablando y contemplando las llanas tierras que rodean Māyāpura.
—De sílice —contestó el hombre—. Y el sílice se extrae de la arena.
—Sí —dijo Prabhupāda— pero ¿a quién pertenece la arena?
El industrial no sólo era un inteligente hombre de negocios, sino que también era piadoso, y pudo entender que Bhaktivedanta Swami, como guru, lo estaba orientando.
—Oh —dijo—, la arena viene de Bhagavān.
Prabhupāda contestó rápidamente: —Oh, ¿entonces usted Le está robando a Bhagavān?
La réplica de Prabhupāda hizo que todos rieran. Incluso el industrial no pudo menos que unirse a la risa. Tras el rápido intercambio, el empresario de Calcuta se fue yendo hacia la parte de atrás del grupo, y otros se adelantaron para presentarle a Prabhupāda algunas preguntas. Él respondía una tras otra, desarrollando a veces diferentes temas o pasando de un tema a otro. Tras pasear durante una media hora, el industrial de nuevo se acercó al frente para otra ronda de preguntas con Prabhupāda. Había estado considerando lo que Prabhupāda le había dicho, y se sentía un poco culpable.
—Swamiji —expuso el hombre—, aunque quizá yo tome la propiedad de Bhagavān, también doy caridad.
Prabhupāda sonrió y contestó: —Ah, entonces solamente eres un poquito ladrón.
Otra vez todos los que caminaban se rieron al oír la última palabra de Prabhupāda sobre el tema. Así mostró Śrīla Prabhupāda la aplicación práctica del consejo teórico que había dado en Dallas.
Entrevista con Dayānanda dāsa; Satsvarūpa dāsa Goswami

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