Śrīla Prabhupāda Uvāca 45
Aeropuerto
de Bangkok
Śrīla Prabhupāda
distribuía su misericordia sin distinción. Tal es la amabilidad del devoto
puro. En un vuelo de la India
al oeste, tuvimos que detenernos en el aeropuerto de Bangkok, y esperar en la
zona de tránsito.
Śrīla Prabhupāda
me dijo, “Consigue mis cosas, voy a darme una ducha”. Fui a la zona de
equipaje, abrí la valija de Śrīla Prabhupāda, tomé su lota, toalla y una muda
nueva de ropa. Me llevó unos minutos, mas al regresar con Su Divina Gracia, él
preguntó, “¿Dónde está el baño?”. Caminamos juntos hacia el baño.
Lamentablemente, no había facilidades para bañarse.
Śrīla Prabhupāda
nunca se descorazonaba fácilmente. Cuando quería hacer algo, no existían los
obstáculos. Sopesando la situación, me dijo, “Está bien, me bañaré con la
pileta”. Se colocó su gumsa y con el
lota en la mano, procedió a derramar agua sobre su cuerpo una y otra vez. Se
lavó con jabón y luego se enjuagó. Yo estaba parado a su lado, mirando
asombrado, mientras él se refrescaba. Era completamente trascendental a todas
las otras actividades que sucedían en torno suyo.
Mirando
desde un rincón del cuarto de baño, se hallaba un asistente. Su rostro mostraba
desagrado por el trabajo extra que se le creaba. No tenía idea que estaba
siendo bendecido por un Paramahāmsa. Estaba logrando la oportunidad de hacer
labor de pūjārī
por la misericordia sin causa de Śrīla Prabhupāda.
Cuando Śrīla
Prabhupāda terminó, le alcancé una toalla. Se secó y se colocó un dhoti y kurta limpios. Al terminar, salimos juntos del cuarto de baño. El
asistente se acercó a mí. Obviamente se estaba quejando, aunque yo no tenía
idea de lo que me estaba diciendo. Mientras esto ocurría, Śrīla Prabhupāda se
reía. Saliendo, dije, “Śrīla Prabhupāda, creo que está un poco desconcertado”. Śrīla
Prabhupāda replicó, “¡Oh, bien! ¡Yo tenía que bañarme, me sentía muy cansado!”.
Estar con Śrīla
Prabhupāda en un viaje, era siempre una aventura increíble. Él nunca sintió la
necesidad de ajustarse a ninguna convención social. En los aviones, usaba la
sala de descanso cuando estaba encendida la luz del cinturón de seguridad.
Tomaba prasādam donde a nosotros no
se nos permitía depositar nuestras bandejas. Si alguien le decía algo, lo
ignoraba. Entonces, se dirigían a mí y yo me encogía de hombros, y decía, “No puedo
hacer nada”. Se iban inevitablemente derrotados, realizando que no eran
adversarios para una persona de Vaikuṇṭha.
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