19. Casera japonesa


Durante una visita invernal al Japón, Prabhupāda se hospedó en una casita cuyas paredes eran de papel. El casero proporcionó un brasero de querosén, pero sólo calentaba un área reducida. Prabhupāda se envolvió en su cādar de lana gris y continuó traduciendo el Bhāgavatam en las frías primeras horas de la mañana, pero hizo notar que se encontraba muy incómodo. Cuando los devotos fueron a pedir al casero otra estufa, la esposa de éste puso inconvenientes. El casero acabó encontrando otro brasero que tenía de reserva, pero los gases del queroseno hacían que el aire de la habitación se volviese demasiado irrespirable. Además, por toda la casa había olor a excremento. En aquel vecindario el sistema de desagüe era abierto: tenía que venir un camión con aspirador y absorber el contenido de las fosas sépticas. Pero el camión llevaba, como mínimo, una semana sin venir. Llenos de ansiedad al ver las molestias que tenía que soportar su maestro espiritual, los devotos acudieron al casero y le rogaron que, por favor, eliminase aquel hedor de alguna manera. El hombre era humilde y muy transigente; además respetaba a Prabhupāda como líder espiritual. Consintió en limpiar él mismo las fosas, valiéndose de cubos de mano. Pero la esposa del casero puso inconvenientes otra vez, que su marido tuviese que hacer un esfuerzo tan extraordinario, humillante, para acomodar a Śrīla Prabhupāda. De todos modos el hombre lo hizo, y el mal olor desapareció. La última tarde que Prabhupāda pasó en la casita de papel, dio una clase pública. La casa tenía un piso y un entresuelo con apariencia de escenario. El asiento de orador se puso en esta plataforma, junto con un micrófono. El chalecito estaba lleno de invitados. Śrīla Prabhupāda dirigió el kīrtana y después empezó a leer en inglés, que por lo menos podían entender algunos de los que escuchaban. Pero a mitad de la charla, la esposa del casero, una señora japonesa pequeña, de mediana edad, entró en la casa y se puso a chillar llena de ira. Algunos devotos se adelantaron para detenerla, pero ella los esquivó. Llegó hasta el estrado, se subió a él y siguió gritando al lado de Śrīla Prabhupāda, haciendo gestos feroces y alborotando la reunión. Prabhupāda le preguntó a un invitado quién era esa señora y qué le ocurría, y oyó que era la dueña de la casa y que estaba enfadada con Prabhupāda porque había hecho limpiar las fosas sépticas a su marido. Cuando comprendió, Prabhupāda mostró una sonrisa. Se inclinó hacia adelante y habló por el micrófono, como si hiciese un anuncio. Dijo:

—Casera japonesa...

Toda la audiencia y los devotos se relajaron y rieron. Era como si con dos palabras, Prabhupāda hubiera hecho una exposición filosófica, explicando el fenómeno universal de las caseras y de cómo había que tolerarlas. Tras una pausa, Prabhupāda siguió con la clase, y la casera, que había quedado desarmada con las sonrientes palabras de Prabhupāda, bajó del estrado y salió de la casa.

Entrevista con Śatadhanya Mahārāja

1 comentario:

  1. Mi corazón sonríe con este dulce pasatiempo, y en mi cara se esboza una sonrisa llena de ternura

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