31. La humilde afirmación de Prabhupāda



En otra visita al templo de Brooklyn, cuando Śrīla Prabhupāda veía las últimas pinturas de sus discípulos artistas, de pronto pidió que trajesen una cinta de sus bhajanas donde cantaba Jīva Jago.

En unos minutos encontraron la cinta, y Prabhupāda se recostó en su āsana escuchando en silencio, junto con los devotos que llenaban la habitación. Estaba tan absorto escuchando el canto que a los devotos les pareció que había entrado en trance. Incluso cuando levantó los ojos y miró la habitación en torno, ellos siguieron pensando que el humor espiritual de Prabhupāda era profundo e inaccesible. Cuando se terminó la cinta, Prabhupāda seguía sin poder hablar, de modo que pareció que la reunión se terminaba. Los devotos, a regañadientes, empezaron a levantarse y salir. Pero uno de los pintores se adelantó con otro cuadro.

—Prabhupāda, hemos olvidado mostrársela. Aquí hay otra pintura más.

—Sí —dijo Prabhupāda, aún muy pensativo—. Sí, es buena. Entonces miró alrededor a los devotos reunidos en la habitación y empezó a mover su cabeza a los costados apreciativamente.

—En realidad todos ustedes son buenos —dijo—. Todos ustedes son buenos, y en asociación con ustedes hasta yo puedo ser bueno. Por lo demás, yo soy muy malo—. Ahora sí la   reunión se había terminado; nadie fue capaz de responder a la humilde afirmación de Prabhupāda.

Entrevista con Hṛdayānanda dāsa Goswami

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