39. Personal: Su horario normal



Personal

Su horario normal
Prabhupāda seguía su propio horario y sólo en ocasiones se desviaba de él. A las once o las once y media de la mañana era la hora de su masaje, pero si tenía invitados y estaba predicando, no se paraba para respetar su horario. O por la noche, seguía hablando, especialmente en Bombay, con algún miembro vitalicio o abogado. Pero nunca fue caprichoso en cuestiones de tiempo, o sobre dónde estar para servir a Kṛṣṇa. Una vez, tras pasear media hora a lo largo de la playa de Juhu, el Dr. Patel (uno de sus amigos, que se había unido a nuestra caminata) sugirió que regresáramos. Prabhupāda miró su reloj y dijo que era demasiado pronto, la Deidad de Rādhā-Rāsavihārī no daría su darśana hasta que pasase otra hora. El Dr. Patel dijo: —Si usted regresa temprano, como es un devoto puro, Kṛṣṇa puede dar Su darśana más temprano—. Prabhupāda dijo que no había que considerar eso; no podemos cambiar el horario de las Deidades para que sigan el nuestro.

Él nunca se iba solo, sin devotos acompañándole. Nunca se le oyó decir: «Me voy unos cuantos días» o «Me voy a resolver un asunto privado que tengo» o «Voy a tomarme unas vacaciones». Todo se hacía en el mejor momento consciente de Kṛṣṇa. Incluso en su soledad se le podía oír cuando traducía el Bhāgavatam, o cuando cantaba el mantra Hare Kṛṣṇa en sus cuentas de japa. El silencio de su conciencia pura no podíamos entenderlo nosotros, pero había vislumbres de ello cuando a veces nos contaba un sueño que había tenido, o nos revelaba algo que hubiera estado pensando en soledad.

En 1968, en Nueva York, tras quedarse hasta muy tarde por la noche, Prabhupāda se levantó y viajó por la madrugada temprano a Boston. Allí escribió una carta a su presidente de templo en Nueva York, que no había sido capaz de levantarse la mañana en que Prabhupāda partió hacia Boston. —No me alabes solamente —escribió Prabhupāda—: también haz lo que yo hago—. Prabhupāda siguió su horario de un modo considerablemente estricto. Podían golpearle los acontecimientos, noticias del ataque de algún demonio podían hacer que se pusiera muy serio, pero aún así, con gran seriedad, iría a bañarse, o tomaría prasāda; a menos que el hecho fuese excesivo y entonces, por la ansiedad, no iría a comer; o como en una ocasión en que se quedó toda la noche preocupado por un discípulo líder que daba señales de desviación seria. Una vez le enseñaron las fotos en color del primer Ratha-yātrā en Los Ángeles, las miró con placer trascendental durante horas y no recibió su masaje. La puntualidad era su factor fijo, con esas pequeñas excepciones que nos enseñaban algo más allá del horario, pero lo común era que se cuidaba de su programa de rutina.

No daba la imagen estereotipada del hindú que siempre llega dos horas tarde a cada encuentro. Prabhupāda tenía la costumbre de mirar su reloj, y a veces, cuando sus sirvientes no estaban listos para partir, salía de la habitación y se dirigía al automóvil que esperaba, dispuesto a dejarlos atrás. Pero no tenía la apariencia del karmī, pies y manos encadenados a seguir un horario impuesto que no le deja libertad.

El Bhagavad-gītā describe los «principios regulados de la libertad», y Prabhupāda estaba liberado, pero para enseñarnos a nosotros, y para vivir del modo que era más eficaz para cumplir su servicio, organizó cada minuto de sus veinticuatro horas. Había un momento en la madrugada, cuando el aire era más fresco y el vecindario estaba más tranquilo, que era mejor para darse un paseo para cantar japa. Había un momento —de acuerdo al horario de Sus Señorías— que era mejor para saludar a las Deidades. Había un tiempo que era mejor para que los devotos se reunieran, un tiempo apropiado para comer y mantener la salud, y un tiempo razonable para responder cartas. Para reglamentar a sus hombres a que se levantasen temprano, él se levantó temprano. Predicó a sus invitados en los momentos que más les convenían a ellos. De esta manera marcó un horario a sus actos trascendentales, no por el mero hecho de poner normas sino para llevar a cabo su servicio a Kṛṣṇa, el mejor, el más constante, para extender y solidificar su movimiento ISKCON en este mundo.

Satsvarūpa dāsa Goswami

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