5- El alma capturada por la ilusión:
Prakṛti, māyā, pradhāna, prapañca y avidyā, son diferentes nombres del mismo principio de acuerdo a sus diferentes fases y atributos. Māyā no es energía independiente del supremo suarupa-śakti. Ella es sólo una devota que sirve a Dios en la ejecución de Sus órdenes para reformar a aquellos que se vuelven ingratos con Él; de hecho, māyā se encarga de la casa de corrección de Dios, y su energía es una reflexión del poder supremo de Dios. Aquellas jīvas que abusaron de su libre albedrío y olvidaron que eran sirvientes eternos del Señor, pensando en su gratificación, fueron capturadas por māyā para su servidumbre penal y corrección.
Māyā tiene tres atributos: sattua, rāja y tamā. Esos atributos son exactamente como cadenas usadas para amarrar a las almas desagradecidas. Māyā luego aplica una doble cobertura en la forma espiritual del alma. La cobertura es descrita con las palabras liṅga y sthul. La existencia mayika tiene veinticuatro sustancias: Los cinco elementos (tierra, agua, fuego, aire y éter), las cinco propiedades (sonido, tacto, vista, paladar y olfato), los cinco sentidos de adquisición de conocimiento (ojos, oídos, nariz, lengua y piel) y los cinco sentidos de trabajo (las manos, las piernas, el habla, los genitales y el órgano de evacuación). Estos veinticuatro elementos forman el sthul, o la cobertura externa. La mente, la inteligencia, la conciencia contaminada y el ego falso componen el liṅga-deha, o la cobertura interna. Después de cubrir su forma espiritual, māyā ocupa a las almas caídas en diferentes clases de trabajo. El trabajo mayiko está compuesto de karma, akarma y vikarma. Karma, convencionalmente es acción buena, realizada para obtener puṇya o virtudes, tales como la ejecución de deberes prescritos por el varṇāśrama dharma de los smārtas. Akarma es omisión de los deberes prescritos. Vikarma es pecado o crimen. El karma es premiado con la elevación celestial hasta el nivel de Brahmaloka. Akarma lo ubica a uno en una situación incómoda en la Tierra. Vikarma sumerge a las almas en la vida infernal. Las almas caídas viajan de cuerpo en cuerpo con su liṅga-deha, efectuando karma o vikarma, elevándose a los reinos celestiales y cayendo nuevamente al agotar sus virtudes, degradándose hasta entrar en el infierno, y después de sufrir el castigo, se elevan nuevamente a la plataforma del trabajo fruitivo. Así, la condición de las almas caídas es deplorable en sumo grado, ya que a veces sufren masacres y asesinatos, y a veces disfrutan como príncipes. El mundo material es, por lo tanto, como una prisión o una casa de corrección, y no un lugar de disfrute como algunos aseveran.
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