Antes de llegar a América, Prabhupāda era un padre de familia. Un día su
sirviente comenzó a gritar de una forma aparentemente muy dolorida: —¡Oh, me
estoy muriendo! ¡Me estoy muriendo!—. Prabhupāda llamó inmediatamente a una
ambulancia y fue con el hombre al hospital. En el hospital varios doctores
examinaron al sirviente y concluyeron que requería inmediatamente de una
operación. Prabhupāda preguntó por qué y los doctores le dieron una respuesta
técnica. Entonces llegó un doctor veterano y dijo que lo internarían y
esperarían hasta la mañana para operarlo. Prabhupāda regresó a su casa.
Entonces su esposa le contó que la vecina le había dicho que el sirviente
estaba simplemente borracho. —No —replicó Prabhupāda—, los doctores han dicho
que es un caso serio. Necesita urgente una operación.
A la mañana siguiente el sirviente regresó a casa. Cuando Prabhupāda le
preguntó por qué había vuelto, el hombre respondió que ya estaba bien, que no
necesitaba la operación. Después de contar esta historia a sus discípulos,
Prabhupāda explicó que los doctores demoníacos siempre quieren operar. Comentó
que en América, dondequiera que vas a ver a un médico, inmediatamente te sacan
sangre. Y después te ponen una inyección. Dijo que a veces en la India los doctores te
inyectan solamente agua y te cobran honorarios por la consulta. El doctor te
pregunta: —¿Qué quiere, una botella de medicina o una inyección?—. El paciente
pide lo que sea mejor y el doctor entonces le pone una inyección de agua y le
cobra cinco rupias. De esta manera Prabhupāda ilustraba cómo la civilización
humana es una sociedad de engañadores y engañados.
Conversación en Gorakhpur (14 febrero 1971)
No hay comentarios:
Publicar un comentario