El bosque y los demonios

Después de cruzar un río, llegaron finalmente al bosque, dejando atrás a todos los amigos y parientes a fin de cumplir la palabra de Daśaratha. Al llegar al bosque, Rāma se sintió apenado por ver a Sītā en un lugar tan inhóspito, pero estaba satisfecho por hacer lo que sabía que era Su responsabilidad religiosa para con Su padre. Oyendo los sonidos del bosque, Rāma pensó: “El sonido que resuena en este bosque es el canto de los pájaros, los gritos de los monos, el bramar de las osas y el rugir de los tigres. El sonido que se esparce ahora en Ayodhyā ciertamente es el sonido del llanto de hombres virtuosos y de mujeres castas, pero todos tienen que vivir su destino”.

Lentamente, los tres entraron en el bosque donde tendrían que vivir los próximos años. Sītā caminaba protegida en medio de los dos hermanos guerreros.


No tardó mucho en aparecer el primer gran peligro de su estancia en el bosque, un indicativo de que serían doce años que requerirían mucha superación personal. El primer gran demonio que encontraron fue el terrible Viradha, que tenía una apariencia monstruosa y llevaba cabezas de animales atadas a su lanza. Lleno de vanidad, Viradha dijo a Rāma y a Lakṣmaṇa: “Mi nombre es Viradha, el terrible comedor de personas de este bosque. Por vuestro bien, iros inmediatamente. ¡No tratéis de enfrentarme, pues soy inmune a cualquier arma que exista en este mundo! ¡Dadme a la princesa y os dejaré ir! ¡La tomaré por esposa y quedaré satisfecho!”.

Rāma Se exasperó y Sus ojos se enrojecieron como sangre. “¡Tonto patético!”, dijo Rāma. “Obviamente, anhelas residir en la morada de la muerte. ¡Por lo tanto, he de enviarte ahí sin demora!”. Tras decir estas palabras con voz de trueno, Rāma lanzó contra el demonio siete flechas doradas, liberándolo de su perversidad.

Terminado el episodio de la salvación del demonio Viradha, Lakṣmaṇa construyó una cabaña para Sītā y Rāma, donde todos vivieron una vida simple y humilde por muchos años. Los sabios y maestros espirituales del bosque cercano a la cabaña frecuentemente los visitaban para pedirles protección de los terribles demonios que se convertían en obstáculos en su vida religiosa. Rāma y Lakṣmaṇa jamás eran violentos por pasión o en defensa de intereses egoístas, sino que estaban dispuestos a castigar con Sus armas a quienes vulneraran la rectitud sacramental.

Un día, una demonia llamada Śūrpaṇakhā casualmente pasaba cerca de la cabaña. Escondida detrás de los árboles, deseaba ser la esposa de Rāma. Cuando la demonia se ofreció a Rāmacandra para ser Su nueva consorte, el Señor Se rehusó. Él había hecho el voto de ser completamente fiel a Sītā, Su única y amada esposa. Rāmacandra, con intención de trueque, ofreció a Su hermano a la deforme demonia. Rāmacandra le dijo: “¿Por qué no te casas con Mi hermano? ¡Él es una buena opción! ¡Mira cuán fuerte y gallardo es!” Lakṣmaṇa jamás Se sentiría atraído por una mujer de naturaleza envidiosa y mundana, pero Se permitió intervenir en la ocurrencia de Rāma, y dijo: “No soy tan buena opción. Sería mejor que te casaras con mi hermano, que es infalible y amado por todo el universo”. Śūrpaṇakhā se irritó por el rechazo e intentó atacar a Sītā, pero Lakṣmaṇa rápidamente contraatacó a Śūrpaṇakhā para defender a la princesa.


Herida por Lakṣmaṇa, Śūrpaṇakhā recurrió primeramente a su hermano, Khara, quien tenía un gran ejército a su disposición. Viendo que Lakṣmaṇa había herido a su hermana en defensa de Sītā, decidió vengarse y envió a catorce demonios guerreros para matar a los tres humanos. Al ser informado de que Rāma había matado a todos los guerreros enviados, Khara reunió a su ejército y salió dispuesto a pelear personalmente. En el camino, aparecieron diversas señales que indicaban que lo que estaba dispuesto a hacer era inapropiado —un buitre volaba sobre su cuadriga, los chacales aullaban—, pero él ignoró todos esos malos augurios.

Cuando Khara llegó a donde estaban Sītā, Rāma y Lakṣmaṇa, este último se encargó de proteger a Sītā, y Rāma Se ubicó inmediatamente en posición de combate contra Khara y su ejército. Las tropas de Khara, sus caballos, su conductor, su arco y su cuadriga fueron destruidos. El propio Khara, entonces, enfrentó a Rāma tratando de matarlo lanzándole árboles, pero Rāma derrotó fácilmente al demonio. Sin embargo, Śūrpaṇakhā no desistiría en su determinación de tener a Rāma por esposo.

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