El entusiasmo de los ciudadanos era inmenso por aquel gran día en que Rāma
sería coronado. Ese sería el mejor y más memorable festival de todos los
tiempos. Mujeres, ancianos, niños —todos cooperaban para que el reino de Ayodhyā
estuviese bellísimo para el día tan esperado.
Alguien, sin embargo, no estaba alegre por el hecho de que Rāma fuera
coronado. Esa persona insatisfecha era la reina Kaikeyī, influenciada por la
mala compañía de su envidiosa criada jorobada.
El rey Daśaratha tenía tres esposas, lo cual era común en tiempos
remotos pues existían más mujeres que hombres (demasiadas muertes durante las
guerras, en aquel entonces muy frecuentes). Kaikeyī era la esposa más joven de Daśaratha
y también su favorita, y quería que su propio hijo fuera coronado en vez de Rāma.
Cuando Kaikeyī recordó, gracias a su envidiosa criada, que el rey le debía dos
favores, no dudó en solicitarlos. Al ver a su amada esposa descontenta, Daśaratha
dijo que atendería sus pedidos de inmediato. Ella entonces pidió: “Concédeme el
favor de coronar rey a mi hijo Bharata en lugar de Rāma, y obliga a Rāma a
vivir en el bosque por doce años, para que no intente tomar el reino de mi
hijo”.
Daśaratha no podía deshacer su promesa de concederle dos favores a Kaikeyī,
y Kaikeyī no abandonaría el deseo orgulloso y egoísta de ver a su hijo como
rey. El corazón de Daśaratha parecía partirse al medio. Rāma, sin embargo,
aceptó el exilio en el bosque sin lamentarse, ya que su placer reposaba en el
cumplimiento del dharma, en el cumplimiento del
deber, que ahora lo llamaba a honrar la palabra de Su padre. Su hermano Lakṣmaṇa
y Su esposa Sītā insistieron en acompañarlo al bosque durante los doce años que
debía pasar allí. Kaikeyī, ansiosa por su partida inmediata, rápidamente les
proveyó atuendos a los tres hechos con cortezas de árboles.
Tal era el amor por el Señor Rāma, que los ciudadanos de Ayodhyā
desearon dejar la ciudad para ir a vivir al bosque junto a Él, Su hermano y Su
esposa, razón por la cual Los siguieron hasta la entrada del bosque. Cuando
cayó la noche y todos se durmieron, Sītā, Rāma y Lakṣmaṇa aprovecharon la
oportunidad para partir hacia la selva. De otro modo, el pueblo de Ayodhyā
jamás Los dejaría.
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