La envidiosa Kaikeyī

“Pasa los banderines por aquí”; “¿por qué no colocamos estas hojas del bananero más acá, junto a las hojas del manguero?”; “¿quién está haciendo las guirnaldas de flores para los sabios?”; “¿has visto la guirnalda de flores de Sītā?”; “¡hermosa combinación de colores!”; “¡No puedo esperar para ver la ropa que ella usará ese día!”.

El entusiasmo de los ciudadanos era inmenso por aquel gran día en que Rāma sería coronado. Ese sería el mejor y más memorable festival de todos los tiempos. Mujeres, ancianos, niños —todos cooperaban para que el reino de Ayodhyā estuviese bellísimo para el día tan esperado.

Alguien, sin embargo, no estaba alegre por el hecho de que Rāma fuera coronado. Esa persona insatisfecha era la reina Kaikeyī, influenciada por la mala compañía de su envidiosa criada jorobada.


El rey Daśaratha tenía tres esposas, lo cual era común en tiempos remotos pues existían más mujeres que hombres (demasiadas muertes durante las guerras, en aquel entonces muy frecuentes). Kaikeyī era la esposa más joven de Daśaratha y también su favorita, y quería que su propio hijo fuera coronado en vez de Rāma. Cuando Kaikeyī recordó, gracias a su envidiosa criada, que el rey le debía dos favores, no dudó en solicitarlos. Al ver a su amada esposa descontenta, Daśaratha dijo que atendería sus pedidos de inmediato. Ella entonces pidió: “Concédeme el favor de coronar rey a mi hijo Bharata en lugar de Rāma, y obliga a Rāma a vivir en el bosque por doce años, para que no intente tomar el reino de mi hijo”.


Daśaratha no podía deshacer su promesa de concederle dos favores a Kaikeyī, y Kaikeyī no abandonaría el deseo orgulloso y egoísta de ver a su hijo como rey. El corazón de Daśaratha parecía partirse al medio. Rāma, sin embargo, aceptó el exilio en el bosque sin lamentarse, ya que su placer reposaba en el cumplimiento del dharma, en el cumplimiento del deber, que ahora lo llamaba a honrar la palabra de Su padre. Su hermano Lakṣmaṇa y Su esposa Sītā insistieron en acompañarlo al bosque durante los doce años que debía pasar allí. Kaikeyī, ansiosa por su partida inmediata, rápidamente les proveyó atuendos a los tres hechos con cortezas de árboles.

Tal era el amor por el Señor Rāma, que los ciudadanos de Ayodhyā desearon dejar la ciudad para ir a vivir al bosque junto a Él, Su hermano y Su esposa, razón por la cual Los siguieron hasta la entrada del bosque. Cuando cayó la noche y todos se durmieron, Sītā, Rāma y Lakṣmaṇa aprovecharon la oportunidad para partir hacia la selva. De otro modo, el pueblo de Ayodhyā jamás Los dejaría.

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