El gran casamiento

Daśaratha deseaba encontrar esposas apropiadas para sus hijos, puesto que una esposa educada y un hombre religioso es una excelente combinación. El sabio Viśvāmitra conocía el deseo de Daśaratha de casar a sus hijos, por lo que, tras salvar a los sabios de la amenaza a sus prácticas religiosas, Rāma y Lakṣmaṇa fueron conducidos por Viśvāmitra al reino de Mithilā. En ese reino, el rey santo llamado Janaka proponía un desafío para elegir al esposo de su hija Sītā. El desafío que debía afrontar el hombre que desposaría a su hija —perfecta en todo lo que hacía— consistía en tener la fortaleza suficiente como para levantar un arco gigantesco. Además de levantar el colosal arco, antes perteneciente a Śiva, el príncipe que aceptara el desafío debía encordar el arco.

El arco era mágicamente pesado. En efecto, era tan pesado que se necesitaban trescientos hombres para empujar la caja en la cual estaba guardado. El rey Janaka sabía cuán especial era su hija Sītā, de ahí que el desafío fuera tan arduo. Hasta aquel día, nadie había podido siquiera levantar el arco. Nadie excepto la propia Sītā, quien cierta vez fue vista levantando el arco despreocupadamente para limpiar el polvo debajo de él…

En aquella ceremonia del desafío de levantar el arco y encordarlo, muchos fracasaron, algunos de manera vergonzosa. Por fin, Rāma se encaminó hacia el arco. Y, sin ningún esfuerzo, levantó el arco, para sorpresa del público. Y no solo lo levantó sin dificultad, sino que lo dobló tanto para colocarle la cuerda que el arma se partió al medio.


El gran estallido producido por la rotura del arco hizo que todos en la asamblea cayeran hacia atrás. Sītā, muy feliz por el esposo que acababa de obtener su mano, exhibió su felicidad obsequiándole a Rāma una guirnalda de flores frescas.


También se seleccionaron esposas para Lakṣmaṇa y los otros dos hijos del rey Daśaratha. Un bello casamiento con ceremonia de fuego se organizó para las cuatro parejas.

Rāma es la Suprema Personalidad de Dios, y Sītā es la Diosa de la Fortuna, el aspecto femenino de Dios. Ellos parecían casarse en aquel evento pero, en verdad, la relación entre ambos es eterna.

Ya casado, el Señor Rāmacandra regresó con todos para Su reino, Ayodhyā, donde los días pasaron alegremente. El rey Daśaratha, ya anciano, decidió retirarse de las obligaciones reales y transferir la corona a Rāma, dado que este portaba todas las cualidades de un líder perfecto: virtuoso, justo, autocontrolado, preocupado por el bienestar ajeno. La ciudad se regocijó por la noticia e hizo preparativos para el gran festival.


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