Al ser informados por un testigo de que Sītā había sido llevada por
encima del océano, un grupo de monos fue enviado hacia allá. En ese momento, Hanumān
se volvió inmenso y saltó desde la cima de una montaña, volando por la
inmensidad del mar hasta la ciudad de Rāvaṇa, en busca de Sītā.
Los otros monos no eran tan audaces como Hanumān para acompañarlo en ese
salto increíble, por lo que solo permanecieron en la playa deseando el éxito
total al mejor de los monos.
Al llegar a la ciudad de Rāvaṇa, Hanumān se hizo pequeño, casi
invisible, y anduvo por la ciudad hasta encontrar a Sītā en el pequeño bosque.
Estaba rodeada por demonias que vigilaban, pero estaban todas dormidas. Al
principio, Sītā creyó que Hanumān era otra persona enviada por Rāvaṇa para
atormentarla. Pero Hanumān sabía cómo convencerla de que también era un siervo
fiel de Rāma, al igual que ella. Él relató las glorias de Rāma, Lo describió
correctamente como el Señor Supremo y el verdadero bienqueriente de todas las
entidades vivientes y, por último, le mostró a Sītā Su anillo.
Hanumān, entonces, le dijo a Sītā que debía subir sobre sus hombros para
llevarla de vuelta con su esposo, pero Sītā se rehusó a tocarlo. Como devota
perfecta, Sītā sabía de su obligación de dar el ejemplo de castidad, y de
ningún modo tocaría a un hombre distinto a su esposo.
Así que Hanumān fue a negociar con Rāvaṇa la libertad de Sītā. Como
mensajero de Rāma, le dijo que debía liberarla inmediatamente o tendría que
enfrentar las consecuencias. Los soldados de Rāvaṇa, sin embargo, no tomaron en
serio a un mensajero mono, por lo cual decidieron humillar a Hanumān. Ellos
asieron su cola y le prendieron fuego, pero Hanumān toleró eso sin protestar. Hanumān
no era orgulloso pues era un siervo del Señor, pero al ser ofendido mientras
actuaba como mensajero de Rāma, atacó a los agresores por el honor de su Señor.
Usando como antorcha la punta de su cola incendiada, Hanumān prendió fuego a la
ciudad de Rāvaṇa.
Al incendiar la ciudad, Hanumān dijo: “¡Como todo empeño contrario a la
voluntad divina, este reino de Rāvaṇa encontrará la destrucción! ¡Y después
este demonio morirá por atreverse a raptar a Sītā!”. Tras decir esas palabras, Hanumān
saltó una vez más por encima del océano para llevar la noticia al Supremo Señor
Rāma.
El Señor Rāma quedó muy contento al saber que Su esposa estaba viva y
aguardando por Él. Sītā le había enviado un recuerdo. Hanumān dijo, “Mi Señor, Rāma,
Sītā me pidió que le diera a Vuestra Majestad este prendedor de cabello que
estaba usando. Tómelo, por favor, es de su Majestad”. Rāma apretó el prendedor
del cabello de Sītā contra Su pecho. Todo eso le dio a Rāma la fuerza necesaria
para luchar contra Rāvaṇa y cualquier otro que se cruzara en Su camino.
Rāma tenía un ejército de millones de monos fieles a Su causa de
rescatar a la indefensa y amable Sītā, pero ¿cómo cruzaría el océano aquel
ejército glorioso? Como Rāma es el Dios Supremo, todos los semidioses son
obedientes a Él. Por lo tanto, el semidiós de las aguas prometió que haría
flotar las piedras arrojadas al mar con el nombre de Rāma, haciendo posible la
construcción de un gran puente.
Los monos trabajaron duramente para construir el
puente, cargando hasta la playa grandes piedras, árboles e incluso montañas.
Una vez terminado aquel puente nunca visto, el ejército de monos marchó a
través de él con gran imponencia.
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