La gran guerra había terminado, y Sītā fue devuelta a Rāma. Sin embargo,
había un problema. Como rey ejemplar, ¿podría Rāma tener como reina a una mujer
que había estado con otro hombre? Rāma, en realidad, sabía que Sītā era
completamente fiel a Él, pero tenía que probarlo a Su pueblo y al universo
entero para que nadie osase jamás dirigir una crítica a Su intachable esposa.
Rāma fingió desconfiar de Ella. ¿Sītā había sido fiel o no? Para probar
su fidelidad, Sītā entró en una hoguera hecha por Lakṣmaṇa. Rāma contempló la
escena con gran seriedad, mientras los demás presentes lloraban ríos de
lágrimas. Sītā dio el primer paso hacia dentro del fuego, y una lágrima brotó
de los ojos de Rāma.
Sītā había desaparecido dentro del fuego. ¿Qué había pasado? ¿Estaba
muerta? ¿Qué significaba ello? Pasado un tiempo, Sītā fue traída de nuevo por
el semidiós Agni.
Sītā estaba vestida con un bellísimo sari, y sus cabellos
negros enrulados caían sobre su rostro. Agni, el semidiós del fuego, dijo: “Sītā
jamás fue infiel a Rāma, ni con su cuerpo, ni con sus palabras y ni siquiera
con su mente. ¡Su corazón le pertenece enteramente al Señor Rāma! Señor Rāma,
por favor, acéptela”.
Rāma es el Señor Supremo y Sītā es la personificación del servicio
devocional al Señor. Ellos son inseparables como el Sol y el brillo solar.
El tiempo que Rāma tenía que vivir en el bosque había terminado. Así que
finalmente regresó al reino de Ayodhyā. Allí, Su hermano había rehusado ser rey
y solo había gobernado en nombre de Rāma mientras éste había estado fuera. Con
el regreso victorioso de Rāma, hubo una gran alegría.
Aquel que oye la historia de Rāma con total reverencia, se libra de
todos los pecados y va para Su reino. Por escuchar esta historia con devoción,
una persona ciertamente se libera, junto con muchas generaciones de
antepasados.
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