Bhagavad-gītā 2.19
La muerte tiene derecho sobre nuestro cuerpo físico. No podemos impedir que consuma lo que le corresponde, pero no tenemos que darle más que eso. Entendamos lo que esto significa.
Existimos en tres niveles: físico, mental y espiritual. Entre estos niveles, la muerte no tiene ningún derecho sobre nuestra existencia espiritual. Para el alma, la muerte es un acontecimiento sin consecuencias, como desprenderse de la ropa vieja. Cuando no conocemos nuestra identidad espiritual, asumimos que somos nuestros cuerpos. Así que la muerte parece la destrucción de todo nuestro yo, un sentimiento que, según indica el Gītā(2.19), surge de la ignorancia.
¿Tiene la muerte derecho sobre nuestra existencia mental? No, pero a menudo le concedemos ese derecho innecesariamente. La mente, al estar constituida de materia sutil, no se destruye cuando el cuerpo físico es destruido por la muerte. Pero prácticamente porque nos dejamos encaprichar por fantasías de placeres físicos, nuestra mente se apega y se enreda en el cuerpo físico. Debido a este apego, nos sentimos mentalmente devastados por la muerte; sentimos como si perdiéramos todo aquello por lo que hemos vivido. Mientras demos a los placeres físicos más de lo que merecen, nos veremos obligados a dar a la muerte más de lo que merece.
Afortunadamente, no tenemos que dar a los placeres físicos más de lo que merecen. Podemos satisfacer nuestra sed de felicidad recordando a Kṛṣṇa internamente y sirviéndole externamente. Si practicamos tal compromiso devocional diaria y diligentemente, nuestra mente se liberará gradualmente del encaprichamiento con los placeres físicos. Se situará cada vez más en la plataforma espiritual y, por lo tanto, se verá cada vez menos afectada por acontecimientos a nivel físico como la muerte.
Así, dando diligentemente a Kṛṣṇa nuestro debido servicio devocional diario, podemos evitar que la muerte se lleve más de lo que le corresponde.
Tanto el que cree que la entidad viviente es la que mata como el que cree que ésta es matada, carecen de conocimiento, pues el ser ni mata ni es matado. - Bhagavad-gītā 2.19
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