El conocimiento espiritual transforma el final desesperado en una esperanza sin fin


Bhagavad-gītā 2.30

La muerte es el final irremediable de todas nuestras aspiraciones de éxito y felicidad en el plano material de la realidad. En ese momento final de nuestra vida, todo lo que hemos acumulado y a lo que aspirábamos nos es arrebatado irrevocablemente.
De hecho, la finalidad de la muerte es tan sombría, tan cruel y tan desesperada que a menudo preferimos no pensar en ella en absoluto. Al igual que el avestruz espera eludir el peligro metiendo la cabeza en un búho, nosotros también esperamos eludir el desesperado final de la muerte. Pero al igual que la estrategia del avestruz fracasa, también lo hace la nuestra.
Para contrarrestar la espantosa finalidad de la muerte, el conocimiento espiritual nos ofrece una estrategia más fructífera: elevar nuestra conciencia al nivel de la realidad que está más allá de la destrucción: el nivel espiritual. En el fondo somos almas, seres espirituales indestructibles. El Bhagavad-gītā(2.30) declara que el alma que impregna y anima a todos los seres vivos es indestructible.
Para nosotros, como almas, la muerte no es un final, sino una transición: no el final de nuestra existencia, sino la transición de nuestra existencia de un nivel a otro. Comprender esto cambia nuestra visión de la vida: la vida no está condenada a terminar, sino que está destinada a la infinitud.
Para elevar nuestra comprensión de la vida de interminable a infinitamente esperanzadora, necesitamos obtener una realización espiritual adicional: la realización del amor eterno e infalible en el ámbito espiritual. No sólo somos seres eternos, sino también partes eternas del ser espiritual supremo, Kṛṣṇa. Él nos ama eternamente y, al comprender Su amor indefectible, adquirimos una esperanza eterna. Comprender que nos ama siempre, independientemente de lo que tengamos o dejemos de tener, de lo que hagamos o dejemos de hacer, de quiénes seamos o dejemos de ser, nos llena de una esperanza que nada puede robarnos.
¡Oh, descendiente de Bharata!, aquel que mora en el cuerpo nunca puede ser matado. Por lo tanto, no tienes que afligirte por ningún ser viviente. - Bhagavad-gītā 2.30

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