Bhagavad-gītā 2.27
Cuando se produce una destrucción repentina y enorme a causa, por ejemplo, de un terremoto, nos vemos sacudidos de nuestra rutinaria complacencia. Al enfrentarnos a la fragilidad de nuestras vidas, nos vemos impelidos a preguntarnos: "¿Está la vida hecha para un final tan abrupto? ¿Qué sentido tiene? ¿Qué es lo que realmente cuenta?".
Este tipo de preguntas, aunque estén motivadas por la adversidad, son auspiciosas porque pueden conducirnos a la iluminación espiritual. Pero el examen de conciencia no tiene por qué esperar a una destrucción repentina. Al fin y al cabo, la destrucción ocurre constantemente a nuestro alrededor, a medida que mueren nuestras células corporales y que el tiempo empuja inexorablemente a nuestro cuerpo hacia la destrucción con la muerte.
Si mil personas mueren por la explosión de una bomba y mil mueren por envejecimiento natural, ¿cuál es la diferencia final? Sin duda, la muerte prematura de las víctimas de la explosión hace que ésta sea más horrible y las muertes, más trágicas. Aun así, el resultado final en ambos casos es el mismo: ambos conjuntos de mil personas han muerto. Y hacia la misma destrucción corporal nos dirigimos todos, impulsados por el paso de cada momento inexorable.
El Bhagavad-gītā (2.27) afirma que nuestra muerte es segura, al igual que nuestro renacimiento. Aquí, el Gītā se refiere a nuestras almas, que transmigran de un cuerpo a otro. Como seres espirituales, estamos destinados a la existencia eterna. Por eso nos sentimos sacudidos, incluso revueltos, cuando nos enfrentamos a la mortalidad y fragilidad de nuestra existencia actual.
Para alcanzar la vida eterna que nos es natural a las almas, necesitamos elevar nuestra conciencia mediante la práctica disciplinada del yoga. Entre los diversos yogas, el bhakti-yoga impregna toda nuestra vida de propósito eterno, ayudándonos a redefinir nuestras actividades diarias como oportunidades para vincularnos amorosamente con la suprema realidad indestructible, Kṛṣṇa. Por lo tanto, lo que cuenta en última instancia es nuestro esfuerzo por devocionar nuestra conciencia, porque sólo eso imparte a nuestra vida el significado perdurable del amor inmortal.
Aquel que ha nacido, es seguro que va a morir, y, después de morir, es seguro que uno volverá a nacer. Por consiguiente, en el ineludible desempeño de tu deber, no debes lamentarte. - Bhagavad-gītā 2.27
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