Bhagavad-gītā 2.27
Supongamos que una persona que está viendo la televisión ve a una cobra que se desliza cerca para morderla y sigue viendo la televisión. Consideraríamos ese comportamiento una locura, ¿no?
El Bhagavad-gītā (2.27) indica que, desde el momento en que nacemos, fijamos nuestra cita con la muerte. La sabiduría del Gītā compara a menudo el tiempo con una serpiente mortal. Todos nos damos cuenta de que el tiempo pasa constantemente, implacable. Con cada tictac, la serpiente del tiempo se acerca más a nosotros, preparándose para asestarnos la mordedura fatal.
Y ¿qué hacemos ante este desastre inminente? Nada.
Nos sumergimos en actividades frívolas como la televisión, los deportes, las novelas, las películas y los videojuegos. Incluso nuestras actividades más serias, como ganarnos la vida y cuidar de los miembros de la familia, nos mantienen desatentos ante la inminencia de la fatalidad.
Lo que nos mantiene desatentos es que todos los demás son igual de desatentos. Pero este olvido colectivo es un consuelo traicionero. Cuando la serpiente de la muerte nos muerde, tenemos que sufrir solos el dolor, el horror, el terror. Puede que otros se aparten del televisor para ofrecernos unas palabras de simpatía. Y luego volverán a ver la tele como si nada. Hasta que la serpiente les golpee. En ese momento, otros les harán lo mismo.
Y así continuará la tradición de la ilusión.
La sabiduría del Gītā nos introduce en una tradición alternativa: la de los espiritualistas vigilantes que preparan toda la vida para alejarse de la serpiente. Aunque nuestros cuerpos tengan que caer a la muerte, nosotros, como almas indestructibles, no tenemos que sufrir la agonía. Siempre que, por supuesto, realicemos nuestra naturaleza espiritual practicando un servicio devocional diligente. Cuando nos autorrealicemos, la mordedura fatal de la serpiente nos liberará de nuestro caparazón corporal, y volveremos a Kṛṣṇa para una vida eterna más allá del alcance de la muerte.
Aquel que ha nacido, es seguro que va a morir, y, después de morir, es seguro que uno volverá a nacer. Por consiguiente, en el ineludible desempeño de tu deber, no debes lamentarte. - Bhagavad-gītā 2.27
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