Bhagavad-gītā 2.38
Algunas personas se preguntan: "Si permanecemos iguales e inafectados en medio de la felicidad y la angustia, la ganancia y la pérdida, la victoria y la derrota, como recomienda el Bhagavad-gītā (2.38), ¿no nos quitará eso nuestra humanidad y nos convertirá en robots insensibles que viven una existencia mecánica?".
En absoluto, responde la sabiduría del Gītā. Porque la santidad de la espiritualidad no erosiona sino que realza la dignidad de la humanidad.
La santidad de la espiritualidad se refiere a la pureza y la exaltación de la conciencia de los espiritualistas avanzados que permanecen trascendentales a los altibajos mundanos.
La dignidad de la humanidad se refiere a las diversas percepciones, emociones y acciones que caracterizan a los seres humanos, que hacen que las personas sean humanas. Erosionar la dignidad de la humanidad significa erosionar la capacidad humana para las emociones, esencialmente hacer que un ser humano sea incapaz de amar, con frecuencia debido a la desilusión repetida en los intentos de amar.
La sabiduría del Gītā no rechaza nuestra propensión amorosa como falsa o ilusoria; sólo reorienta esa propensión de lo temporal a lo eterno, de la materia a Kṛṣṇa. Cuando aprendemos a amar a Kṛṣṇa, nunca nos desilusionamos, ya que el amor por Kṛṣṇa puede continuar eternamente y puede seguir proporcionándonos éxtasis.
Además, cuando amamos a Kṛṣṇa, no es que nos volvamos insensibles hacia todo lo material, sino que ofrecemos nuestro afecto a lo material en relación con Kṛṣṇa. De este modo, la dignidad de nuestra humanidad se enriquece; nuestras emociones humanas naturales, en lugar de ser reprimidas, se purifican y se refuerzan como vías hacia lo espiritual.
Arjuna aceptó las enseñanzas de Kṛṣṇa sobre la vida en equilibrio, aunque lloró la muerte de su hijo Abhimanyu. Y a partir de entonces incrementó su servicio a Kṛṣṇa vengándose de los malhechores que habían asesinado injustamente a su hijo.
Así, al subsumir (Considerar algo como parte de un conjunto más amplio o como caso particular sometido a un principio o norma general) nuestras emociones humanas en un mundo de emociones que se extiende por la eternidad, nuestra espiritualidad enriquece nuestra humanidad.
Pelea por pelear, sin tomar en cuenta la felicidad ni la aflicción, la pérdida ni la ganancia, la victoria ni la derrota, y, por actuar así, nunca incurrirás en pecado. – Bhagavad-gītā 2.38
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