¿Rechazamos lo eterno porque lo temporal nos ha rechazado?


Bhagavad-gītā 2.15

Cuando nos enfrentamos a desgracias que parecen imposibles de afrontar, podemos hacernos la pregunta: "Estoy tratando de ser una buena persona y un buen devoto. ¿Por qué Kṛṣṇa permite que me ocurra esto?".

 

La sabiduría del Gītā nos informa de que todo lo que nos sucede es el resultado de nuestro karma pasado. Cómo y cuándo nos sucede es una disposición de Kṛṣṇa para facilitar nuestra evolución espiritual. Sin embargo, esta evolución no es automática; requiere esencialmente nuestro deseo de esa evolución - nuestro anhelo de lo eterno.

               

Este anhelo surge de la idea de que todo lo que ocurre en el plano material es temporal. Cualquier revés, por devastador que parezca hoy, es sólo un rechazo en este ámbito temporal. A veces, ese rechazo es lo que necesitamos para salir de nuestro encaprichamiento con lo temporal, un encaprichamiento que nos ciega ante lo eterno.

 

Sin la sabiduría del Gītā, nos dejamos absorber por la visión de túnel que no nos permite ver más allá de lo temporal, y la misma inversión que debía abrirnos los ojos a lo eterno acaba cerrándonos aún más los ojos a lo eterno. Al negarnos a creer que hay algo eterno más allá de lo temporal, que el plan benévolo de Kṛṣṇa subyace a los giros malévolos de la vida, nos condenamos a la desesperanza: cuando lo temporal nos rechaza, respondemos rechazando lo eterno, sin refugiarnos ni en lo temporal ni en lo eterno.

 

El Bhagavad-gītā (2.15) nos asegura que la tolerancia hacia lo temporal nos permite conectar con lo eterno y catapultarnos hacia él. Y esa conexión con lo eterno nos bendice no solo en el otro mundo, sino también en este: se convierte en nuestro ancla interior que nos capacita para afrontar los altibajos de la vida con inteligencia, y crecer a través de ellos hacia nuestro máximo potencial.

 

¡Oh, tú, el mejor entre los hombres [Arjuna]!, la persona que no se perturba ante la felicidad y la aflicción, y que permanece estable en medio de ambas, es sin duda merecedora de la liberación. – Bhagavad-gītā 2.15


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