Bhagavad-gītā 2.16
El ritmo y la presión de nuestro estilo de vida
contemporáneo a menudo nos estresan. Esta tensión es un regaño que acecha
constantemente en el fondo de nuestra conciencia. El regaño aparece en primer
plano como una punzada penetrante cuando nos abruma la pura imprevisibilidad e
incontrolabilidad de los cambios de la vida. Si no se controla y contrarresta,
la punzada puede provocar un ataque de nervios.
La sabiduría del Gītā amplía nuestra
perspectiva de la vida. El Bhagavad-gītā (2.16) nos ayuda a comprender
que existen dos reinos en la vida: el reino material, que se caracteriza por el
cambio constante, y el reino espiritual, que está más allá de los efectos del
cambio material. El reino espiritual es mucho más grande, mucho más estable e
infinitamente más significativo que el reino material. Nosotros, como seres
espirituales, pertenecemos a ese reino indestructible y, por tanto, estamos más
allá de ser dañados por cualquier cambio material, por muy amenazador que
parezca. Este conocimiento de nuestra identidad espiritual indestructible
alivia nuestra tensión.
La sabiduría del Gītā nos ilumina aún más al
decirnos que Kṛṣṇa, nuestro benefactor supremo, supervisa y maniobra los
cambios del reino material con el propósito expreso de elevarnos
espiritualmente. Esta iluminación nos permite ver el cambio no como una amenaza
que hay que contrarrestar o descuidar, sino como una oportunidad que hay que
comprender y aprovechar.
Para capitalizar esta oportunidad, necesitamos ser
filosóficamente agudos y prácticamente astutos para ver el mensaje y la
motivación de Kṛṣṇa en todo. Eso requiere que reemplacemos nuestro sentimiento
predeterminado de estar tensos con el sentimiento conscientemente cultivado de
ser intensos, concentrados en nuestro enfoque en Kṛṣṇa. Cuando nos volvemos
intensos en nuestra conciencia devocional, vemos cada cambio como una
oportunidad para servir a Kṛṣṇa y acercarnos a Él a través de cada situación.
Los videntes de la verdad han concluido que, de lo no
existente [el cuerpo material] no hay permanencia, y de lo eterno [el alma] no
hay cambio. Esto lo han concluido del estudio de la naturaleza de ambos. – Bhagavad-gītā 2.16
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