Así como la ropa mojada no puede secarnos, una mente impura no puede purificarnos

 



Bhagavad-gītā 8.9

Supongamos que nos mojamos con la lluvia. Si, al apresurarnos para volver a casa, tratamos de secarnos con la ropa mojada que llevamos puesta, nuestro trabajo será en vano.
Viviendo en la cultura materialista actual, con frecuencia nos vemos empapados por la lluvia torrencial de tentaciones impuras. Cuando nuestra conciencia o inteligencia despierta, decidimos deshacernos de esas impurezas.
Sin embargo, nuestra intención por sí sola no es suficiente. ¿Por qué? Porque esa intención muchas veces es saboteada por nuestra mente impura, que nos sigue engañando y degradándonos internamente con fantasías sensuales. La mente es como la ropa mojada con la que nos resulta imposible secarnos.
La sabiduría del Bhagavad-gītā explica que somos almas puras cubiertas por dos envolturas materiales: el cuerpo físico y la mente sutil. El Bhagavad-gītā (2.22) compara nuestro cuerpo con un vestido. El cuerpo físico es nuestra ropa exterior y la mente, nuestra ropa interior. Dejamos atrás el cuerpo físico al morir, pero la mente nos acompaña, vida tras vida, mientras estemos en la existencia material. La mente es, por tanto, como una ropa que se nos pega.
Incluso con la ropa mojada, podemos secarnos acercándonos a un secador potente. De la misma manera, incluso con nuestra mente impura, podemos purificarnos acercándonos al ser supremamente puro, Kṛṣṇa. Para ayudarnos a acercar nuestra conciencia a Él, el Bhagavad-gītā (08.09) describe Sus extraordinarios atributos: Él es el más sabio, el más antiguo, más pequeño que lo más pequeño, pero el controlador de todo, inconcebible en forma, radiante en trascendencia, eternamente más allá de la oscuridad que significa impureza.
En lugar de confiar en nuestra propia intención para purificarnos, debemos utilizar esa intención para dirigir nuestra contemplación hacia Kṛṣṇa. Esa contemplación divina nos purga de nuestras impurezas y nos restituye en nuestra identidad pura como partes alegres de un todo alegre.

Se debe meditar en la Persona Suprema como aquel que lo sabe todo, que es el más antiguo de todos, que es el controlador, que es más pequeño que lo más pequeño, que es el sustentador de todo, que está más allá de toda concepción material, que es inconcebible y que siempre es una persona. Él es luminoso como el Sol, y es trascendental, más allá de esta naturaleza material. – Bhagavad-gītā 8.9

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